jueves, 13 de diciembre de 2012

"Al zapatismo lo carcomió la envidia y la politiquería": nietos de Zapata (3ª y última parte)


Mural de Emiliano Zapata en los restos de la casa que lo vio nacer en Anenecuilco, Morelos.

A UNOS CENTÍMETROS de los labios, Emiliano sostiene un puro de cuya brasa convertida en ceniza flota una neblina fantasmal que le envuelve con formas caprichosas el rostro hasta casi ocultarlo a la vista. A diferencia de otras fotografías en las que aparece vestido de charro, en esta instantánea de primer plano el general luce sobre los hombros un abrigo recio de solapas gris y un eterno pañuelo blanco que anuda con esmero al cuello.

Sus ojos oscuros y ligeramente achinados miran en un silencio helado a la cámara. Tiene el pelo negro y frondoso, al igual que el vello que le brota a borbotones del mostacho y le esconde por completo el labio inferior y parte de las mejillas. Sin embargo, en los extremos de las pobladas cejas que están a punto de unirse en una sola por un entrecejo ligeramente fruncido ya asoman los destellos del paso del tiempo. Miliano –como lo llama su hermano Eufemio- cuenta apenas treinta y pocos años de edad al momento en que fue tomada la fotografía. Pero a pesar del aspecto pulcro y varonil, el general, que siempre gustó de “mujeres, trajes y caballos, sin importar el orden”, tiene la mirada de un hombre cansado, exhausto.

Desgastado.

-Entre 1914 y 1916 hubo un auge del zapatismo muy fuerte en Morelos y en el centro de México –apunta Édgar mientras camina dejando atrás la máquina de vapor y el tenderete con fotografías a diez pesos en blanco y negro de su bisabuelo-. Pero, como en todo movimiento social y armado –continúa-, siempre hay un desgaste. Y esa fue, precisamente, la táctica que emplearon contra Zapata y su gente: la envidia.

-¿Se refiere a algún caso en particular?

-Me refiero a que al zapatismo lo desquebrajaron matándole a sus hombres de confianza, como Otilio Montaño (autor intelectual junto al propio Zapata del Plan de Ayala) que según fue traidor y terminó ejecutado. Pero, en realidad, todo se trató de envidias porque Montaño era compadre de mi bisabuelo. Y eso fue lo que empezó a carcomer al zapatismo: las rencillas, las diferencias políticas… Y es lamentable, porque fue un movimiento social que inició desde abajo, netamente campesino, y con una visión clara. Sin embargo –suelta un suspiro entre nostálgico y cansado-, al zapatismo le ganó mucho la politiquería. No la política, sino la politiquería.

-Precisamente, fruto de esa envidia y de la politiquería, también llega el asesinato de Zapata…

-Bueno –se lleva la mano al bigote-. Si Zapata no hubiera muerto en Chinameca, creo que lo hubieran aniquilado de todos modos. Sin embargo, esa derrota que tuvo el General el 10 de abril de 1919 fue también su gran triunfo, porque después de que lo mataran renace el mito y esa leyenda de Zapata que aún en la actualidad podemos percibir en las comunidades.

Esta es una de las fotografías que se tomó al cadáver de Emiliano Zapata. A pesar de la misma, fueron muchos los que creyeron que, en realidad, el cuerpo pertenecía a otra persona y que El Caudillo del Sur continuó con la revolución por su cuenta. La leyenda incluso asegura que Zapata fue visto... en Arabia. 

Tras la respuesta Édgar se queda en silencio unos segundos.

-Después de muerto Zapata hizo más obras sociales que cuando estaba vivo –asegura el historiador y a continuación se explica-. Porque cuando vivía estaba muy perseguido por el gobierno y era minimizado por la prensa, como El Imparcial, que hablaba muy mal de Zapata. Además, después de la Revolución y de su asesinato, Zapata puso el sentido social de esa guerra, y esto fue lo que obligó a los gobiernos a voltear a la clase más baja de México.

