miércoles, 20 de mayo de 2009

NOCHE DE TORMENTA


Manuel Ureste

Eran las 12 de la madrugada. Las cero-cero horas. Medianoche: el umbral imaginario entre la muerte que es el ayer y la incertidumbre del mañana que ya es hoy. La hora de los difuntos, como la llaman los más superticiosos.

Me dolía ligeramente la cabeza (nada que una cafeaspirina no resolviera). Esa noche había salido de la chamba antes de lo habitual. Sin embargo, parecía mucho más tarde que otros días. En la redacción del diario todo estaba extrañamente en silencio. Tenso. Las rolas sobre lindas colegialas y chicas de humo ya eran un lejano eco en mi memoria. Las computadoras lucían grises. Inertes. Sin vida propia y sin los taca-taca-tá de los teclados trabajando a toda madre.
Me arrastro entonces con paso lento, pausado, cansino, hasta la caseta del vigilante. Allí no hay nadie. Sólo la televisión prendida hablando de política. “Que le digo que el IFE es incapaz de controlar el maremágnum de Internet”, discuten aquellos dos a grito limpio.

- ¿Oiga? ¿hay alguien aquí? ¿oiga?, pregunto alzando la voz.
Miro a un lado, mira a otro, pero nadie contesta. Chale. Qué raro, comento. Ni modo, pues tendré que caminar para tomar yo mismo un taxi.
Era domingo y no había ni un alma
a la redonda. Sólo una farola iluminaba
tímidamente a un lado de la carretera.
Al otro, una ostentosa Ford Lobo negra,
con los cristales ahumados, me hace
sentir inquieto. Trago saliva y, como el que
no quiere la cosa, me voy ladeando hasta
el centro de la calle..."
Cruzo la puerta de metal. Acababa de empezar a lloviznar ligeramente. Hacía frío, lo cual era de agradecer tras semanas de intenso calor. Me abrocho la chamarra y camino. La calle, sin llegar a ser una avenida, era larga y amplia, con el asfalto ya destrozado por el paso diario de cientos de camiones de gran tonelaje.
Era domingo, y no había ni un alma a la redonda. Sólo una farola iluminaba tímidamente a un lado de la carretera. Al otro, una ostentosa Ford Lobo negra, con los cristales ahumados y las llantas gigantes, me hace sentir inquieto. Trago saliva y como el que no quiere la cosa me voy ladeando hacia el centro de la calle.
Paso por su lado y el corazón me bombea rápido. Pum-pum. Pum-pum. Lentamente, el cristal negro comienza a deslizarse dejando que las primeras gotas de la lluvia de mayo estallen en la tapicería beig del carro. Miro casi de ladito. Enfrente, unos ojos me observan. Me estudian.

- Buenas noches-, digo.

Aquellos párpados se entornan lentamente, como asintiendo y devolviéndome la cortesía. Entonces, entre el hueco que dejaba abierto el cristal, una bocanada densa de humo salío como un disparo cortando la lluvia... Aquello olía que alimentaba.
Por fin, llego a la parada de taxis. Tan sólo quedaba disponible uno de los de Nissan Tsurus que habitualmente esperan en la puerta del Hospital Yanga. Paso por el área de Urgencias y siento la mirada de los mendigos clavándose en mí.

Aquel 'ruletero' era moreno. Corpulento,
con el pelo ni corto ni largo. Las patillas
recortadas a ras de las cejas le daban
un aspecto poco agradable.
Parecía más bien callado. De los weyes
que sonríen de medio lado...
El ruletero está afuera del carro. Resguardado de la llovizna en una de esas marquesinas con publicidad del Pollo Fuerte; platica con otro tipo en voz baja. Me ve dirigirme hacia él y me hace un gesto con la cabeza. Adelante güerito, súbale.
El tipo es moreno, corpulento, con el pelo ni corto ni largo. Las patillas recortadas a ras de las cejas le daban un aspecto poco agradable. Parecía más bien callado. De los weyes que sonríen de medio lado. Los ojos, oscuros como el cristal de aquella camioneta. Y llevaba una chamarra de cuero que le cubría las amplias espaldas, y unos guantes a juego con los dedos recortados.
Se despide de su cuate, órale compadre, nos estamos viendo. Chocan las manos y se dirigen las miradas en silencio.

