miércoles, 27 de octubre de 2010

Sucedió en Coyoacán (2ª parte)

****


"Escúchame, me dijo un anciano
enséñame, me dijo un marciano..."

Lírico,
Doble V


No había duda: su expresión era de indignación. De una descomunal y sincera indignación. Como si realmente al viejo le costara comprender lo que tenía ante sí -cómo te atreves, -parecía preguntar-. Cómo chingaos te atreves- y además se negara de plano a dar por válido argumento alguno del tipo no oiga, mire usté, es que yo...
Su mirada reflejaba un color azul intenso, y sus ojos eran rotundos a pesar de las arrugas que anidaban en su afilado rostro. Todo en él iba 'a juego': vestía una elegante camisa azul claro de marca gringa, con el cuello y los puños en color blanco que se arremangaba informalmente hasta los codos dejando ver unos brazos todavía fuertes; un reloj de acero inoxidable bien conservado; una elegante corbata italiana de nudo double windsord-; unos tirantes en azul marino sin estampados; pantalones de vestir estilo raya diplomática; y los zapatos negros y recién pulidos. Como Dios manda, por supuesto.

Probablemente, hacía alguna década que el viejo peinaba canas. Aunque más que canas, su pelo ya empezaba a amarillear como esos viejos periódicos que nadie quiere y pisotea por las calles mojadas. Sin embargo, conservaba intacta su vanidad de caballero: peinaba escrupulosamente su todavía abundante cabello con gel, estirándolo todo para atrás, como si fuera Robert de Niro interpretando a algún mafioso del Chicago de Al Capone y compañía, y a su paso dejaba tras de sí un inconfundible aroma a fragancia de loción after-shave y perfume de lavanda con un ligero toque a madera. Todo un baron Dandy.

Cómo se apareció frente a mí, nunca lo supe. Aquella mañana, tras analizarme frente al espejo y quejarme por las marcas de los fierros en mi maltrecha espalda -"Sólo el colchón conoce el peso de tus sueños", me recordaba el Ipod-, salí a las calles de Coyoacán decidido a poner rumbo a la Plaza de Abastos.

Eran las once de la mañana, más o menos. Sobre la mesa de la cocina había dejado la taza de café con el dibujo de la Torre Eiffel ya vacía y una noticia a medio leer sobre el último escándalo –travesti incluido- de los futbolistas de la selección mexicana tras el partido que jugaron en Monterrey contra Colombia. Agarré la tostada mordisqueada del plato para el camino, y empecé a caminar refugiado en las reflexiones que llegaban desde los auriculares a lo largo de la calle Aguayo hasta llegar al cruce con Xiconténcatl. Antes, todavía con las legañas, los pelos revueltos y el cuerpo para pocos fandangos, había salido a la calle casi en pijama a comprar el diario en el parque Hidalgo pasando por delante de la fuente de los Coyotes, donde el pesao del organillo seguía machacando al personal con el mismo puto mariachi de todos los días -'No vale nada la vida, la vida no vale nada...'-.

Giré a la derecha en Xicontecátl. Y luego me metí a la izquierda para caminar con la columna algo encorvada hasta la calle Ignacio Allende. En la acera de enfrente, junto a una cafetería estilo colonial aún sin clientes, una pareja de policías se dedicaba a pasear con las manos metidas en el chaleco antibalas, silbando y haciendo como si tal, mientras que a mi espalda el voceador del metro vociferando "¡Metro General Anaya! Súbale güero. Metro General Anaya, ¡súbaleeee!", ya era sólo un lejano rumor que se diluía como un sueño a punto de romperse al amanecer.

Estaba al final de Allende. En la esquina, el semáforo aún estaba en rojo para los peatones. Esperé paciente. Con las manos metidas en los bolsillos de los tejanos empecé a contar: uno, dos, tres, cuatro... Pero aún quedaban otros cuarenta y seis segundos para el go ahead y, extrañamente a esa hora, ningún coche atravesaba la avenida. Así que lo ignoré. Di una zancada al frente, y una vez del otro lado de la banqueta vi que un agente de tránsito me miraba desde su moto con cara de pocos cuates. "Pies, para qué os quiero", me dije. Aligeré el ritmo y tomé de nuevo a la derecha para encarar la bacheada calle París, la cual habría de llevarme hasta el mercado de abastos.

****


Foto 1, Parque Miguel Hidalgo
Foto 2, Catedral de Coyoacán

www.flickr.com/photos/manuvpc

jueves, 21 de octubre de 2010

Y las elegidas son...