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LAS TAZAS de café están vacías.

Hace un par de horas que quedó atrás el ecuador que divide el día y el sol de la tarde apenas comienza a calentar la ciudad que amaneció fría y nublada.

Frente al lente de la cámara, Margarita Zapata sostiene a cuadro una fotografía de su abuelo y, entre flash y flash, recupera la sonrisa mientras comienza a hablar de la faceta más humana del líder revolucionario a través de los recuerdos de su abuela y su padre, Luis Eugenio Zapata.

“Observa esta mirada –sostiene entre los dedos una fotografía en blanco y negro del General-. Mi abuela siempre decía que yo tengo los mismos ojos que mi padre”.

Fotografía de Emiliano Zapata exhibida en Hacienda Chinameca, Morelos. 

-¿Qué le contaban de Zapata cuando era niña?

-En casa siempre se estaba hablando de él. Mi abuela nos contaba algunas anécdotas, pero mi padre  no, porque él era una persona muy seria; una persona que al igual que mi abuelo muy pocas veces reía. Eran personas muy metidas en sus trabajos, en su lucha, y creo que no les quedaba tiempo para otras cosas. Sin embargo, mi abuela decía que Zapata era muy cariñoso.

-Y tan cariñoso… ¿Sabría decir cuántos hijos tuvo el General?

Margarita suelta una carcajada que le rasga la mirada.

-Bueno, es que Zapata era un charro muy bien plantado –ríe de nuevo- Y sí, según el recuento de los historiadores eran 28 hijos. Pero recientemente nos han hablado de cuatro más. De manera que tenemos que hacer la investigación. No para encontrarlos, porque probablemente ya habrán muerto, sino para encontrar la descendencia que dejaron.

-¿Y usted, qué les platica de Emiliano Zapata a sus hijos?

-Yo les hablo mucho de su lucha. Pero, más que nada, de lo que les platico es del compromiso que hay que asumir con este apellido. Porque ser Zapata, a veces, es agradable ya que hay mucha gente que siente un reconocimiento por Emiliano Zapata y por su familia. Pero también hay mucha otra gente que no. Así que les digo que ellos tienen que ganarse el respeto y el reconocimiento por sí mismos. Y que si quieren honrar la memoria de Emiliano Zapata tienen que comprometerse –levanta el dedo índice para concluir en el punto donde inició la conversación hace más de un hora-. Porque ser un Zapata es eso: compromiso, compromiso y más compromiso.

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EL CAMINO que separa Cuautla de Anenecuilco, en el municipio de Ayala, es corto: unos pocos kilómetros de carretera rodeada de amplios campos de maíz conducen hacia el interior de esta población con algo más de nueve mil habitantes hasta llegar a una explanada cercada por barrotes, en cuyo interior aún permanece en pie los restos de lo que fue la  casa donde nació y creció el noveno hijo del matrimonio formado por Don Gabriel Zapata y Doña Cleofás Salazar.

“Este lugar tiene un significado familiar histórico muy importante para mí porque en este lugar nació mi bisabuelo -cuenta Édgar Castro Zapata frente a lo que queda de la construcción de adobe-. Y porque, además, me quiero imaginar que en esta casa también los hombres del General tuvieron sus reuniones para preparar la revolución en el sur”.

Tras la breve explicación de la importancia histórica del lugar que pisamos, Édgar cruza los brazos sobre la camisa blanca que viste y aguarda al amparo de una amplia lona que lo protege del sol la siguiente pregunta.

“Películas como la de Alfonso Arau, con Alejandro Fernández, desinforman a la juventud; quieren minimizar a Zapata”

-¿Cómo cree que los jóvenes perciben hoy lo que hizo Emiliano Zapata hace más de un siglo?

