jueves, 29 de noviembre de 2012

Nuestra lucha hoy es una guerrilla cultural; una revolución de ideas: nietos de Zapata (parte 1)


Édgar Castro Zapata, bisnieto de Emiliano Zapata, posa junto al mausoleo de El Caudillo del Sur en Cuautla, estado de Morelos.

NO HAY DUDA, es un Zapata.

Los ojos ligeramente rasgados, la mirada fría, firme, y algo tímida al primer contacto de manos, un frondoso bigote cuidado con esmero que oculta parte del labio inferior, y un compromiso inamovible por mantener vigente, a 101 años de que se promulgara, los principios que dieron forma y fondo al levantamiento en armas de Zapata y al Plan de Ayala. Esta es la herencia que Édgar Castro Zapata lleva hoy en la sangre a 93 años de que Emiliano Zapata fuera, como lamenta el corrido, “asesinado a mansalva” un 10 de abril de 1919 en Chinameca.

“Ser familiar del General es un orgullo –asegura-, pero también una responsabilidad histórica y un compromiso social”.

Las palabras del historiador y presidente de la Fundación Zapata suenan contundentes en la explanada donde, entre árboles, palmeras y un cielo completamente abierto al intenso sol que cae a plomo sobre Cuautla, se levanta el mausoleo en honor a El Caudillo del Sur.

“Zapata –añade mientras observa usando la mano a modo de visera la enorme estatua que guarda los restos de su bisabuelo- significó mucho para los morelenses y para México porque él encabezó una lucha armada en beneficio de los pueblos. Sin embargo –su tono de voz se torna ahora sombrío, apesadumbrado-, lo que me impacta como historiador es saber que hace cien años hubo un despertar de los pueblos de Morelos en el llamado de la Revolución mexicana, y que hoy esos triunfos no están palpables…”.

Tras la sentencia, el silencio.

Édgar lanza una mirada con detenimiento al hombre que viste una capa que le cubre los hombros hasta llegar a los pies, una canana repleta de balas cruzada al pecho, un enorme  sombrero charro calado sobre la cabeza, y que en una mano porta el Plan de Ayala con el emblema de Tierra y Libertad y en la otra sujeta un rifle, y se arranca de nuevo para completar los tres puntos suspensivos que dejó flotando en el ambiente de esta tarde calurosa: “Vivimos en una sociedad dispersa. Y a pesar de que aquí tenemos esta imagen emblemática a nuestra espalda, las nuevas generaciones ya no dan mucha importancia a la historia y a la identidad zapatista. Se ha perdido mucho debido al bombardeo de los medios de comunicación. Ya todo está muy agringao”.

Por este motivo, explica entrelazando los dedos de las manos, decide heredar en 2007 la Fundación Zapata que presidió su abuelo Mateo Zapata durante treinta años, para llevar a cabo la difusión cultural del zapatismo a través de libros y documentales, así como para gestionar por medio del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur –del que también es director- pensiones hacia los hijos y nietos de zapatistas que viven en la pobreza.

“Se ha perdido ese sentimiento zapatista porque ya está muy politizada la imagen de Zapata. Sólo se acuerdan de él cada seis años, cuando son las campañas políticas. Por eso mi lucha es que la imagen de este líder revolucionario que tenemos aquí –ladea la cabeza buscando a su bisabuelo- sea para el pueblo, no para los políticos. Esa es mi tarea personal: quitar el emblema Zapata que sirvió durante más de 70 años a los gobiernos para legitimarse y devolver esa bandera a la gente. Porque Zapata quería al pueblo, mientras que a los políticos… –empieza a esbozar una sonrisa en los labios que concluye en una carcajada- ¡A los políticos los detestaba!”.

“Las nuevas generaciones no dan importancia a la identidad zapatista; ya está todo muy agringao”


Video, por Omar Granados (@ogranados1)


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Margarita Zapata, nieta del General revolucionario Emiliano Zapata. //Foto: Manu Ureste

COMPROMISO, compromiso… y más compromiso.

Este es el significado de llevar el apellido Zapata estampado en el pasaporte para Margarita, hija de Luis Eugenio Zapata, y nieta de El Caudillo del Sur. “Yo me siento muy orgullosa de ser nieta del General y llevar su nombre, pero no entiendo que porque seas hijo de alguien debas tener más derechos, privilegios o reconocimientos. No, para mí el hecho de ser Zapata significa únicamente una cosa: compromiso”, se explica la socióloga egresada de la UNAM y doctora en Derecho Penal de la Universidad de Barcelona, mientras comparte una taza de café en su departamento y afirma que entre sus objetivos como dirigente de la 'Emiliano Zapata Fundación de Estudios e Investigación' está continuar con la lucha por quien menos tiene y la defensa de la mujer rural e indígena.

