viernes, 25 de marzo de 2011

"En Tepito queremos imponer el carisma del barrio frente al estigma de la violencia"



Tepito, barrio bravo. Este es el nombre y el apellido de uno de los suburbios del norte de la ciudad de México cuya fama de "barrio cabrón" ha trascendido más allá de las fronteras debido a leyenda de sus boxeadores, la picardía de sus vecinos cuando 'alburean', y, sobre todo, por la adrenalina que se respira en las calles."Tepito siempre ha sido un semillero de campeones… en la delincuencia, en el deporte, en los oficios y en el comercio", explica en entrevista Alfonso Hernández, cronista, 'hojalatero social', y director del Centro de Estudios Tepiteños en cuyas instalaciones se organizan 'safaris' para que los turistas "adrenalinosos" visiten la zona. "La violencia en Tepito se ha convertido en un estigma; sin embargo, nosotros lo que pretendemos es imponer el carisma barrial frente al estereotipo de la delincuencia", afirma Alfonso, quien frente a la leyenda negra del barrio –"se ha llegado a decir que aquí puedes comprar las bases de datos de los servicios de Inteligencia"- denuncia la inoperancia de las autoridades, así como la corrupción policial y la piratería como los grandes males que golpean a Tepito. "Aquí con quien hay que tener cuidado es con la Policía; son rateros con placa. Tienen permiso para robar".
"De Tepito se dice de todo; incluso, que puedes comprar datos secretos del Gobierno"
Usted es cronista del barrio de Tepito. ¿Pero, qué es eso de 'hojalatero social'?
Lo de hojalatero social lo inventé porque muchas universidades exigen que quien da una conferencia tenga un título académico. Entonces, yo dije 'voy a tomar un oficio del barrio' y explicar lo que hago. Por eso inventé lo de 'hojalatero social', como reivindicación de la talacha callejera.

Oiga, a mucha gente le comento lo de 'centro de estudios tepiteños' y piensan que estoy de broma…
(Risas) Nosotros en el centro de estudios tepiteños nos dedicamos a varias actividades enfocadas a la defensa del barrio frente al urbanismo depredador y la 'fayuca' cultural, ese es nuestro principal cometido ya que la constante de Tepito a lo largo de la historia es que siempre ha sido un barrio de resistencia. Entonces, en 1984 decidimos 'inventar' este espacio donde recopilamos toda la historia del barrio desde la época prehispánica hasta nuestros días, lo cual nos ha llevado a hallazgos impresionantes y a valorar muchos lugares y espacios de Tepito que no están registrados en la historia oficial.

¿Cuándo surge Tepito en la Historia?
Todo comenzó con el descubrimiento del 'Lienzo de Tlaxcala', en el cual Hernán Cortés contrató a tlacuilos tlaxcaltecas para que pictografiaran todo el proceso de la conquista. En ese lienzo hay láminas, las 47 y 48, dedicadas a Tepito. Además, hay que señalar que Tepito era un barrio que pertenecía a Tlatelolco, la ciudad que se reveló contra su gemela Tenochtitlan, convirtiéndose así en un bastión de la resistencia.

De ahí, precisamente, esa constante de barrio resistente…
Así es. Esta constante viene desde cuando Cuauhtémoc, (por cierto, aquí está la placa que atestigua que fue hecho prisionero en Tepito), antes de deponer las armas dio un mandato que se conoce como 'la Ordenanza del señor Cuauhtémoc', en el que ordena a los mexicanos a 'seguir luchando en el amparo de nuestro destino' hasta el final.

"El Gobierno no quiere que Tepito vuelva a ser un semillero de campeones"
¿Y lo del 'barrio bravo?
Muchas personas lo relacionan con que Tepito siempre ha sido un semillero de campeones… en la delincuencia, en el deporte, en los oficios, en el comercio… Una de las referencias más antiguas que tenemos de Tepito como barrio bravo es en 1891 en la novela 'Los bandidos de Río Frío'. En esa obra un personaje que está trabajando en la Aduana de Peralvillo mira hacia un caserío miserable donde él se pregunta cómo pueden vivir ahí seres humanos y a dónde no se atreve entrar porque el barrio tiene fama de que los lugareños amenazan con una daga a la mínima provocación a los extranjeros, a los gendarmes… o a los mismos diablos.

