lunes, 22 de noviembre de 2010

Fotografía: Desfile de la Revolución (2ª y última parte)

Como anuncié hace un par de días, os dejo la segunda parte de la exposición fotográfica sobre el Desfile de la Revolución, el cual tuvo lugar el pasado domingo en el Distrito Federal. A ver qué os parece. Por cierto, comentaros que 'Vivir para Contarlo' participa desde el sábado pasado en 'Nómadas', la red social de fotografía del diario ABC (España). La primera exposición que presento se llama 'Retratos de la lucha campesina', y parece que, al menos por ahora, está teniendo una buena crítica. Esta es la dirección (por si gustáis echarle un vistazo y apoyar de paso mi exposición -las que más votos tengan serán elegidas como galería de la semana y optarán a publicar en la edición impresa de ABC-): http://nomadas.abc.es/

VPC



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Fotografías por:
Manu VPC
www.flickr.com/photos/manuvpc

y ahora también en:
http://nomadas.abc.es/




sábado, 20 de noviembre de 2010

Fotografía: desfile de la Revolución

Este 20 de Noviembre México celebró el centenario de la Revolución Mexicana; y lo hizo con varios eventos conmemorativos y un gran desfile por el paseo de la Reforma francamente bonito para la vista: charros a caballo, adelitas, zapatistas de sombrero ancho venidos desde el sur, don Porfirio Díaz, soldados bigotones a lo Pancho Villa llegados del norte, así como vivas a México y a la Revolución pusieron el color a un día muy especial para esta nación, que hoy recuerda el alzamiento del pueblo contra la injusticia y la opresión de la dictadura. Espero os gusten las fotografías. En breve pondré la segunda parte. ¡Viva la Revolución!

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Fotografías,
por Manu VPC

www.flickr.com/photos/manuvpc

jueves, 11 de noviembre de 2010

Café en La Cibeles



"Madrid, Madrid, Madrid...
en México se piensa tanto en ti"

Caray, qué cosas oye. Nunca se me había ocurrido escribir un artículo sobre Madrid, ese "pedazo de España" en la que yo no nací –soy madridista, mas no madrileño.- Y menos, estando a más de once horas de vuelo del Internacional de Barajas. Pero en fin, supongo que es lo que tiene esto de vivir en Ciudad de México: que hay días de esos que te levantas con el recuerdo del "sabor de las verbenas y de tantas cosas buenas", que diría el chotis del Flaco de Oro y Lolita Flores, que a veces no sabes muy bien si vas esquivando a ejecutivos con sus maletines y olor a perfume caro por el paseo capitalino de Reforma, o si vas caminando con los auriculares pegados a las orejas por la Gran Vía madrileña.

Les cuento.

En este momento en el que les escribo, estoy en los límites de la Zona Rosa y la Colonia Roma, sentado en la terracita de la cafetería 'El Jolgorio'. En una silla de mimbre y una mesita de plástico -que jura es madera de la buena-, con el diario a medio leer abierto por la sección nacional, un expreso cortado, un camarero impertinente, y una música francamente molesta de guitarra eléctrica y voz rasgada de ultratumba que desentona a más no poder con los pajarillos cantando, la fuentecita echando agua limpia a borbotones, y la pareja de viejecitos tomados de la mano que tira migas de pan a las palomas.

Para más señas diré que es la hora del café y el cuernito con filadelfia. Sin embargo, la terracita donde una placa y un ramo de flores recuerda "al muy preclaro y amado Carlos Monsiváis" aún está vacía. O bueno, casi vacía. Porque estoy yo, escribiendo pensamientos en mi nueva libreta de color rojo y sin cuadrículas, y unas mesas más allá hay otro señor. El cual, según mis apuntes manuscritos, debe haber superado tranquilamente la barrera de los cincuenta; usa lentes sofisticadas de montura transparente; no lleva anillo de casado; corta su pelo gris con disciplina marcial -rapado de abajo y más largo de arriba-; y viste saco azul marino, camisa blanca, corbata de cuadritos, y unos pantalones grises de dudoso gusto. Además, ya que le interesa el chisme, añadiré que en este mismo instante el tipo está hojeando la sección deportiva del diario Reforma. Pasa las páginas con desgana y de vez en cuando se ajusta las gafas para echarle un vistazo con descaro a las piernas de una señora que lleva un buen rato paseándose por la zona con su perro finísimo 'de marca' debajo del sobaco. Ahora sonríe con picardía y vuelve en silencio a su lectura rápida de fotos a seis columnas, mientras a su alrededor comienzan a caer las primeras hojas del otoño que recién llegó.