Sube al carro sin quitarse la chamarra. Me echa un vistazo por el espejo retrovisor y agarra fuerte el volante retorciéndolo ligeramente. Glups. De pronto imaginé qué sería de mi pescuezo si estuviera ahí, en ese mismo lugar, estrujado entre esas manazas, totalmente morado, vacío de aire y saliva. Sonreí nerviosamente, je je, y abrí la ventana. Tomé aire. Me hacía falta.
La lluvia se intensifica. En apenas unos minutos un tremendo aguacero dificulta la visilidad. Sin embargo, el ruletero ni se inmuta. ¿Al Oxxo dice usté? Pues allá que vamos mi güero, dijo con su sonrisa siniestra de medio lado.
De pronto imaginé qué sería
de mi pescuezo si estuviera ahí,
en ese mismo lugar, estrujado
entre esas manazas. Totalmente
morado, vacío de aire y saliva.
Sonreí nerviosamente y abrí
la ventana. Me hacía falta aire.
Tenía la radio prendida. Pero ninguno de los ruidos psicofónicos que de ahí salían parecían inteligibles al oído. Mientras yo, hacía la cuenta de cabeza. Chale. Esta corrida me va a salir por una lana, pensé. Pero ni modo. Quería mis cacahuates de chocolate.
Al llegar a la tienda, el tipo frena casi en seco.
Bajo lentamente y en cinco minutos estaba de vuelta.

-A la calle 10, avenida 2A. Por favor.-

Seguía lloviendo con ganas. El taxista prende el motor y las luces. Mete primera y acelera bruscamente, rum-rummm, perdiéndose entre la bruma nocturna.

- Oiga, ¿seguro que es por aquí?-, le pregunto.

El tipo no contesta. Sólo hace un ademán con la cabeza, diciendo que sí. Las psicofonías de la radio se intensifican por momentos. Y en mi celular no hay señal.
Ahora sí, me sudan las manos y cada vez llueve más. Me repito: wey, esta corrida me va a salir por una lanota.
Miro de nuevo a ambos lados y, como si se tratara de un náufrago, sólo encuentro agua y oscuridad alrededor. Las psicofonías de aquel viejo aparato se amplifican por momentos, bloqueando mi pensamiento, y tapando el ruido de mi corazón bombeando, pum-pum-pum-pum, a todo lo que da. Respiro con dificultad y las articulaciones de las rodillas me duelen por la humedad.
Acudo de nuevo a mi celular pero sigue sin estar operativo. Uno de esos rayos escandalosos debió dejar toda la línea fuera de combate, me digo.

Finalmente, alcanzo a ver una calle conocida por la ventana. Respiro aliviado, fiuf: ya estamos llegando. Hago la cuenta de cabeza y le calculo unos cincuenta pesos al capricho de los cacahuates. Chíngale cabrón.

- Jefe, ¿cuánto va a ser?

De nuevo, el ruletero ni se inmuta. Continúa mirando fijamente hacia adelante. Respira profundo mientras la lluvia golpea con furia el techo y araña los cristales. El silencio se torna incómodo. Impredecible.
Aprieto el puño de mi mano derecha y veo por el espejo retrovisor cómo el tipo sonríe, en efecto, de medio lado.

- Son veinte pesos-, contesta al fin.

No doy crédito a lo barato del precio. Pero no se hable más. Relajo el puño y meto la mano en el bolsillo. Saco el dinero y se lo pongo en la palma de la mano.

- Bye.
- Bye.
Así. Sin más.

