lunes, 31 de mayo de 2010

Dos años en México

"Voz de la guitarra mía,
al despertar la mañana
quiere cantar su alegría
a mi tierra mexicana..."

Manuel Ureste / VPC
Hace dos años llegué a México. Arrastrando las maletas por el aeropuerto tropical de Cancún, con 10 kilitos de más -ya saben, las cenas de despedida con la familia y los amigos-, y una visión de la realidad latinoamericana algo limitada, por no decir bastante. Y no hablemos de la mexicana: prácticamente todo se reducía a 'Amores Perros', 'Y tu mamá también', 'Traffic', 'Hombre en llamas', y poco más. En resumen: sombrero, droga, corrupción y mucho mariachi para el cuerpo.
Y lo admito: me costó lo mío. Tolerar el chile habanero, abrir poco a poco la mente, y aceptar que aquí la propina voluntaria es 'obligada' -eso me traumó-. O entender que el 'ahorita' es como en España el 'mañana ya veremos... si eso', e ir asimilando en difinitiva aquello que una noche me dijo mi compadre Jorge Islas -nunca lo olvidaré- en buena compañía de una cerveza en el hotel Tío Manolo: "En México la verdad se oculta... porque parece mentira".
Y oigan, es cierto. Y eso que al principio aquella frase entonada con una sonrisa del tipo "luego no digas que no te lo avisé" me hizo gracia. Juas juas. Qué cosas tiene mi compadre Islas. Chale carnal, pero qué exagerado eres. Etcétera.
Sin embargo, les aseguro que este gran país, "cuna de hombres cabales", tierra del gran Pedro Infante y de tantos y tantos otros 'ídolos del Pueblo', no me deja de sorprender ni un solo día. Ni en lo bueno... ni en lo menos bueno (que de eso ya sabrán). Tal vez por ese motivo, y por aquellos hermosos ojos negros, rasgados y tapatíos que un día me encontré en el camino, sigo aquí. "Al pie de los magueyales". Tan lejos de España, pero tan cerca de casa.


"Que digan que estoy dormido
y que me traigan aquí
México lindo y querido
si muero lejos de ti..."



viernes, 21 de mayo de 2010

Ser o no Ser (ESTO ES HIP HOP)

'No me llaméis hijo pródigo...
soy el hijo prodigio"

Manuel Ureste / VPC
Los cuatro lectores -no habituales- de Vivir para Contarlo sabrán que el Hip Hop me encanta. Vamos, 'que me flipa de la hostia, tío'. Y que más allá de gustos musicales -paso de las ñoñerías poperas súper chulis que te vas por la pata-, es una filosofía de vida y una forma de pensar que acompaña al que escribe cuando va pateando, mirada al suelo, las calles de Albacete City, Manchester o Córdoba Veracrú abrigado al calor del 'plumas' y de los cascos del emepetrés en las orejas. Escuchando -y no oyendo- cómo algunos de estos poetas con las manos manchadas de tinta escupen 'verdades desde todos los ángulos' y se cagan en los muertos del político de turno en clave de humor, mientras el acorde de un violín suena de fondo esperando la sacudida de la siguiente línea. Raca-raca, pum-pum! Y ahí te va. Así, una y otra vez. Un párrafo, otro, y otro más. Narrando historias 'en memoria de los que están en el andamio y tienen vértigo', contando cuentos a base de versos imperfectos -"hago canciones preciosas con lo que me encuentro por el suelo-", y haciendo, en definitiva, HIP HOP.

Hoy os dejo uno de esos temas 'bandera' a cargo de dos de los raperos que más suenan en Vivir para Contarlo: 'Ser o no Ser', con Nach y Lírico (de Doble V).
Vivir para Contarlo es la ley!


jueves, 13 de mayo de 2010

Fotografía: 'Convers por el mundo'

Foto: Manu VPC

Nunca fui lo que se dice un fanático de los Convers. Ni de las Jordans, Pumas, Adidas, o Nais del momento. De hecho, pensándolo bien, soy 'fanático' de muy pocas cosas -a excepción de la paella y la tortilla de mamá, claro-. Pero admito que me gusta ese cierto estilo viajero que tienen estas zapatillas. Unas zapatillas -o bambos, como le decimos en Murcia- con las que he recorrido interminables caminos de vía ardiendo y, por qué no decirlo, tropezado también con alguna que otra piedra...