Lentamente, la mañana va pasando. Y el puto autobús rojo con el Ángel de la Independencia serigrafiado sobre un fondo rojo con una veintena de chinitos a cuestas no se larga. Trueno la boca. Mmmta madre. El ruido del motor requemando carburante por un tubo no me deja concentrarme en lo que estoy leyendo –un artículo sobre las presuntas conversaciones telefónicas entre un diputado y un capo de la droga-. Y la música heavy que el mesero se ha empeñado que me trague de buena mañana con papas y su correspondiente guarnición, tampoco.

Pero la propaganda psicológica de mis miradas pronto dan su merecida recompensa: del rock metal de los Ángeles del Infierno hemos pasado a Compay Segundo y su 'chan, chan' -chico ya tu sabes-. Bueno, me digo. No es Agustín Lara, pero algo es algo. Sonrío aliviado intentando completar mi lectura, cuando en esas los astros terminan de alinearse y el chofer del autobús toma la decisión de meter la primera velocidad con suavidad. Luego, va soltando el embrague despacito, sube las revoluciones del motor, acelera –brum, brum-, y el Ángel de la Independencia dice adiós muy buenas y empieza a moverse del lugar dejando tras de sí otra imagen caída del mismo cielo: la Cibeles. Diosa de Madrid.

Y efectivamente, allí estaba –áiba la ostia, exclamé-. En la defeña 'Plaza Villa de Madrid'. Majestuosa e imperturbable. Viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá. Solo que ésta, con su carrito y sus fieros leones rugiendo y todo, se encuentra a más de diez mil kilómetros de distancia de Recoletos. Portugal y vasto océano de por medio incluidos.

Pues qué cosas, ¿no? –pensé en voz alta-. Ahora va a ser que México y España, con resquemores 'gachupinescos' de nuevo y viejo Mundo, y rollos del Bicentenario aparte, se parecen más de lo que había imaginado. Y entonces juro que, justo cuando empezaba a escribir en el cuaderno rojo sin cuadrículas las similitudes que, a mi juicio, hay entre ambas ciudades 'capitalinas' –el parque del Retiro y el bosque de Chapultepec; la Gran Vía y Reforma; la Cibeles de aquí y la Cibeles de allá…-, el tipo del que les hablaba que estaba a unas mesas de distancia de la mía, volvió a alzar la mirada, sonrió de medio lado, cerró el periódico, se ajustó los lentes, carraspeó la garganta, y , quedándose el tío más ancho que largo, le soltó a la señora del perro un piropo retrechero, "más castizo que la calle de Alcalá". Joder.

Fotos: ManuVPC

Pd: Os dejo con el chotis 'Madrid, Madrid, Madrid', uno de los himnos más populares de España a cargo del grandísimo compositor veracruzano Agustín Lara 'El flaco de oro' y de la no menos grande Lola Flores. El tema, compuesto por Lara, formó parte de la película 'La Faraona', la cual precisamente le dio ese sobrenombre a la ya fallecida folclórica Lola Flores. Por cierto, me hizo gracia -y al mismo tiempo me hizo reflexionar- un comentario que leí en Youtube a raíz de este video. Lo hizo además un catalán que vive en la Ciudad de México: "¿por qué chingaos ya nadie hace música así? Ahora todos queremos ser emos, canis o barbis". Y sí, es cierto. Ahora no hay más que poner la MTV cinco minutos para ver cuánto gilipuertas cantamañanas hay por ahí suelto cobrando millonadas ¿cantando? cuatro chorradas.
En fin, disfruten el video. Porque como dice 'La Faraona', "es canela fina".

lunes, 8 de noviembre de 2010

Sucedió en Coyoacán (4ª y última parte)

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- Mijo, y ora por qué esa cara?-, preguntó el viejo a boca jarro. Poniéndome caras y encorvando exageradamente la espalda imitando mi caminar.

- ¿Perdone?-, contesté.