En pocos segundos la lluvia me deja como una sopa. Frente a mi portal, saco las llaves y a la segunda -siempre a la segunda- acierto con la cerradura. Abro la puerta y a oscuras busco a tientas la llave de la luz. Dejo mis cosas sobre una silla y me quito la ropa mojada. Enciendo la lamparita de la mesilla y prendo la computadora. La música Jazz hace buenas migas con la noche, pienso.
La lluvia sigue sin dar tregua. Camino hasta la cama y me asiento en el borde. Allí pienso, medito, y reflexiono con la mirada en el vacío. El tac-tac del agua cayendo en los tejados me pone triste. Apoyo la cabeza en la almohada y me acuesto. Esa noche no pude pegar ojo.

domingo, 17 de mayo de 2009

Hasta siempre Don Mario (Buzón sin destinatario)


«Dejo mi brújula con la advertencia de que el norte es el sur y viceversa; dejo mi calle y su empedrado, dejo mi esquina y sus sorpresas; dejo mi puerta con sus cuatro llaves; dejo mi umbral con tus pisadas tenues»
Mario Benedetti.


Don Mario se fue. Ya no pudo demorar más la partida. A sus ochenta y ocho años de vida, su corazón dijo basta, Mario. Hasta aquí te he podido acompañar, maestro.
El Buzón de Tiempo se queda ahora sin destinatario. Aunque en él perdure para siempre el recuerdo nostálgico del amor perdido; los rumores de otras épocas, esos cafés amargos de media tarde, y las llamadas que nunca obtuvieron una respuesta. Sí, Marío. La literatura se queda sin un grande. Se queda huérfana de vos. Y esa servilleta arrugada sobre la mesa de aquel Café, ya nunca será la misma sin tu poesía.

Gracias Don Mario...

Como pequeño homenaje al que fuera uno de los grandes autores latinoamericanos de las últimas décadas, aquí os dejo uno de mis relatos favoritos de Mario Benedetti, extraído de su libro de cuentos 'Buzón de tiempo', y el cual os recomiendo encarecidamente. Espero os guste. Saludos!

(- ¿Vos nunca quisiste suicidarte? - Soy demasiado pelotudo para tomar una decisión tan laboriosa)

CONVERSA
Mario Benedetti
'Buzón de Tiempo'

- Perdón. ¿Puedo sentarme aquí, contigo, a terminar esta cerveza?
- Sí, claro.
- Mi nombre es Alejandro.
- Ah.
- Alejandro Barquero.
- Está bien. Yo soy Estela.
- Estaba en el otro extremo del café. No sé. Te vi tan sola.
- Me gusta estar sola.
- ¿Siempre?
- No, siempre no. Hay días. ¿No te ocurre que de pronto te vienen ganas de hacer balance contigo mismo?
- A veces. Pero por lo general de noche. Mi problema es que padezco insomnio.
- De noche prefiero dormir.
- Yo también. Pero no siempre puedo.
- ¿Mala conciencia?
- No. ¿Acaso tengo aspecto de delincuente o de violador?
- De violador, no.
- ¿De delincuente?
- Vaya una a saber. No hace diez años que nos conocemos, sino cinco minutos.
- ¿Siempre estás así, a la defensiva?
- Hay que cuidarse.
- ¿Venís a menudo a este café?
- Dos o tres veces por semana.
- ¿Trabajás por aquí cerca?
- Si el interrogatorio va a continuar de esta guisa, reclamo la presencia de mi abogado.
- ¿De esta guisa? ¡Qué léxico! Me gusta que tengas sentido del humor.
- Y vos ¿qué hacés?
- Traduzco.
- ¿Del inglés?
- También del inglés. Pero sobre todo del francés y del italiano. Y además soy soltero en español.
- ¿Me hacés confidencias para que yo te haga las mías?
- No sabía que la soltería era una confidencia. Más bien creía que era un estado civil.
- Yo no soy soltera. Estoy separada.
- ¿Y qué tal?
- ¿Qué tal qué?
- ¿Cómo te sentís en el nuevo estado?
- No tan nuevo. Hace un año que me separé. Ahora ya me acostumbré, pero al principio fue duro.
- No te pregunto si vivís sola, porque vas a pegar la espantada.
- ¿Por qué? Vivo sola, claro.
- ¿Y tu familia?
- Me queda poca. Mi vieja vive en Brasil, con mi hermano. Mi viejo se quedó en un infar to. Tengo una hermana, casada con un gringo, que reside en Los Ángeles. Y se acabó.
- ¿Qué hora es?
- Las seis y veinte.
- Caramba. Tenía que estar a las seis en el Centro. Pero no importa. Total, ya no llego. Ni en taxi. Lo que pasa es que mi reloj está perezoso. ¿Ves que marca las cinco y diez? Además, no he perdido el tiempo. Me gustó conocerte.
- ¿Conocerme? Mucho no hemos hablado.
- Lo suficiente. Y una relación no sólo se construye con palabras. También hablan los ojos ¿no?
- Ajá. ¿Y se puede saber qué te dijeron mis ojos?
- Reservado.
- Te gusta el cachondeo ¿eh?
- Me gusta pasarla bien.
- A costa de esta servidora.
- ¿Se puede saber qué edad tenés?
- No se puede.
- Representás veintitrés.
- Frío, frío.