Estimated amigos de VPC. Gracias por acudir al llamado de este blog para ayudarme a elegir las cinco fotos que deberían participar en el concurso que está llevando a cabo el diario Publimetro. La verdad es que no esperaba tanta participación, así que, una vez más, os reitero mi agradecimiento. Bueno, y ahora después de tanto rollo, aquí está el resultado final de vuestras votaciones. He de decir que ha estado bastante reñido y que, de hecho, ha habido un triple empate de votaciones para elegir cuál sería la primera foto ganadora. Por ello, decidí el orden en base al número de vistas que cada fotografía tenía en el Flickr para, finalmente, seleccionar una triunfadora. Este es el resultado:


1er. lugar,
con 9 votaciones (y 40 vistas en Flickr)


****
2º lugar,
con 9 votaciones (y 27 vistas en Flickr)



****
3er lugar,
con 9 votaciones (y 20 vistas)



****
4º lugar,
con 7 votos


****
5º lugar,
con seis votos


****

6º lugar,
empatadas a cinco votos





Gracias por vuestra ayuda!!!

Vivir para Contarlo
También en: http://www.flickr.com/photos/manuvpc

viernes, 8 de octubre de 2010

VPC os necesita!!!


A mis cuatro lectores,

VPC os necesita! Veréis, resulta que voy a participar en un concurso de fotografía que organiza el diario Publi Metro para no profesionales. Entonces, me piden que seleccione 5 fotos y se las mande... Y claro, no sé muy bien cuáles elegir. He pensado que podría mandar algunas de las últimas que tomé en el zoológico de Chapultepec. Como son 26 las que preseleccioné (el álbum se llama 'Mundo Animal'), decidí subir las fotos a mi página de flickr para que podáis darme vuestra opinión. Es decir, necesito que les echéis un vistazo y me digáis cuáles son, a vuestro juicio, las que deberían participar en el concurso. Me podéis dejar el comentario aquí en el blog, o bien en el mismo flickr. O me podéis mandar un correo, como gustéis. Pero el caso es que me echéis la mano!

Esta es mi dirección de flickr:
www.flickr.com/photos/manuvpc

Cuento con vuestra sincera opinión! Algunos compañeros como Ischarls ya me dejaron su punto de vista en el flickr.

Gracias!!
VPC

martes, 5 de octubre de 2010

Sucedió en Coyoacán (parte 1)

Manuel Ureste/VPC

Cuando al fin pude abrir los ojos, todo a mi alrededor era oscuridad. Una infinita, profunda y húmeda oscuridad.
Hacía diez minutos que la alarma del despertador había sonado por primera vez desde que fuera programada la noche anterior. Era lunes laboral en la vieja Coyoacán de Frida Khalo y Diego Rivera. Sin embargo, yo aún daba vueltas en la cama. Pegado a las frías sábanas, sin un empleo por el que alquilar mis ideales bajo el pretexto de una 'línea editorial' que seguir a rajatabla según los vientos políticos que soplen, y con unas cálidas piernas morenas envolviéndome la cintura bajo las mantas. "Después de todo... creo que podría acostumbrarme a esta vida", sonreí.

Abajo, en algún lugar de las veinte mil leguas de viaje submarino que era mi cuarto, el suelo estaba frío. Congelado como uno de esos espermatozoides durmientes que esperan su chance en una probeta de laboratorio. Me puse de pie y palpando con la palma de las manos el incierto espacio abierto llegué hasta el ventanal que daba al parque Hidalgo no sin antes tropezarme con un vaso de cristal que desparramó el agua encima de una editorial amarillenta sobre el cambio climático y sus desafíos. "Global Warming: Aún estamos a tiempo", rezaba el encabezado.

Al abrir la ventana de madera algo carcomida, un suspiro de aire fresco y de luz alcanzaron a colarse por la rendija corrompiendo tímidamente la oscuridad. La habitación seguía en tinieblas, aunque había entrado la suficiente claridad como para distinguir la forma de aquellas cuatro paredes. Ahora, pensé, al menos podía intuir dónde estaba cada cosa: la cama de escaso cuerpo y medio seguía en sus sitio, pegada a una amplia pared lisa y blanca adornada con una réplica barateja de 'Las Meninas' de Velázquez. Junto al catre, había una mesa de plástico verde de patas endebles con medicamentos para anestesiar el dolor de muelas sobre la superficie, algunos pesos sueltos con el águila zampándose a aquella serpiente de largos colmillos, tickets para el Metro, una factura arrugada del Samborns y una lamparita de color blanco para leer en las largas noches de invierno. En el suelo, sobre una alfombrita para poner los pies, estaba abierta por la página treinta y nueve 'Trilogía de Nueva York', la novela detectivesca del norteamericano Paul Auster.

A mi espalda, a la derecha de la puerta de entrada al cuarto, vi un reflejo. Era una imagen borrosa; una silueta grisácea apenas perceptible. Retrocedí entonces unos pasos para averigüar de qué se trataba y allí me quedé durante unos segundos. Inmóvil. Con un pie subido al empeine del otro y con ganas de ir al baño a mear. Observando. Escuchando los latidos del corazón y sin perder de vista al tipo que tenía frente a mí: un desconocido de ojeras moradas, cara pálida, pelo revuelto, barba de varias semanas y una barriga ciertamente venida a más en los últimos tiempos. "Un viejo", dije en voz baja acercando el dedo índice hasta tocar la imagen del espejo. "Es un viejo de 28 años".



****
Fotografía: Manu VPC
Parque de Coyoacán, Ciudad de México