Las fotos de VPC están en mi Flickr

lunes, 3 de mayo de 2010

Los Tigres del Norte: ¡Puro Sinaloa!

Manuel Ureste / VPC
Los alrededores del Beisborama parecían una calle más de Sinaloa.
Con miles de personas paseando por los alrededores del estadio vestidos con su sombrero de rigor, las botas de piel de iguana, camisa negra con los dos gallos de pelea estampados en oro, cinturones con el alacrán en la hebilla y bebiendo cerveza bien fría de Baja California... “¡Puro Sinaloa compadre!”, gritaba la megafonía. Y es que nunca antes, el Sur había tenido un acento tan norteño.

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A eso de las 10 de la noche, las filas para acceder al estadio se perdían en el horizonte. Alrededor de ellas los comerciantes, tanto dentro como fuera del inmueble deportivo, hacían su agosto vendiendo todo tipo de productos. Desde los infaltables ‘jochos’ y los vasos tequileros de la famosa banda de corridos, hasta espacios para aparcar lo más cerca posible del escenario del concierto. “Patrón, deme 30 pesos y le dejo el sitio”, aseguraban unos jóvenes que se encargaban de ‘reservar’ los aparcamientos sentados sobre unas cajas de plástico amarillas.
En las diferentes entradas del estadio, la estampa del Ejército mexicano custodiando la seguridad de los expectadores con las caras cubiertas a bordo de los blindados de la Sedena contrastaba, como ya es habitual en la vida cotidiana de México, con el ambiente folcklórico festivo que se respiraba en la cálida noche cordobesa.
En el interior del Beisborama las bandas invitadas buscaban su oportunidad aprovechando el gancho, o mejor dicho la ‘garra’, de Los Tigres. Mientras tanto, la gente iba de una lado para otro buscando algo de cenar y unos ‘sixs’ helados para afinar la garganta.
Quedaban diez minutos para la medianoche. Y en en el ambiente se respiraba impaciencia.
De pronto, las luces del escenario central iluminaron todo el estadio. El silencio se contuvo durante unos segundos más hasta que la cuenta regresiva –¡Tres!, ¡Dos!, ¡Uno!...– llegó a su final.
¡Puro Sinaloa!, volvió a gritar la megafonía. Y entonces, estalló el júbilo con miles de personas rugiendo, sombrero al aire, porque allí estaban Jorge y sus ‘hermanos’. ‘Los Jefes de Jefes’. ‘Los ídolos del Pueblo’. ‘Los Tigres del Norte’. Que emergían desde las profundidades del escenario con sus acordeones y trajes luminosos, cantando puño en alto aquello de “soy el mojado acaudalado, pero en mi terra me quiero morir...”.
Durante casi cuatro horas, el concierto fue una fiesta en honor a los migrantes ilegales –no escatimaron críticas a la Ley Arizona–, a los corridos y a las baladas de (des)amor.
No faltaron tampoco los clásicos como ‘El Jefe de Jefes’, ‘Pacas de a kilo’, ‘La Reina del Sur’, o ‘La Puerta Negra’. Pero el momento cumbre en el que estallaron los chiflidos fue cuando Jorge le dedicó la noche a una mujer muy especial: Camelia ‘la texana’. Sin duda, “una hembra de corazón”.
Y entonces, con las primeras notas del acordeón, las parejas se agarraron de la cintura y los hombros para bailar pegaditos al calor de la noche, mientras en las paredes del Beisborama retumbaba la famosa leyenda que dice aquello de que, en efecto, “la traición y el contrabando son cosas incompartidas”.

Fotografía: Rafael Calvario, diario El Mundo de Córdoba

Os dejo dos de los corridos 'míticos' de los Tigres. Essso Chingao! :-)