- Yo tengo veinticinco.
- Pues representás veinticuatro y medio.
- Esta vez te haré una pregunta que requiere una respuesta franca.
- Venga.
- ¿Te caigo bien?
- ¿En qué sentido?
- Vertical. Horizontal. El que prefieras.
- Digamos que sí. Aunque no sé por qué.
- ¿Te lo explico?
- No, por favor. No sopor to la vanidad masculina cuando se desata espontáneamente.
- ¿No te parece como si nos conociéramos desde hace años?
- ¿No te suena esa pregunta como de culebrón venezolano?
- Vos contestame. ¿Te parece o no te parece?
- ¿Años? No. Me parece como si nos conociéramos desde hace veintiocho minutos.
- ¿Alguien te dijo alguna vez que irradiás una simpatía tan fuerte que a uno lo marea?
- Bueno, una vez un muchacho me dijo que mi simpatía lo emborrachaba.
- ¿Ves? Es así nomás. Y fijate que ni siquiera te he tocado una mano.
- Ni te atrevas.
- ¿No me das permiso?
- Claro que no. Apenas si autorizo a mi mano a tocarla tuya.
- Bárbaro.
- Tenés una piel suave. Interesante. Se ve que nunca fuiste obrero.
- ¿Y esta cicatriz en la muñeca?
- Ah sí. Con ese detalle ya lo sabés todo de esta joven marquesa. Hace dos años intenté matarme.
- ¿Y qué pasó?
- Me salvaron. Unas vecinas. Lo bien que hicieron. Estoy contenta de seguir vivita y coleando.
-¿Mal de amores?

- No. Falta de amores. Vacío de amores.
- ¿Droga quizá?
- Nada de eso. Ni siquiera fumo. Casi no tomo alcohol. ¿Vos nunca quisiste suicidarte?
- Soy demasiado pelotudo para tomar una decisión tan laboriosa.
- Ya me dijiste que sos soltero en español. Pero ¿tenés mujer, compañera, amante o noviecita?
- Nada, mi niña. Llevo tres meses y medio de virginidad sabática.
- Entonces voy a hacerte una confesión que confío aprecies en toda su buena fe.
- Así será.
- Y en toda su inocencia.
- Soy todo orejas.
- Quizá te parezca extraño, pero tengo ganas de verte
desnudo

miércoles, 13 de mayo de 2009

Influenza en México: ¿Solidaridad? latina

Manuel Ureste / Diplomacia Exprés
La diplomacia, a veces, es como la vida misma: en los malos momentos es donde uno ve quiénes son realmente esos amigos en los que puedes confiar sin que te pidan nada a cambio; o esos aliados que no te darán la espalda como un ‘apestado’ cuando una influenza humana te estalle en las narices y estés en el ‘ojo del huracán’ de medio mundo.
Pues bien, ahí están los casos de Cuba, Argentina, Ecuador y Perú. Países ‘hermanos’ de Latinoamérica que suspendieron categóricamente los vuelos directos desde México, colocando el cartelito de ‘cerrado hasta nuevo aviso’ a pesar de que la OMS ya había advertido con anterioridad que no existían razones para restringir los vuelos de países afectados por la gripe porcina.
Estados Unidos comparte con México
más de tres mil kilómetros de frontera,
por la cual se calcula que pasan
unas 20 millones de personas en un año.
Sin embargo, a pesar de este dato,
Washington no canceló los vuelos
con el país vecino del Sur.