Otra referencia que explica el por qué de la 'bravura' de Tepito tiene lugar en 1847, cuando los rangers estaban en la Plaza Mayor de México durante la ocupación yanqui, y las barriadas de Tepito, la Lagunilla, Peralvillo, la Merced, la Candelaria, y la de los Patos, fueron las únicas en resistir la invasión. Es decir, mientras que todos los que vivían en el centro de la ciudad pusieron las banderas españolas, inglesas, etcétera, para proteger sus hogares, la plebe de estas barriadas salió a la calle para enfrentar a los estadounidenses. Y mucho antes, está la referencia de la que platicábamos de Cuauhtémoc, cuando manda a los mexicanos a seguir resistiendo. De ahí que, por todos estos acontecimientos, el nombre de Tepito siempre vaya acompañado del apellido 'Bravo': porque siempre ha defendido el espacio, la forma de vida, el trabajo, y el deporte en este barrio. Aunque ahora el gobierno tiene cerrado los centros deportivos y por eso los gimnasios se encuentren en condiciones tan precarias.

Pero si Tepito ha destacado en la historia por sus campeones de boxeo… ¿por qué cerraría el gobierno los centros deportivos?
Porque no quiere que Tepito vuelva a ser semillero de campeones; porque Tepito cuando se la rifa recrea su fama de barrio bravo. Aunque, eso sí, tampoco nos ponemos de tiro al blanco: en este barrio estamos quietos como un resorte, pero listos como cerillos.


Oiga, pero una cosa es ser un barrio bravo y otra distinta ser un barrio peligroso…
Bueno, precisamente por este motivo el centro de estudios tepiteños organiza 'safaris' por la zona (les llamamos safaris porque los turistas vienen muy 'adrenalinosos') para mostrar a la gente que es más peligroso Polanco que Tepito. Sin embargo, lo que pasa aquí, en este perímetro de 48 manzanas con cincuenta mil habitantes, espanta más por el nombre que lo que pasa, por ejemplo, en Iztapalapa que es la delegación más grande del Distrito Federal con dos millones de habitantes. Y es cierto que hubo un tiempo en el que a los propios pobladores de aquí nos dio por recrear el mito de barrio cabrón, pero ahora se ha convertido en un estigma que tiene señalada la zona; un estigma recreado por los medios de comunicación y el gobierno para especular inmobiliariamente con ella. Pero nosotros no nos afrentamos por esto; lo que pretendemos es imponer el carisma barrial por encima del estigma de la inseguridad, para superar los estereotipos. Nosotros, lo que mostramos son los anti-estereotipos.

"A Tepito siempre lo acompaña el apellido 'bravo'; históricamente ha sido un barrio de resistencia"
Pero no me negará que en Tepito hay delincuencia, narco-menudeo, piratería, pornografía de todo tipo…
Bueno, yo hablaría más que nada de la piratería, la cual nos ha creado más problemas que beneficios. ¿Por qué? Porque ha empobrecido al mercado de Tepito; las ganancias son en centavos. Pero dígame una cosa: ¿quién fomenta la piratería? La sociedad del espectáculo, para que el pueblo deje de ser pueblo y se convierta en público consumidor de sus artistas, eventos y programación. Y una vez que captó a ese nicho comercial, la siguiente fase es la pornografía. Es el snuff, es la violencia.

"Aquí los abuelos te enseñan a traer siempre 'en chinga' al ángel de la guarda"
Sí, pero además de pornografía se dice que en Tepito uno puede encontrar… de todo.
(Risas) Sí, de Tepito se han dicho muchas cosas. Incluso se ha llegado a decir que aquí puede comprarse las bases de datos de los servicios de inteligencia del gobierno; o que Tepito surte a todos los cárteles de la droga mexicanos. Mire, todo es parte de la leyenda negra de este barrio. Aunque déjeme decirle que preferimos la leyenda negra a la amarilla.

De acuerdo, leyenda negra. Pero, todas esas patrullas de Policía dando rondines no parecen una leyenda ni un mito urbano…
Claro, ahí están. Pero, como le decía, preferimos esa leyenda negra al amarillismo policiaco. En estos momentos Tepito es el único barrio vivo que hay en el centro de la ciudad, y por ello hay que pegarle. ¿Y cómo le pegamos? Con cincuenta cámaras de vigilancia, con operativos nocturnos, cerrando sus centros deportivos para que no vuelva a ser semillero de campeones… Por ello, invierten todo lo necesario en la economía de la vigilancia para demostrar que no hay que ir a comprar a este barrio. ¿Pero qué pasa? Que Tepito sigue siendo el ropero de los pobres. Nosotros defendemos la economía informal frente a la economía criminal.

