lunes, 22 de abril de 2013

#Fotografía: París (Torre Eiffel)

Tomar un café expresso en el segundo nivel de la Torre Eiffel con mi mujer Lyzbeth, y observar en silencio la inmensidad de Paris desde un cielo cubierto de nubes grises y olor a lluvia contenida. Este era uno de los propósitos remarcados en rojo en nuestro cuaderno de a bordo, y así lo llevamos a cabo el segundo día de nuestro tour-express por la ciudad del amour y el tráfico pesado. 

Subir a la Torre Eiffel puede ser tan sencillo como hacer click en el botón de un viejo elevador (previo pago de 10 euros), o tan sufrido como escalar cientos de escaleras oxidadas durante, al menos, diez o quince minutos dependiendo de tu condición física y aliento. Nosotros, claro, elegimos la opción heroica. Y muy lentamente alcanzamos la plataforma del segundo nivel (para subir hasta la cima sí es obligatorio el uso del elevador -5 euros-) desde la que París se mostró ante nosotros tal y como esperábamos: fría como una mañana más del mes de febrero, y con el encanto propio de una ciudad con tantos siglos de historia durmiendo entre sus estrechas calles...


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Ve aquí las fotografías de Notre Dame 

martes, 2 de abril de 2013

"El problema de hacer fotoperiodismo en México es que no sabes de dónde viene el peligro"


El fotoperiodista estadounidense Louie Palu ha cubierto conflictos en lugares como Irak y Afganistán, y ha realizado series fotográficas en Guantánamo y la frontera mexicana. //Foto: twitter @loupalu



En 2010, tras varios años de cubrir conflictos en Irak y Afganistán fruto de la War on Terror lanzada por la administración Bush como respuesta al 11-S, el fotoperiodista estadounidense Louie Palu empacó la cámara en la mochila y tomó una decisión: viajar al norte de México para retratar su visión sobre las autoridades y los cárteles de la droga que operan en la zona. 

Un par de años y miles de kilómetros recorridos después, el resultado es la serie fotográfica ‘Retratando la frontera: De Tijuana a Laredo’, un paseo visual donde Palu relata su viaje a través de cinco ciudades fronterizas en las que el narcotráfico ha impuesto su ley: Juárez, Tijuana, Nogales, Laredo y Monterrey.


“El problema de trabajar en México es que no ves de dónde viene el peligro y que hay pocos caminos con protección. Si me encontrara en peligro en Afganistán, podría recurrir a una base militar estadounidense para conseguir ayuda. En México, uno no puede confiar en la policía”, explica el autor de series fotográficas publicadas en medios del prestigio de The New York Times o Time en una entrevista, en la que platica sobre la poca atención que la llamada guerra contra el narco (y sus miles de víctimas) genera del lado estadounidense, cuáles fueron los principales retos que enfrentó para llevar a cabo su trabajo en una de las fronteras más peligrosas del mundo, así como de los desafíos físicos y psicológicos que todo fotoperiodista debe afrontar en territorio hostil. 

“Mi mayor miedo en México -asegura a lo largo de esta entrevista- era que alguien me secuestrara en la noche”.


“Tras varios meses de trabajo en la frontera, lo que más me sorprendió fue que el gobierno mexicano no tiene ningún tipo de control en estados como Tamaulipas”

En primer lugar, platícanos sobre tu decisión de cubrir la situación de la frontera entre México y EU. ¿Cuál fue el objetivo que te planteaste cuando tomaste la decisión de retratar con tu cámara toda la frontera norte?

LOUIE PALU (LP): Siempre me atraen las historias que considero no han tenido la atención suficiente. En 2006-2007, cuando estaba trabajando en Afganistán, toda la atención estaba enfocada en Irak y la guerra en Afganistán se olvidó casi por completo. En 2010, casi al término de mi estancia allí, ya tenía la mirada fija en Latinoamérica. Creo que si consideramos todo lo que ha pasado desde que comenzó la “guerra contra el narco”, México ha recibido muy poca cobertura en Estados Unidos en comparación con la excesiva que ha tenido el Medio Oriente.