Esto, luego de las miles de cumbres latinoamericanas –como la más reciente de las Américas en Trinidad y Tobago–, donde los presidentes recuerdan las raíces comunes de un mismo pueblo, firman compromisos por el desarrollo de las naciones americanas, y muchos se hartan de criticar a Estados Unidos y su imperialismo enfermizo contrario siempre al concepto de solidaridad.
Precisamente por esto último, llama mucho la atención los casos de Cuba y Argentina en particular.
El primero, por ser el supuesto adalid de la solidaridad revolucionaria, el compatriota siempre guardián de los derechos de Latinoamérica frente a las injusticias del Norte; y el segundo, por ser un país que está a miles de kilómetros de Cancún y que cierra sus puertas a México, cuando otras naciones como Estados Unidos, que comparte con su vecino azteca más de 3 mil kilómetros de frontera –la cual es cruzada anualmente por unas 20 millones de personas–, no tomó, al menos hasta el momento, una medida tan drástica.

La Habana se apresuró a cerrar
sus apenas cinco vuelos comerciales.
Sin embargo, curiosidades de la vida,
no hizo lo
mismo con los procedentes
de Estados Unidos,
un país, recordemos,
que ya supera de largo
a México
en cuanto a infectados por influenza

Ahora bien, ¿cuáles son los motivos de esta insolidaridad entre ‘hermanos’ de Latinoamérica?
Bien, en el caso de Cuba habrá que preguntarle al comandante Castro, quien ya se ha apresurado a escribir en su particular blog revolucionario que la culpa de todo la tiene Calderón, el cual "ocultó información sobre la influenza". Cierto o no, el caso es que La Habana se apresuró a cerrar sus escasas 5 líneas comerciales con México (que unen al país cubano con el Distrito Federal y Cancún), aunque curiosidades de la vida, no ha hecho lo mismo con los vuelos procedentes de Estados Unidos, un país, recordemos, que ya supera de largo a México en cuanto a número de infectados por el virus A H1N1.
En el caso de Argentina, todo parece
mucho más sencillo: el cierre de
frontera se debe a cuestiones de
'política interna' y a unas elecciones
legislativas que se presentan
muy cuesta arriba
para los Kirchner.
Mientras que en el caso de la Argentina, tal y como señala la prensa de Buenos Aires, todo parece apuntar a motivos de ‘política interna’.
En otras palabras: las elecciones legislativas están a la vuelta de la esquina (28 de junio), y el matrimonio Kirchner, en el momento más álgido de su campaña electoral –y tras comprobar que muy probablemente sufran un serio varapalo en las urnas–, no ha podido dejar pasar la oportunidad de presentarse ante el electorado como unos líderes responsables, atrayendo para sí una mayor exposición mediática si cabe.
En conclusión, tanto Argentina, como Cuba, Perú y Ecuador, han sobreactuado de cara a su electorado, cerrando sus puertas y dando la espalda a México en una contingencia sanitaria en la que necesitaba de su solidaridad. Cosa, por ejemplo, que no hizo curiosamente el ‘gran enemigo imperialista’ del Norte, el cual esta vez no dejó tirado a su vecino del Sur.

sábado, 9 de mayo de 2009

Influenza en México: Volviendo a la 'normalidad'

Manuel Ureste

Poco a poco, todo va volviendo a la normalidad en México: los 'narco' comienzan a recobrar su lamentable protagonismo en las portadas de los diarios y revistas nacionales; la recesión económica vuelve a ser el quebradero de cabeza de cada día para millones de familias; los escándalos políticos sobre corrupción y el tráfico de influencias entre unos y otros están de nuevo en boca de todos en las taquerías, cafeterías, cantinas y taxis de la ciudad; miles de estudiantes de bachillerato y universidades regresaron a las aulas con cubrebocas y muy pocas ganas de estudiar; y en los messengers, twitters y faces buks de la chamacada on line, las fotos con los cubrebocas comienzan a ir desapareciendo por estar ya algo pasado de moda el tema.