"Reivindicamos la cultura de la pobreza; somos un barrio pobre que dejó de ser miserable"
Disculpe que le insista. ¿Pero qué hay de la delincuencia y el narco-menudeo?
Mire, si hay narco-menudeo y si hay crimen organizado dentro de Tepito es por la corrupción policiaca. Porque así como saben dónde pueden localizar a cualquier persona, saben dónde se vende todo esto. Entonces, ¿para qué se hacen pendejos? Todo esto forma parte de la economía de la vigilancia, para meter miedo a la gente y desprestigiar el barrio.

No obstante, la propia gente de aquí recomienda tomar precauciones cuando paseas por la calle…
Claro, en Tepito los abuelos nos enseñan a traer siempre 'en chinga' a nuestro ángel de la guardia. Es decir, nuestro ángel nos dice 'abusado y no hagas pendejadas', 'cuidado por acá, cuidado por allá, ojo con la policía…'

Me llama la atención su fijación con la Policía…
(Risas) Conozco muchos otros 'Tepitos' en el mundo. Pero la verdad es que aquí sí hay que tener mucho cuidado con la Policía. Son rateros con placa; tienen permiso para robar.

¿Puedo usar esa declaración?
Por supuesto.

****
En breve, la segunda parte de la entrevista con Alfonso Hernández, cronista y 'hojalatero social' del barrio bravo de Tepito

lunes, 7 de marzo de 2011

Fotografía: 'La calle suena'


En el post de hoy les presentamos la primera parte de la serie fotográfica 'La calle suena', la cual está compuesta por una serie de imágenes tomadas en el centro histórico de la ciudad de México, donde artistas urbanos de todo tipo -desde breakers a bandas de rock improvisadas en plena calle- expresan su talento e intentan ganarse la vida como buenamente pueden.

Para ver la galería haz click aquí.




sábado, 5 de marzo de 2011

Diarios de un Vocho: Viaje a la Frontera (Parte V)



El vuelo

8.30 AM
En algún lugar del espacio aéreo mexicano

A la primera turbulencia, un escalofrío se me atoró en la boca del estómago. El avión había despegado según lo previsto y a esas horas me encontraba sobrevolando alguna parte del espacio aéreo entre el Estado de México y Nuevo León. Al menos, traté de convencerme, me quedaba el consuelo de que sería un trayecto corto, de apenas una hora y cuarto de duración. Además, el cielo estaba completamente despejado y, según el piloto de la nave, "no esperamos rachas de viento lateral de especial importancia".

Y así fue. El avión de la compañía Volaris prácticamente ni se inmutó… O al menos no lo hizo hasta que la crew de la aeronave alertó a los señores pasajeros de que el comandante mengano y el copiloto perengano acababan de iniciar las maniobras de aterrizaje. Entonces… llegaron las tinieblas: el infinito cielo azul intenso, en cuyas profundidades se podía apreciar un fondo deslumbrante de nubes de algodón blancas como las que aparecen en nuestras más profundas ensoñaciones celestiales, dio paso a un mar gris, turbio, enrarecido, por cuyas aguas misteriosas iba buceando con nula visibilidad aquel Nautilus con alas de chicle que me llevaba a bordo.
Lentamente, el avión fue descendiendo. Lo hizo con suma pericia, como si fuera completando niveles: un tironcito y abajo… un tironcito y abajo. El viento lateral del que hablaba el piloto que no sería de especial importancia, soplaba ahora con todo. Pero la aeronave, a pesar de que no era uno de esos monstruos con capacidad para transportar a cuatrocientos pasajeros a través de los mares, aguantaba orgullosa el embiste a golpe de panzazos.

Otro tironcito… y abajo. Otro tironcito y más abajo. El mini-boeing seguía descendiendo muy despacio. Sin precipitarse a pesar de que las fuertes rachas de aire encabronado amenazaban con arrastrar al aparato por la cola y el lateral derecho para jugar con él como si en realidad se tratase de un avión de papel lanzado desde una ventana. La presión empezaba a notarse. Los oídos hacían molestas pompas con el cambio de altitud y en el interior del avión un silencio tenso, incómodo, se extendía a lo largo del pasillo donde ninguna de aquellas azafatas con sonrisa ensayada asomaba ahora la cresta para desearte de corazón un feliz vuelo con su compañía.
Al fin, un ruido metálico a nuestros pies dio paso al tren de aterrizaje. Los alerones de las alas comenzaron a recular aquí y allá y el avión inclinó ligeramente el morro hacia atrás para ir poco a poco dejando asomar la panza de aluminio y disponerse a posar las ruedas sobre la pista. El mar de nubes grises que envolvió durante varios minutos nuestro incierto destino había quedado a varios metros de altura y el suelo mojado por la lluvia del Aeropuerto regiomontano se veía claramente por las ventanillas del aparato que ahora parecía un ángel encarando la pista con sus inmensas alas desplegadas.