-La historia de Zapata ha sido muy manipulada por el Gobierno –sus palabras transpiran irritación-. Por ejemplo, cómo permitieron que se hagan películas sobre Zapata como la famosa de Alfonso Arau, con Alejandro Fernández, que en lugar de informar… ¡desinforman a la juventud! Pareciera que quieren minimizar todo lo que fue Zapata, y entiendo que lo quieran hacer, porque él murió siempre en la lucha. Y sé que si hoy estuviera vivo, el General estaría peleando contra el gobierno.

-Después de tanto tiempo muerto Zapata, ¿aún es un personaje incómodo?

-Sí, históricamente Emiliano Zapata ha sido un personaje muy, muy incómodo. Porque si se desempolva toda la historia que trae consigo y se difundiera como debe ser, las nuevas generaciones entonces tendrían más conciencia, más criterio… Y lo que quiere el gobierno es, precisamente, que no tengan criterio alguno, ni que tomen sus decisiones. Por eso demeritan a los grandes héroes, como Zapata, Morelos o el propio Juárez, que ya lo han querido sepultar muchas veces por instaurar el laicismo en México.

-Pero, a pesar de esa ‘desinformación’ de la que usted habla, sí es común ver a muchos jóvenes en marchas portando banderas con el rostro del General Zapata…

-Sí, pero cuando veo a uno de esos jóvenes con una playera de Zapata… ya lo considero más bien como algo comercial. Lo mismo pasa con el Ché Guevara: muchos jóvenes portan camisetas y gorras pero no saben de la causa social que está detrás de esa imagen. Y Zapata también ha sufrido mucho el manipuleo mercantil. Lo podemos ver, por ejemplo, en la película de Arau que comentábamos anteriormente.

Esta es una de las camisetas que se pueden adquirir a unos pocos pasos de la casa donde nació Zapata.

“El neozapatismo de Chiapas desempolvó las banderas zapatistas; pero no veo claro hacia adónde van”
-¿El zapatismo en Chiapas es lo más parecido hoy a lo que inició el General en la Revolución?

-El neozapatismo fue bueno en el 94, porque desempolvó las banderas zapatistas, las puso en el plano internacional, y todos volteamos a ver al mundo indígena que estaba muy olvidado. Sin embargo, del 94 a nuestra realidad yo no veo una mejora en la situación del indígena, y no veo claro hacia adónde van. No obstante, su lucha me parece interesante y tienen todo mi respeto y reconocimiento.

-Más de cien años después, ¿México necesita de otra Revolución?

-A nosotros lo que nos impulsa es la continuidad del Plan de Ayala, pero ya no a través de las armas. Porque hoy nuestra mejor arma son los fundamentos. No podemos estar gritando contra el gobierno sin tener fundamentos. Y en esta dirección estamos trabajando en la Fundación Zapata, para llevar a cabo una guerra de guerrillas cultural y hacerle ver a los gobernantes que seguimos acá.

“Hoy nuestra lucha es una guerra de guerrillas cultural, una revolución de ideas”
-¿Una guerra de guerrillas cultural?

-Sí, hoy ya no podemos hacer una guerrilla armada porque si no… nos acaban. Dirían que en lugar de zapatistas, somos narcos o terroristas. Por eso lo nuestro hoy es una revolución de ideas.

Édgar Castro Zapata, entrevistado junto a los restos de la casa donde nació su bisabuelo.

-¿Y cómo piensan llevar a cabo esa revolución de ideas?

-El lema de Zapata es La tierra volverá a quien la trabaja. Pero ahora el arma para conseguir esto sería la educación, porque después de tantos años el campo en el olvido no creo que en un sexenio todo se arregle. Me vería muy romántico si digo esto. Por eso hoy el lema creo que debe ser La educación es de quien la trabaja, porque esa es una de las herramientas que como jóvenes tenemos para desarrollarnos y sobrevivir en todo este mundo neoliberal que nos ha tocado vivir.