En el Distrito Federal, cines y restaurantes
han vuelto a abrir sus puertas debido
a las millonarias pérdidas que les está
ocasionando la influenza humana

Todo sigue igual. O bueno, más o menos. Porque la cifra de muertos por el virus de influenza humana A N1H1 sigue creciendo a diario. Ya vamos por 48 según el último reporte de la Secretaría de Salud (Ssa) de hoy sábado 9 de mayo. Y lo que es peor, parece que el virus está repuntando en varios estados de la república (Guerrero, Hidalgo y San Luis Potosí) como consecuencia del último puente del Primero de Mayo: hasta en Tijuana, allá en Baja California, totalmente al norte del país, y a miles de kilómetros de Ciudad de México (considerado el epicentro de la contingencia), ya se ha registrado la primera muerte por influenza humana.

En el Distrito Federal, los cines y restaurantes han vuelto a abrir sus puertas debido a las millonarias pérdidas que están padeciendo por la influenza; y los estadios de fútbol vuelven este fin de semana a recibir a los aficionados, pero sólo hasta llenar el 50 por ciento para evitar una mayor aglomeración de personas.

Por su parte, la prensa sigue buscando culpables. Uno de los medios más críticos, como ya hemos mencionado anteriormente en este blog, es la revista Proceso. La cual, en su último número, indaga sobre el origen del virus, y sobre la supuesta neglicencia del gobierno mexicano al saber del posible brote desde hacía meses sin hacer nada al respecto.

También fue Proceso, junto a los diarios Reforma y New York Times, uno de los primeros en apuntar hacia al estado de Veracruz, concretamente a la población de Perote, en cuyo municipio de La Gloria se encuentra el llamado niño cero Édgar, quien padeció la enfermedad y aún no se sabe cómo se curó.
Además, también en La Gloria están instaladas las granjas de cerdos Carroll, de origen estadounidense, y la cual, al parecer, tenían varias denuncias por incumplimiento de las normas sanitarias. El Gobierno de Veracruz, por supuesto, se apresuró a llevar a los mejores expertos de la UNAM a la zona y desmentir que la entidad jarocha sea el origen de esta pandemia mundial. "Han querido estigmatizar al estado de Veracruz", criticó al respecto el gobernador Fidel Herrera.

Algunos candidatos políticos no han
perdido la oportunidad de
sacar tajada de la contingencia
sanitaria repartiendo tapabocas
y antivirales a dos manos
entre la población

En Córdoba el ambiente está mucho más relajado que hace una semana. Tanto es así, que las instituciones y organismos sanitarios instan constamente a la población a que sigan usando los pocos cubrebocas que quedan en las farmacias para protegerse (y los de contrabando, que se venden, obviamente, a un precio mucho más elevado). Aunque bueno, para eso están también los candidatos políticos de turno, que no pierden la oportunidad de sacar tajada del asunto repartiendo a dos manos tapabocas y antivirales entre la población, e incluso fregando ellos mismos las escuelas para que estén limpias y desinfectadas de cara a la vuelta de los chamacos a los colegios.

Sin embargo, a pesar de que todo parece, poco a poco, ir volviendo a la 'normalidad' surrealista de este México, el temido virus con nombre de elemento de tabla periódica, N1H1, continúa provocando estragos en el país (1.626 infectados)... y en Estados Unidos, donde la cifra de contagiados ya ha superado a la de su vecino azteca con... 2.254 casos!!!. Y se esperan muchos más. Asimismo, ya han aparecido los primeros enfermos en países como Argentina (que cerró su frontera a México, causando un revuelo diplomático), Brasil, Canadá (ya tiene una muerte por el virus), o incluso en naciones tan alejadas como Australia y Japón.