- Dije que por qué tan triste. Por qué esa cara de cordero camino al matadero-, volvió a repetir, dando unos pasos hacia mí arrastrando los pies e insistiendo en dejarme en ridículo en medio del mercado.

Me puse de inmediato a la defensiva. Crucé los brazos, le retiré la mirada y me mordí la lengua maldiciendo a todos los santos en silencio por consideración a sus canas.

- No sé de qué me habla señor, si me disculpa...

- ¿Qué edad tienes?

- ¿Cómo dice? Oiga yo...

- Te pregunté que... qué... edad... tienes. ¿Si oyes bien, mijo?

- Sí señor. Le oigo estupendamente. Tengo 28 años, ahora si me disculpa quisiera seguir con mi camino... -contesté. Sin embargo, el viejo soltó una tremenda carcajada antes de que pudiera añadir algo a los puntos suspensivos que flotaban en el tenso ambiente. Una exagerada y sonora carcajada que hizo que a unos pocos pasos de nosotros la señora del mandil azul claro lleno de mierda y pañuelo anudado a la cabeza que despachaba a una pareja de ancianos un cuarto de kilo de cebolla blanca nos mirara por el rabillo del ojo y cuchicheara algo entre dientes-.

- Perdona mijo, ¿has dicho 28 años?-, insistió en el asunto, abriendo los ojos como platos y endureciendo el gesto del rostro.

- Sí señor, he dicho 28.

El viejo volvió a reír exageradamente y se sacó del bolsillo del pantalón de raya diplomática un pañuelo blanco de tela con unas iniciales bordadas en oro. Se lo pasó por la frente con parsimonia, tomándose su tiempo -tal vez para exigirse prudencia y paciencia-, lo dobló de nuevo con mucha calma mientras no dejaba de apuntarme con la mirada y se lo guardó en el bolsillo.

- ¿Sabes? –contestó al fin-. Es gracioso. Yo acabo de cumplir 85 años. Voy de camino a los noventa, ¿cómo ves?

- Señor, mire. No quiero parecer grosero, pero la verdad es que yo… -intenté argumentar. Otra vez sin éxito-.

- Voy de camino a los noventa, mijo. ¡Y mírame! ¡Estoy fuerte como un toro! –gritó tocándose los bíceps y poniéndose recto como un recluta en su primer día ante su sargento de infantería-. ¡Soy duro como el roble! Y pienso vivir hasta que Diosito me diga que pa’rriba voy. En cambio tú… Dime, ¿tú qué piensas hacer al respecto?

No supe qué contestar a su pregunta. Guardé silencio.

- Ahora dime. ¿Por qué la tristeza?

- Estoy preocupado –balbuceé al fin con la cabeza gacha en algo parecido a un argumento-. No encuentro trabajo.

- Vaya… -suspiró, relajando por primera vez la expresión del rostro y llevándose la mano derecha a la barbilla en un gesto pensativo-. Sí, no corren buenos tiempos para la chamba. La crisis, o eso dicen esos pendejos del Congreso.

- Pues sí –asentí con la cabeza-. Eso dicen.

- Pero, ¡eso no es excusa! –volvió a ponerse en guardia-. Si algo te preocupa, tendrás que hacer algo para solucionarlo, ¿no? ¿O es mejor andar llorando por las esquinas?. Mira güero, eres joven y estás sano. Pero para andar con una hembra así –apuntó con la cabeza en un gesto pícaro a una mujer hermosa, alta, morena, de ojos tapatíos que por allí pasaba- se necesita otra actitud. ¿Si me entiendes? Se necesita ponerle güevos al asunto. ¡Güevos! –sentenció poniendo las palmas de las manos hacia arriba y los dedos ligeramente flexionados hacia adentro-.

- Creo que le entendiendo –contesté bajando la mirada, sinceramente abatido por la regañiza que me estaba poniendo el viejo delante de extraños. Sin embargo, ya no maldije. No sentía rencor por aquellas palabras recriminando mi actitud de esa mañana. En el fondo, me parecía estar oyendo a mi padre recordándome las claves para afrontar la vida sin su escudo-. Sí, tiene razón –admití-. Tiene usted toda la razón.

El viejo entornó la mirada y sonrió.