-A ciento dos años de que estallara la Revolución, y a ciento uno del Plan de Ayala, ¿cómo ve la situación del campo mexicano en la actualidad –se le cuestiona-. 

-Creo que queda mucho por hacer… Cien años después, el campesinado ha mejorado muy poco sus condiciones de vida, ya que se ha visto muy afectado por el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Porque, si te das cuenta, nuestro campo ha quebrado debido a que los productos que llegan de este país son muchísimo más baratos que los que se producen aquí, en México. Y claro, esto ha significado la quiebra del campesinado.

-Supongamos que Zapata estuviera vivo en la actualidad. ¿Cuál cree que sería su opinión sobre esta situación que usted plantea que vive el campesinado de México?

-Hoy muchos han vendido su parcela para irse a Estados Unidos debido a la gran necesidad que tienen, o porque no quieren ya seguir trabajando la tierra, ya que creen que en otra parte, y con otra actividad, podrán mejorar sus condiciones de vida. Asimismo, otros han visto en su parcela una forma de salir de la pobreza… pero no produciendo, sino cambiando el uso del suelo y vendiéndolo. Por lo que estamos viendo que cada vez hay más y más vivienda y menos campo productivo. Por eso, yo creo que Zapata hoy les diría a los campesinos mexicanos que no dejen su parcela, que la sigan trabajando.

Tras la exposición de la respuesta, Margarita se ajusta los lentes, y añade:

-No obstante, el problema del campo no hay que verlo únicamente en términos de producción. Hay que verlo de manera global, porque ahí tienes también el tema de la ruptura de la familia, de ese tejido social que se va rompiendo en las comunidades rurales donde hay pueblos fantasmas en los que sólo hay niños y ancianos, porque incluso las mujeres están migrando. Es decir, tenemos a unos hijos que van creciendo solos y sin recursos para estudiar. Algunos optan por intentar irse a Estados Unidos, y los que no pueden… pues son terreno fértil para el crimen organizado.

-Háblenos de la 'Emiliano Zapata Fundación de Estudios e Investigación' y de sus objetivos.

-La Fundación nace en 2002 con el objetivo, precisamente, de recuperar la imagen y el pensamiento de Emiliano Zapata. Porque incluso en ese Tratado de Libre Comercio se utilizó la imagen de mi abuelo. También en las marchas usted podía ver la consigna de ‘Zapata, Viva la lucha’, y yo me preguntaba si realmente esos que marchaban con esa consigna y los que utilizaron su imagen para el TLC, realmente creían o no en Zapata.

-¿Y cuál fue su conclusión?

-Que la mayoría de la gente sólo lo utiliza. Y aquí no dejo exento a nadie: porque el Gobierno lo usa para sus fines electoreros, pero igual lo utilizan los diputados, los partidos… Hay incluso unos diputados que dicen que son representantes del campesinado y creo que nunca han pisado el campo, o sólo se acuerdan de él cuando llega la campaña electoral y van a pedir el voto. Entonces, es muy recurrente ver cómo en algunos actos de campaña tienen la imagen de Zapata junto a ellos, y esto es algo que nos ofende, nos lastima, nos duele –hace una pausa enfática con la mandíbula tensa y los ojos muy abiertos-. Se está manoseando la imagen de Zapata. Ver a Josefina Vázquez Mota abriendo su campaña en la tumba misma de Zapata… es algo como para levantarse en una tremenda indignación y reclamar a todo el mundo. Si mi abuelo resucitara y viera todas las cosas que se hacen invocando su nombre… le aseguro que no iban a tener necesidad sus asesinos de volverlo a matar. Porque de rabia, de decepción, y de vergüenza, se suicidaría. Aunque, eso sí: creo que antes de irse otra vez acabaría con unos cuantos de estos políticos.

Ríe.

“Si Zapata resucitara y viera todas las cosas que se hacen invocando su nombre… sus asesinos no iban a tener necesidad de volverlo a matar. Se suicidaría”
*Artículo publicado originalmente en www.animalpolitico.com 

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