Por tanto, parece que, a pesar de la vuelta al día a día', el virus está aún muy lejos de desaparecer. Por lo que aún nos queda cubrebocas para rato...

sábado, 2 de mayo de 2009

Influenza en México: 'La Noticia está en el aire'


Manuel Ureste / Córdoba (Veracruz)
Suena a tópico, pero la noticia se palpaba en el aire. Y eso que la ciudad de Córdoba, en el estado de Veracruz (Golfo de México), amaneció ese día como cualquier otro. Soleada, con un elevado tanto por ciento de humedad en el ambiente, y con los restaurantes del casco histórico próximos a la Catedral La Inmaculada y al Palacio Municipal llenos de gente desayunando.
Apenas son las nueve de la mañana. Avanzo por la Avenida 1, la arteria principal de la ciudad, y le echo un vistazo como cada día a los puestos de prensa local y nacional. Todos hablan de lo inevitable estos días: la gripe porcina. ‘Influenza: un país vulnerable, un Gobierno incompetente’, titulaba al respecto la revista Proceso, sin duda una de las más críticas con el Ejecutivo que preside el panista Felipe Calderón. Mientras que otros medios como el diario ‘Reforma’, advertía en su cabeza principal que la cosa, en efecto, ‘Va para largo’.
“Pues la verdad es que sí, para que le voy a negar, ¿sabe usté?. Con esto de la influenza estamos vendiendo muchos más periódicos. Ayer, a las 12 ya no nos quedaba ni uno”, me comenta doña Lupita, mi vendedora habitual.

Continúo avanzando por la calle 8. A ambos lados, la gente transita con su cubrebocas de rigor, sin duda el artículo más deseado estos días en toda la República.
Al fondo, ya casi llegando al casco histórico también conocido como ‘Los Portales de Córdoba’, los agentes de Tránsito, cubiertos de boca y nariz –algunos incluso utilizan guantes de látex–, tratan de dar fluidez al tráfico mañanero de la ciudad.
Cruzo la calle y tomo asiento en una de las mesas de la terraza del Hotel Zevallos, sitio histórico en el que se firmaron los primeros Tratados de Independencia de México.
Alzo la mano y enseguida un camarero con cubrebocas me atiende. Pido unos huevos rancheros y converso con la mesa de al lado: “Wey, dicen que en San Luis Potosí ya cerraron tres hospitales en cuarentena, que nadie puede entrar ni salir”, me jura una de las tres chicas. Las otras dos asienten con la cabeza. “Y la niña que murió en el Yanga (el Hospital General de Córdoba) no fue, como dicen, por neumonía”, insinúa la otra, mientras que la tercera en cuestión asegura haber oído en su trabajo que “ya hay otro caso en Fortín (un municipio vecino, a escasos cuatro kilómetros) y otro en la Colonia San Román”.

Doy un sorbo al café y sigo apuntando en mi libreta. Mientras, las tres jóvenes bromean entre ellas:
- ¿Sabéis qué le dijo Ciudad de México a la influenza después del terremoto (del martes pasado)?-, pregunta la morena de pelo y ojos negros.
- ¿Qué?-, responden.
- ¡Mira cómo tiemblo!

Sonrío levemente y pienso: típico del mexicano. Lo de reírse de su mala suerte, tomarse la vida un poco a broma, y hacerlo con un particular sentido del humor negro.

-¿Y qué pensáis de toda la histeria que hay en estos momentos por la influenza?-, les pregunto, cortando casi en seco las risas.
Ahora es la chica rubia la que contesta. Se llama Alejandra y asegura que es una compañera periodista en un diario local.
- La verdad es que cuando decretaron la suspensión de clases a nivel nacional, el pánico en la ciudad sí que se ha notado más. Porque primero fue en el DF (Ciudad de México, Distrito Federal), luego en el Estado de México (Edomex), y más tarde en San Luis Potosí-, contesta.
- Y con tanta cobertura –remata–, la gente se vuelve algo psicótica... Pero de que es algo grave, lo es.