ÉDGAR HACE UNA PAUSA. Observa de soslayo el paredón que hay frente a los restos de la casa natal de su bisabuelo, en el que una pintura de El Caudillo del Sur rompiendo las cadenas de la esclavitud preside un mural de grandes dimensiones. Mira de nuevo hacia la cámara que lleva más de una hora filmándolo y concluye:

-En la actualidad seguimos en esa espera de que venga un nuevo Zapata, pero ya no como hace cien años. Hoy necesitamos un Emiliano Zapata que debata con ideas, con fundamentos, y ya no con armas.

*Este artículo fue publicado originalmente en el portal Animal Político. 

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Postdata:
Agradecimientos a Omar y Pavel Granados, fue un placer trabajar con ustedes en esta crónica. 


Tanto el texto como las fotografías de este reportaje tienen derechos de autor. Si requieren parte del material pueden ponerse en contacto conmigo en @ManuVPC 

martes, 4 de diciembre de 2012

“En el Centenario no se honró a Zapata. Una vez más los políticos utilizaron su imagen”: Nietos de Zapata (Parte 2)


Estación del ferrocarril en Cuautla, Estado de Morelos. 

ESTAMOS en la antigua estación de ferrocarril de Cuautla.

En este escenario por el que  pasean turistas que vienen los fines de semana desde la capital, Emiliano Zapata y el ya entonces presidente Francisco I. Madero se encontraron en agosto de 1911 para mantener una entrevista en Yautepec y tratar de encontrar una solución al conflicto posrevolucionario, luego de que los zapatistas se negaran a deponer las armas, según lo acordado por los Tratados de Ciudad Juárez, sin que antes se realizara la prometida recuperación de las tierras.

“En ese encuentro Madero se refiere a mi bisabuelo como ‘el incorruptible Zapata’. Sin embargo, le pide que deponga las armas porque ya la Revolución estaba finiquitada. Pero el General le fue muy directo al presidente y le dijo que mientras no viera que su gente recuperaba sus tierras, los campesinos no entregarían las armas”, narra Édgar Zapata ante la presencia de la  máquina de vapor número 279, construída por la Baldwing Locomotive Works de Filadelfia, y puesta en servicio en 1904 para cubrir la ruta interoceánica México-Veracruz, que hoy reposa en uno de los hangares de la estación junto a un pequeño tenderete de postales y fotografías en blanco y negro de El Caudillo del Sur.

“A Zapata y Villa los borraron por completo de la conmemoración del 2012″
“En el boom del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, en el 2010, el Gobierno se dedicó a resaltar la imagen de Madero, mientras que a Zapata y Villa los borraron por completo –lamenta el historiador tras acceder a uno de los vagones de la compañía Interoceánica y tomar asiento en una banca de madera añejada que rechina con cada movimiento-. Madero, históricamente, fue el precursor de la Revolución –concede-. Pero creo que su exaltamiento se debió a tintes políticos; el presidente del PAN prefirió destacar a otros personajes históricos, pero los que realmente hicieron la revolución social fueron Zapata y Villa. Madero se preocupó por quitar al régimen de Porfirio Díaz, pero no quiso cambiar la estructura de gobierno. Por eso cayó traicionado por Victoriano Huerta, porque un gobernante no puede reestructurar un país sin irse a los puntos sociales que lo aquejan. Es decir, hicieron a un lado al campesino, y por eso Zapata se manifiesta en el Plan de Ayala desconociendo al gobierno de Madero”.

-El 28 de noviembre se conmemoran los 101 años de la promulgación de ese Plan de Ayala que acaba de mencionar. Más de un siglo después, ¿cómo podríamos definir su importancia teniendo en cuenta el contexto actual que vive el campo?