¿Cómo se prepara un fotoperiodista para realizar un viaje a lo largo de una de las fronteras más peligrosas del mundo? 


LP: Lo primero que hice fue encontrar contactos en ambos lados de la frontera; escritores, fotógrafos, poetas, políticos, sacerdotes, trabajadores sociales y humanitarios. Fui construyendo una red de personas a quienes pudiera hablar para informarme sobre la situación y los peligros del día a día en lugares específicos. Sin embargo, los contactos más importantes siempre están en las comunidades, y hacer ese contacto toma tiempo. Necesitas conocerlos y que te conozcan a ti, recorrer sus calles; siempre serán las mejores fuentes. En mi experiencia, los mejores guías son aquellos que generalmente no son abordados por los medios: dueños de restaurantes, vendedores de la calle. No busqué ningún tipo de inmunidad oficial. En Canadá crecí rodeado de todo tipo de crimen organizado, así que aprendí a moverme en ambientes peligrosos. Además, durante los años que viví en Kandahar, Afganistán, también aprendí a pasar desapercibido frente a aquellos que buscan lastimar a otros.

Imagen del paso fronterizo de Nuevo Laredo-Texas. Foto: Manu Ureste


De todo lo que el lente de tu cámara registró en las cinco ciudades fronterizas que recorriste… ¿qué fue lo que más se te quedó impregnado en la retina? 

LP: Es una pregunta difícil. Creo que lo que más me impactó fue todo lo que no pude capturar. Por la violencia, muchos me aconsejaron jamás visitar Nuevo Laredo o Tamaulipas. Pero tras varios meses lo que más me sorprendió fue que el gobierno parece no tener ningún tipo de control en estados como Tamaulipas. Me encantaría visitar Tamaulipas algún día para trabajar sin sentirme amenazado.


“Es lamentable que el Ejército mexicano esté completamente cerrado a tratar con periodistas; para mí, la negativa es una muestra clara de la falta de transparencia”
¿Cómo fue la respuesta de tus contactos, de gobierno y de asociaciones civiles? ¿Hubo apertura para un periodista extranjero?

LP: En el DF, nadie tenía problemas para hablar, especialmente los políticos. Pero en la frontera, las cosas fueron muy diferentes. Encontré enormes discrepancias entre el panorama fronterizo de los políticos y el de los periodistas. Inicialmente, las personas que viven en lugares violentos suelen ser renuentes a que alguien fotografíe su realidad, principalmente por temor a alguna represalia o asesinato. Conmigo, la gente fue muy abierta y dispuesta a ayudar en lo que pudieran; han sufrido mucho y buscan que todos, incluido su propio gobierno, se enteren de lo que está pasando. Mis contactos me advertían evitar tal lugar o tal persona. El problema es que tarde o temprano, si frecuentas mucho algún lugar, la gente te va reconociendo y en la mayoría de los casos, no podrás saber de qué lado está la persona interesada o por qué razón buscan conocerte.


Es lamentable que el Ejército mexicano esté completamente cerrado a tratar con periodistas. Distintos funcionaron me prometieron en ocasiones llevarme como testigo en algún operativo;  al final, acababan negándomelo o dejándome de contestar los correos. Es lamentable, porque en mi carrera he tenido la oportunidad de acompañar a distintas unidades militares en sus operativos, y la negativa para mí es una muestra clara de la falta de transparencia que hay en el Ejército mexicano.


Una vez retratada la situación en la frontera norte, ¿considerarías hacer un fotorreportaje sobre la frontera sur y la problemática de la migración ilegal?