Era cuestión de minutos. Tal vez segundos. Otro tironcito y un poco más abajo. Otro tironcito y… ¡pom!. Las ruedas, al fin, tocaron tierra firme. Las turbinas frenaron a la máxima potencia y, tras los últimos segundos de respiración contenida, el vuelo de Volaris número XY3Z con destino a la ciudad de Monterrey llegó a las nueve y cuarenta y cinco de la mañana. Casi de inmediato, todos los pasajeros nos desabrochamos aliviados los cinturones y fuimos abandonando progresivamente la aeronave. En la puerta las aeromozas seguían a lo suyo: siempre profesionales, con el maquillaje impecable, tragando saliva por el susto, pero con su sonrisa de oreja a oreja.

Fotografía: ManuVpC

martes, 1 de marzo de 2011

Diarios de un Vocho: Viaje a la Frontera (Parte IV)



En el Aeropuerto

8.15 AM
Aeropuerto Internacional de Toluca (Estado de México)

Las manos me empezaban a sudar. Eran las ocho y cuarto de la mañana aproximadamente y estaba previsto que el vuelo de Volaris número XY3Z con destino a la ciudad de Monterrey despegara en cosa de cinco minutos. Atrás había dejado el trayecto entre la estación de Observatorio y el Aeropuerto Internacional de Toluca. Un trayecto que, a pesar de la tardanza del Metro –según mi cuaderno de abordo éste debía llegar a Sevilla a las cinco en punto de la madrugada cuando arribó media hora más tarde (anotación: no contaba con que el convoy, efectivamente, iniciaba su recorrido a las cinco… pero desde la estación de Pantitlán, como unas diez estaciones de distancia de donde yo me encontraba)-, pude completar de acuerdo a los planes iniciales gracias a que el mini-autobús de la compañía Caminante se había retrasado unos diez minutos ante la falta de clientes. Sin embargo, como sospechaba en el capítulo anterior, tuve que correr. Y mucho. Tanto como mis piernas y mi sentido del ridículo me permitieron para salir como una bala del convoy, buscar la terminal de autobuses -que para colmo no estaba dentro de la estación del Metro sino en la central que hay enfrente-, plantarme delante del mostrador con el aliento justo para decir hola buenos días tenga usted señorita, deme un boleto para el próximo camión que salga por favor, pagar los ochenta pesos, subir el equipaje al camión medio vacío, respirar aliviado mirando el reloj, echar una cabezadita en el camino a pesar de las numerosas curvas de la pista México-Toluca, y en una hora exacta llegar al aeropuerto. Y todo, como les decía, justo a tiempo.

Ya en el aeropuerto de Toluca uno nota de inmediato la diferencia con el mega-monstruo Juárez del Distrito Federal. El de la capital del Estado de México es un aeropuerto cómodo. Práctico. Ideal para turistas con pocos sellos en su pasaporte: sin grandes complicaciones, ni veinte terminales por las que correr como un loco con espumarajos saliéndote por la boca en busca de tu puerta de embarque. Aquí no. En este caso la cosa es bien sencilla: el transporte te deja en el estacionamiento, entras por la puerta principal de salidas nacionales –la única que hay-, localizas tu compañía aérea entre los mostradores del pasillo, esperas entre cinco y diez minutos en la fila –tal vez un poco más en un lunes a primera hora de la mañana-, facturas tu equipaje y… listo. El avión te espera.
Como a mí me esperaba el mío. Arrancadito ya en la puerta de embarque número tres. Con las escalerillas de metal ya instaladas, los pasajeros abordando con cara de sueño, y las aeromozas en la puerta del aparato dándote la bienvenida con el diario en la mano y deseándote de todo corazón con su sonrisa más ensayada que, por favor, "disfrutes del vuelo".

Fotografía: ManuVpC