-El Plan de Ayala pone en el contexto político y social de la época al campesino y lo pone al tú por tú con los políticos –señala mientras mueve lentamente las manos para acompañar la explicación-. Es decir, con este plan el campesino ya sabe que tiene derechos y que él es dueño de sus tierras. Y esto se contrapone con las visiones de Carranza, de Madero, y de Victoriano Huerta. Porque ellos, como políticos, no querían que el pueblo tuviera lo que se merece. En cambio, Zapata lo que buscaba era  la igualdad social y por eso surge este Plan de Ayala bajo el emblema de ‘reforma, libertad, justicia, y ley’. Y a cien años de distancia, podemos afirmar que, ante la historia de México y del mundo, los campesinos de Morelos dieron el ejemplo y nos enseñaron que no es necesario tener tantos estudios como los políticos. Porque a pesar de que ellos sufrieron durante generaciones esclavizados por los hacendados, tenían más clara la visión de lo que querían de ese “pedacito de felicidad”, como lo llamaban, que nosotros en la actualidad, que no sabemos ni adónde vamos en este contexto de violencia que nos ahoga en sangre.

“Salinas dio el tiro de gracia al Zapatismo con el TLC”
A continuación, para completar la idea anterior, Édgar enumera los artículos seis, siete y ocho del Plan de Ayala –que dan al pueblo la facultad de reclamar el derecho a sus tierras y se aboga por cobijar con una pensión a los huérfanos y viudas de la revolución-, y destaca la trascendencia histórica del artículo 27 constitucional emanado del ideario zapatista que, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, hace realidad el reparto agrario. “Sin embargo –recupera el tono de pesadumbre-, a pesar de que Cárdenas enarboló la bandera zapatista en los años treinta, cuando entra el neoliberalismo medio siglo después a México deja toda la mesa puesta al presidente Salinas, que es el que da el tiro de gracia al zapatismo con el Tratado de Libre Comercio. Hoy día el campo es vendible y lo puedes ver aquí en Morelos, que ya se está vendiendo. Y lo venden las mismas familias porque quieren irse a probar suerte en los Estados Unidos. Por lo que esta situación creo que nos lleva a la siguiente reflexión: ¿Para qué existió entonces la Revolución?“.

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PARÍS.

Marlon Brando se encuentra en la ciudad con motivo del estreno de una de sus últimas películas y Margarita Zapata, que reside en ese momento en la capital francesa, averigua el hotel donde se aloja y llama por teléfono con la intención de intercambiar unas palabras con el actor que dio vida a su abuelo en la película ¡Viva Zapata!, dirigida por Elia Kazan, y co-estelarizada por Anthony Quinn en el papel de Eufemio Zapata.

“Cuando marqué al hotel me pasaron con alguien de su equipo de producción –recuerda la abogada y socióloga con una sonrisa en los labios que se mantendrá hasta el final de la anécdota compartida con el mítico actor de El Padrino-. Les expliqué que era nieta de Zapata y que quería hablar con Marlon Brando para que me comentara cómo se sintió interpretando a Zapata. Quería saber qué significaba para él interpretar a mi abuelo”.

A pesar de la resistencia inicial de la productora, Margarita tuvo suerte.

Su llamada tuvo respuesta.

“Marlon Brando me invitó a un restaurante –cuenta aún con emoción en el rostro-. Y cuando estábamos cenando recuerdo que me dijo: ‘Óigame, ¿y qué le parece a usted estar cenando con su abuelo?’. A lo que yo le contesté: ‘No, mejor dígame usted que se siente al estar sentado a la mesa con su nieta’. Entonces, Marlon Brando se quedó mirándome fijamente… Y comenzó a reírse”.

Retrato de Emiliano Zapata expuesto en Hacienda Chinameca, estado de Morelos. 

Tras relatar la anécdota con uno de los actores de más reconocidos a nivel mundial, Margarita se levanta del sofá y se dirige en silencio a un pequeño estudio donde tiene una computadora, varias estanterías repletas de libros, fotografías, plantas bien conservadas, un reconocimiento que le otorgaron en España como ‘mujer progresista del año’, y una figura con el rostro de su abuelo.