LP: Todavía hay lugares en la frontera norte donde me gustaría trabajar, como Tamaulipas. Definitivamente me interesaría retratar la frontera sur, aunque he oído que es aún más peligrosa que la frontera norte. Me interesa también capturar el lado estadounidense, cómo éste está impregnado de identidad mexicana como si todavía fuera parte de México. Muchos de los estadounidenses que viven ahí tienen más raíces mexicanas que americanas. Eso me atrae mucho. La primera vez que visité México fue en 1991 al estado de Oaxaca. Me acuerdo que cuando la gente se enteraba que era fotógrafo, me invitaban a sus casas a comer o a tomar; jamás me pidieron dinero o algo más a cambio.


“Los fotoperiodistas mexicanos son de los mejores del mundo; lo arriesgan todo”

El fotoperiodista estadounidense Louie Palu lamentó la falta de apertura informativa del Ejército mexicano. //Foto: Manu Ureste


Sin duda, la llamada guerra contra el narco ha dejado tras de sí miles de muertos y también miles de historias contadas de muy diversas maneras. ¿Cómo ves la situación actual del fotoperiodismo en México?

LP: He trabajado con y alrededor de muchos fotoperiodistas mexicanos y creo que son de los mejores fotógrafos del mundo. Lo arriesgan todo y trágicamente, muchos han fallecido por ello. Creo que al gobierno mexicano le falta mucho por hacer para proteger a sus periodistas, empezando por investigar, juzgar y castigar a los responsables de los asesinatos ya ocurridos. Para mí, fotógrafos como Julián Cardona y Graciela Iturbide han sido grandes maestros con una facilidad para retratar aquello que las palabras no pueden relatar. Los admiro y han sido enormes inspiraciones para mi trabajo.

En 2011, más de 700 medios de comunicación mexicanos firmaron un acuerdo sobre cómo cubrir el tema de la violencia causada por el crimen organizado. Entre los puntos de este acuerdo se encontraba el no convertirse en portavoces de los grupos criminales y en limitar la difusión de fotografías de violencia. En su opinión, ¿las imágenes explícitas alimentan únicamente el morbo… o son necesarias para retratar la realidad?

LP: Esta es una pregunta muy importante. Es cierto que en distintas ocasiones, el crimen organizado ha utilizado a los medios de comunicación para enviar mensajes, intimidar al público y propagar el miedo. Sin embargo, sin la seguridad y las reformas judiciales necesarias para proteger a los medios en comunidades y ciudades vulnerables, el crimen organizado, que se encuentra fuera del alcance de la ley, continuará ejerciendo su influencia sobre todas las áreas de la vida diaria mexicana, incluyendo gobierno y medios de comunicación.

Cuando hablo de seguridad y reformas judiciales, lo hago para describir en términos generales el tema de la impunidad en el país. Considero que la impunidad es uno de los temas principales que estimulan la violencia en México; el hecho de que pocos sean procesados y condenados por sus crímenes. He platicado con vendedores de periódicos en los lugares más violentos que me explican que cuando más venden, es cuando hay imágenes violentas en primera plana. 

Creo que en general, a la gente le interesa enterarse de lo que está pasando en su país, pero creo que ahora, el problema radica también en todos los no-periodistas que han comenzado a tomar fotos violentas y subirlas a internet, contribuyendo al enorme “ruido” visual que está impactando a muchos mexicanos. Es trabajo de los editores de los medios hacer una evaluación, preguntarse si dicha foto contribuye o informa algo o solamente impacta y alimenta morbos.


“A los jóvenes fotoperiodistas siempre les recalco que, a la hora de cubrir un conflicto armado, uno debe estar completamente consciente del trauma psicológico que tendrán que enfrentar. Muy pocos se preparan para ello”

Reporteros que cubren conflictos como Jon Lee Anderson, o el español Jon Sistiaga, aseguran que el miedo les ha salvado en muchas ocasiones de perder la vida durante la cobertura de una crisis. Tú que has cubierto las guerras de Irak y Afganistán, ¿qué medidas tomas para poder retratar la realidad y al mismo tiempo no perder la vida en el intento? 