- ¡Pos órale mijo!, ya póngase a lo que está y disfrute. Porque le aseguro que lo demás... –hizo una leve pausa-. Lo demás todo llega. Se lo digo yo.

Tras concluir la frase, ambos nos quedamos mirando en silencio sin saber muy bien qué añadir. Al fin, me soltó del brazo y puso su mano en mi hombro. Pues bien, es hora de seguir cada quien con su camino, parecía decirme. Así que, sin darme tiempo a darle las gracias, me miró fijamente por última vez con un gesto triste en el rostro, y comenzó a caminar hasta confundirse a lo lejos entre los puestos de aguacate y flores marchitas. Dejando a su paso un nostálgico aroma a lavanda, con un elegante toque de madera.


sábado, 6 de noviembre de 2010

¡Viva la Revolución!



Noviembre es el mes de la Revolución mexicana. Y por tal motivo, Vivir para Contarlo dedica su imagen (con el general Villa y el legendario Zapata a la cabeza) a uno de los acontecimientos de mayor calado histórico en la historia de este país.
Por ello -si la economía no lo impide-, está previsto un viaje para la próxima semana a San Miguel de Anenecuilco (Ayala, estado de Morelos), pueblo natal de Emiliano Zapata, así como a Cuautla, primera ciudad tomada por las fuerzas revolucionarias y lugar donde se puede visitar la antigua estación de ferrocarril que sirviera de cuartel zapatista, la máquina 279 que era utilizada durante la época de la Revolución, y el monumento donde descansan los restos mortales del llamado 'Caudillo del Sur'.
Además, tanto en este blog como en Flickr, llevaremos a cabo una exposición fotográfica sobre la Revolución y sus mitos. Espero que resulte de vuestro interés. ¡Que viva la revolución!


Para ver la exposición fotográfica:
www.flickr.com/photos/manuvpc

jueves, 4 de noviembre de 2010

Sucedió en Coyoacán (3ª parte)


El griterío era descomunal. Y no era para menos: cientos de vendedores se agolpaban sobre los nuevos clientes que iban llegando, pegándose codazos y apareciendo hasta debajo de los chiles xalapeños para preguntar amablemente si no gustaba una quesadilla en quince pesitos, o ándele pues jovenazo, treinta ya con el chesco incluído. ¿Cómo la ve?
Poco a poco, y con diplomacia –no gracias, híjole no llevo cambio, ahí pá la próxima-, me fuí abriendo paso por aquel recinto de los tiempos de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y compañía. Los pasillos estaban repletos de cabezas de cerdo cortadas, con los ojos en cruz y con la lengua fuera, hígados de res en fuentes de aluminio, jaibas frescas traídas desde Veracruz inundadas en hielo picado, y un olorcillo a tacos al pastor con piña y toda la cosa impregnando la atmósfera del local.

Ya con la bolsa de plástico llena de perejil, jitomate y manzanas golden, me dirigí a una carnicería que decoraba sus desgastadísimos azulejos con el escudo del América Club de Fútbol y un autógrafo de Cuauthémoc Blanco. Al llegar al puestecillo -"Con cariño para mis amigos de la carnicería Ayala, Cuau 10", decía la dedicatoria- me paré frente al mostrador donde había una antiquísima máquina registradora y espinazos de lo que un día fue una vaca. Llegó mi turno y encargué una bandeja de carne picada. El carnicero, cuchillo enorme de hoja afilada en mano, me la sirvió de inmediato, cortando el lomo ensangrentado en finas tiras y luego pasándolo –chas, chas chas- por una máquina de hacer picadillo. -Aquí tiene güerito, ¿algo más?-, preguntó el descuartizador ajustándose el guante de acero. Negué con la cabeza y pagué con un billete con la cara del héroe José María Morelos, me devolvió el cambio, y me di la vuelta. Entonces, allí estaba él. Mirándome inquisidor con sus ojos azules y una mueca extraña que no sabía muy bien qué era en su bigote recortado con disciplina. ¿Pero cómo te atreves? -me parecía decir-. Cómo chingaos te atreves.


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Fotografía fuente de los Coyotes: Manu VPC
www.flickr.com/photos/manuvpc

lunes, 1 de noviembre de 2010

Fotografía: Día de Muertos

"El culto a la vida es también el culto a la muerte"
Octavio Paz


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