-¿Cómo cree que se está estudiando hoy en las escuelas la Revolución y en particular a Emiliano Zapata y su obra?

La nieta del General le echa un vistazo de soslayo a la estantería repleta de libros.

Sonríe, irónica.

-En México la historia se escribe a la carta, según la quiera el gobernante en turno y según le convenga al gobierno que esté en ese momento.

“En el Centenario no se honró la memoria de Zapata. Al contrario: una vez más los políticos utilizaron su imagen”
-¿Lo dice por los actos de conmemoración del Centenario, en el 2010?

Vuelve a sonreír. Se cruza de brazos, traga saliva y contesta con los ojos muy abiertos:

-El Bicentenario y el Centenario no fue más que pura pólvora, de eso no queda nada más que esa torre de luz (la Estela de Luz) que es horrible, decepcionante y vergonzante. No se honró para nada la memoria de Zapata. Al contrario, una vez más se utilizó su imagen por parte de los políticos, que llegaron a Anenecuilco, a Chinameca, a Cuautla, a hacer actos y a dar discursos. Pero todo eso fue pura pólvora. Pura jarasca. Además –añade circunspecta-, tampoco teníamos nada que festejar. Es lamentable, pero cierto. No había nada que celebrar –repite, tajante-. Absolutamente nada.

-¿A pesar de la diferencia de contexto que vive hoy México, ve en la actualidad alguna figura política aquí o en América Latina que pueda continuar con la lucha de Zapata?

-Bueno, en América Latina ha habido países en donde se han llevado a cabo proyectos de reforma agraria. Podríamos hablar de Brasil, que aunque aún le queda mucho por hacer puesto que es un país muy grande y con muchísimos campesinos, se está profundizando una reforma agraria que, en mi opinión, sí está muy influenciada por Zapata. Luego también está el caso de Venezuela y Hugo Chávez, aunque la gente está muy desinformada sobre lo que pasa allí. Y también está el caso de Nicaragua, con la revolución sandinista.

-¿Y en Cuba?

-Los Castro también hicieron lo suyo, y bastante, pero es que es otra cosa diferente a lo que quería Zapata. Igual podemos decir de Hugo Chávez, que está haciendo cosas muy buenas. Pero tampoco podemos pensar que ellos van a hacer una copia al carbón de lo que quería Zapata. Porque todos los campesinos no son iguales, ni todos los países tienen el mismo contexto, ni la idiosincrasia de los pueblos es la misma. Cada quien tiene su propia realidad.

-¿Destacaría a alguien de México?

-Yo diría que en México el presidente Lázaro Cárdenas fue el que profundizó la reforma agraria en el país. Y después… ninguno –niega con la cabeza varias veces en silencio-. En este momento no hay nadie que pudiéramos decir que es el continuador o la continuidad del pensamiento y de la lucha de Emiliano Zapata.

-¿Y López Obrador? Él representó a la izquierda en la pasada elección…

-Yo me remito a los hechos –su rostro vuelve a adquirir un aire severo-. Andrés Manuel López Obrador sólo se acuerda de Zapata cuando le conviene.

Aquí el video de la entrevista:



*Entrevista publicada originalmente en AnimalPolitico.com

jueves, 29 de noviembre de 2012

Nuestra lucha hoy es una guerrilla cultural; una revolución de ideas: nietos de Zapata (parte 1)


Édgar Castro Zapata, bisnieto de Emiliano Zapata, posa junto al mausoleo de El Caudillo del Sur en Cuautla, estado de Morelos.

NO HAY DUDA, es un Zapata.