LP: El tema que más he querido recalcar a jóvenes fotoperiodistas en el cubrimiento de un conflicto armado, es que uno debe estar completamente consciente del trauma psicológico que tendrán que enfrentar haciéndolo. Muy pocos se preparan para ello. Creo que existe un momento en el que pierdes permanentemente una parte de ti en aquella ola continua de tragedia y violencia que estás presenciando. Tengo muchos amigos y colegas que han desarrollado enfermedades mentales a partir de su trabajo. Sería bueno que existiera una especie de grupo de apoyo que pudiera dar asesorías y orientación anónima a distintos medios de comunicación y periodistas que cubren violencia en México. Por el lado físico del peligro, creo que es cuestión de aceptar, desde muy temprano, que hay un peligro inherente en este tipo de profesión.


En Afganistán, mi mayor miedo era pisar una mina y perder las piernas. Vi a muchos pisarlas y quedarse sin distintas partes del cuerpo; incluyendo algunos niños. Como fotógrafo, tienes que estar a unos cuantos metros de lo que capturas, mucho más cerca de lo que tiene que estar un periodista sin cámara y por ello, el trabajo de un fotoperiodista es muy riesgoso. En Afganistán cubrí en diversas ocasiones los enfrentamientos entre insurgentes y fuerzas armadas estadounidenses, canadienses o inglesas. El miedo definitivamente te puede salvar pero también puedes morir cuando menos lo esperas por obra de un francotirador, una emboscada o un artefacto explosivo improvisado, un dispositivo plantado en la tierra que suele ser muy fácil de pisar.


“En Afganistán, mi mayor miedo era pisar una mina y perder las piernas”
Al hilo de la anterior pregunta, y para concluir, ¿en su opinión qué es más complicado para un fotoperiodista: cubrir una guerra abiertamente declarada –como los casos de Irak o Afganistán-, o llevar a cabo un reportaje en un país donde no existe un conflicto como tal -como en México- pero donde puedes ser un objetivo fácil en cualquier momento?

LP: Ambos son conflictos muy complejos y cada uno tiene sus propios desafíos, especialmente cuando tienes una cámara contigo que delata tu profesión a cada instante. Quisiera empezar por decir que muchos comparan a México con Afganistán, pero Afganistán es completamente distinto. En primer lugar, aquella es una guerra que se ha prolongado durante casi 30 años, por lo que hay muchos más civiles y militares muertos; allá también eres un objetivo fácil, puede ser que aún más que en México. Hay minas terrestres, bombardeos suicidas, secuestros y enfrentamientos crudos que utilizan todo tipo de armas pesadas. 

Afganistán también es el mayor productor de heroína en el mundo y por ello, también tiene mucho crimen relacionado con el narcotráfico. Además, se encuentra ubicado entre los problemáticos Irán y Pakistán. Por su parte, México está en el G20 y Afganistán es uno de los más pobres países subdesarrollados del mundo. Irónicamente, son muy parecidos en términos de corrupción e impunidad. 

El problema de trabajar en México es que no ves de dónde viene el peligro y que hay pocos caminos con protección. Si me encontrara en peligro en Afganistán, podría recurrir a una base militar estadounidense para conseguir ayuda. En México, uno no puede confiar en la policía. Mi mayor miedo en México era que alguien me secuestrara en la noche o que hombres armados me dispararan, simplemente por ser periodista.


“El problema de trabajar en México es que no ves de dónde viene el peligro y que hay pocos caminos con protección; si me encontrara en peligro en Afganistán, podría recurrir a una base militar para conseguir ayuda. En México, uno no puede confiar en la policía”
¿No has visto el trabajo fotográfico de Louie Palu (@loupalu) publicado en Animal Político?

Dale click aquí.

Entrevista publicada originalmente en Animal Político.