Les agradezco la conversación y prosigo con mi recorrido por la ciudad, justo el día después de que se hubiera decretado la Alerta número 5 por la OMS y de que el mismísimo presidente pidiera en un mensaje a la Nación que, por favor, nos quedáramos en nuestras casas. Pero yo tenía que salir, quería mi cubrebocas.
Entro a uno de los establecimientos de la cadena ‘Farmacia de Dios’. Allí el calor es sofocante y una larga fila de personas no para de atosigar hasta a once mujeres que no se dan abasto. A los pocos minutos, cuelgan el cartel de ‘No hay cubrebocas’ en la puerta.

-Llevo toda la mañana buscando. Me dijeron que esta era la única farmacia donde quedaban... pero ya se acabaron güerito”-, me comenta con cara de preocupación una de las decenas de personas que se agolpaban frente al mostrador, y que sin fortuna ya había probado en el resto de farmacias del centro.
- ¿Y ahora qué hacemos compadre?, le pregunto.
- ¡Ay mi güerito! Pues qué se yo. Ahorita a seguir buscando...-, contesta mientras apunta con la barbilla a una tienda de telas que hay un par de calles más arriba.
Le hago una reverencia en señal de agradecimiento (ni los fieles en Misa se desean la paz dándose la mano hasta nueva orden) y me dirijo hacia el establecimiento. En efecto, a falta de cubrebocas, la gente decide hacerse el suyo propio: 1 metro de tela pellón (similar a la que se emplea para este artículo sanitario) por dos pesos el metro.

-En el DF ya hay quien está haciendo negocio con los cubrebocas-, asegura la doña del local.
- Y eso no se vale. Porque ya hay quienes los están vendiendo a ¡25 pesos! (1,36 euros)”, añade la señora, asegurando que ellos no han subido el precio de las telas, y recordando, dedo índice en alto, que el precio del tapabocas es de un peso (cinco céntimos de euro). Porque “así lo dice el periódico, ¿no?”.

Es hora de ir a la redacción a escribir. Levanto la mano y un taxi se detiene ante mí. El conductor, un tipo moreno, bigotón, y de unos 50 años, maneja sin protección en boca y nariz. Como si las Vírgenes de Guadalupe y los Santos que lucen en el interior del coche le protegieran.

-Oiga, ¿no le da miedo ir sin cubrebocas?.-, le pregunto extrañado.
- ¿A mí? No, para nada. ¿Por qué lo dice?, me contesta y me pregunta.
- No, pues por lo de la influenza...-, le digo.
- Mire, yo la neta, creo que todo esto es un invento del Gobierno. Porque ahora ya nadie habla de los narco, ni de la crisis, ni de la legalización de las drogas. ¿Sabía usté que ya puede ir con cinco gramos de marigüana en el bolsillo sin que pase nada?-, argumenta, y con cierta razón aquel taxista sin duda bien informado.

- Sí, me enteré esta mañana-, contesto.
- Ajá, ¿y no le parece extraño que ahora, precisamente ahora, aprueben los lisesiaditos del Gobierno esa ley tan polémica?, contraataca.
- Pues sí-, admito, mientras veo por la ventanilla la entrada al diario, en cuya puerta principal ya hay varios carteles pegados por Recursos Humanos informando sobre los síntomas de la gripe porcina y recomendando “el uso permanente del cubrebocas”.
- Por eso le digo -concluye el taxista mientras preparo los 25 pesos de rigor por la corrida-: Yo no tengo miedo ni me vuelvo loco con tanta chingadera de cubrebocas. Porque mijo, si te tiene que pasar algo, te va a pasar igual... ¿O apoco no?-.

Créditos de las fotos:
fotos 1 y 3: SAÚL CONTRERAS
fotos 2 y 4: Ramón Hernández
EL MUNDO DE CÓRDOBA