Los ojos ligeramente rasgados, la mirada fría, firme, y algo tímida al primer contacto de manos, un frondoso bigote cuidado con esmero que oculta parte del labio inferior, y un compromiso inamovible por mantener vigente, a 101 años de que se promulgara, los principios que dieron forma y fondo al levantamiento en armas de Zapata y al Plan de Ayala. Esta es la herencia que Édgar Castro Zapata lleva hoy en la sangre a 93 años de que Emiliano Zapata fuera, como lamenta el corrido, “asesinado a mansalva” un 10 de abril de 1919 en Chinameca.

“Ser familiar del General es un orgullo –asegura-, pero también una responsabilidad histórica y un compromiso social”.

Las palabras del historiador y presidente de la Fundación Zapata suenan contundentes en la explanada donde, entre árboles, palmeras y un cielo completamente abierto al intenso sol que cae a plomo sobre Cuautla, se levanta el mausoleo en honor a El Caudillo del Sur.

“Zapata –añade mientras observa usando la mano a modo de visera la enorme estatua que guarda los restos de su bisabuelo- significó mucho para los morelenses y para México porque él encabezó una lucha armada en beneficio de los pueblos. Sin embargo –su tono de voz se torna ahora sombrío, apesadumbrado-, lo que me impacta como historiador es saber que hace cien años hubo un despertar de los pueblos de Morelos en el llamado de la Revolución mexicana, y que hoy esos triunfos no están palpables…”.

Tras la sentencia, el silencio.

Édgar lanza una mirada con detenimiento al hombre que viste una capa que le cubre los hombros hasta llegar a los pies, una canana repleta de balas cruzada al pecho, un enorme  sombrero charro calado sobre la cabeza, y que en una mano porta el Plan de Ayala con el emblema de Tierra y Libertad y en la otra sujeta un rifle, y se arranca de nuevo para completar los tres puntos suspensivos que dejó flotando en el ambiente de esta tarde calurosa: “Vivimos en una sociedad dispersa. Y a pesar de que aquí tenemos esta imagen emblemática a nuestra espalda, las nuevas generaciones ya no dan mucha importancia a la historia y a la identidad zapatista. Se ha perdido mucho debido al bombardeo de los medios de comunicación. Ya todo está muy agringao”.

Por este motivo, explica entrelazando los dedos de las manos, decide heredar en 2007 la Fundación Zapata que presidió su abuelo Mateo Zapata durante treinta años, para llevar a cabo la difusión cultural del zapatismo a través de libros y documentales, así como para gestionar por medio del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur –del que también es director- pensiones hacia los hijos y nietos de zapatistas que viven en la pobreza.

“Se ha perdido ese sentimiento zapatista porque ya está muy politizada la imagen de Zapata. Sólo se acuerdan de él cada seis años, cuando son las campañas políticas. Por eso mi lucha es que la imagen de este líder revolucionario que tenemos aquí –ladea la cabeza buscando a su bisabuelo- sea para el pueblo, no para los políticos. Esa es mi tarea personal: quitar el emblema Zapata que sirvió durante más de 70 años a los gobiernos para legitimarse y devolver esa bandera a la gente. Porque Zapata quería al pueblo, mientras que a los políticos… –empieza a esbozar una sonrisa en los labios que concluye en una carcajada- ¡A los políticos los detestaba!”.

“Las nuevas generaciones no dan importancia a la identidad zapatista; ya está todo muy agringao”


Video, por Omar Granados (@ogranados1)


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Margarita Zapata, nieta del General revolucionario Emiliano Zapata. //Foto: Manu Ureste

COMPROMISO, compromiso… y más compromiso.

Este es el significado de llevar el apellido Zapata estampado en el pasaporte para Margarita, hija de Luis Eugenio Zapata, y nieta de El Caudillo del Sur. “Yo me siento muy orgullosa de ser nieta del General y llevar su nombre, pero no entiendo que porque seas hijo de alguien debas tener más derechos, privilegios o reconocimientos. No, para mí el hecho de ser Zapata significa únicamente una cosa: compromiso”, se explica la socióloga egresada de la UNAM y doctora en Derecho Penal de la Universidad de Barcelona, mientras comparte una taza de café en su departamento y afirma que entre sus objetivos como dirigente de la 'Emiliano Zapata Fundación de Estudios e Investigación' está continuar con la lucha por quien menos tiene y la defensa de la mujer rural e indígena.

-A ciento dos años de que estallara la Revolución, y a ciento uno del Plan de Ayala, ¿cómo ve la situación del campo mexicano en la actualidad –se le cuestiona-. 

-Creo que queda mucho por hacer… Cien años después, el campesinado ha mejorado muy poco sus condiciones de vida, ya que se ha visto muy afectado por el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Porque, si te das cuenta, nuestro campo ha quebrado debido a que los productos que llegan de este país son muchísimo más baratos que los que se producen aquí, en México. Y claro, esto ha significado la quiebra del campesinado.

-Supongamos que Zapata estuviera vivo en la actualidad. ¿Cuál cree que sería su opinión sobre esta situación que usted plantea que vive el campesinado de México?

-Hoy muchos han vendido su parcela para irse a Estados Unidos debido a la gran necesidad que tienen, o porque no quieren ya seguir trabajando la tierra, ya que creen que en otra parte, y con otra actividad, podrán mejorar sus condiciones de vida. Asimismo, otros han visto en su parcela una forma de salir de la pobreza… pero no produciendo, sino cambiando el uso del suelo y vendiéndolo. Por lo que estamos viendo que cada vez hay más y más vivienda y menos campo productivo. Por eso, yo creo que Zapata hoy les diría a los campesinos mexicanos que no dejen su parcela, que la sigan trabajando.

Tras la exposición de la respuesta, Margarita se ajusta los lentes, y añade:

-No obstante, el problema del campo no hay que verlo únicamente en términos de producción. Hay que verlo de manera global, porque ahí tienes también el tema de la ruptura de la familia, de ese tejido social que se va rompiendo en las comunidades rurales donde hay pueblos fantasmas en los que sólo hay niños y ancianos, porque incluso las mujeres están migrando. Es decir, tenemos a unos hijos que van creciendo solos y sin recursos para estudiar. Algunos optan por intentar irse a Estados Unidos, y los que no pueden… pues son terreno fértil para el crimen organizado.

-Háblenos de la 'Emiliano Zapata Fundación de Estudios e Investigación' y de sus objetivos.

-La Fundación nace en 2002 con el objetivo, precisamente, de recuperar la imagen y el pensamiento de Emiliano Zapata. Porque incluso en ese Tratado de Libre Comercio se utilizó la imagen de mi abuelo. También en las marchas usted podía ver la consigna de ‘Zapata, Viva la lucha’, y yo me preguntaba si realmente esos que marchaban con esa consigna y los que utilizaron su imagen para el TLC, realmente creían o no en Zapata.

-¿Y cuál fue su conclusión?

-Que la mayoría de la gente sólo lo utiliza. Y aquí no dejo exento a nadie: porque el Gobierno lo usa para sus fines electoreros, pero igual lo utilizan los diputados, los partidos… Hay incluso unos diputados que dicen que son representantes del campesinado y creo que nunca han pisado el campo, o sólo se acuerdan de él cuando llega la campaña electoral y van a pedir el voto. Entonces, es muy recurrente ver cómo en algunos actos de campaña tienen la imagen de Zapata junto a ellos, y esto es algo que nos ofende, nos lastima, nos duele –hace una pausa enfática con la mandíbula tensa y los ojos muy abiertos-. Se está manoseando la imagen de Zapata. Ver a Josefina Vázquez Mota abriendo su campaña en la tumba misma de Zapata… es algo como para levantarse en una tremenda indignación y reclamar a todo el mundo. Si mi abuelo resucitara y viera todas las cosas que se hacen invocando su nombre… le aseguro que no iban a tener necesidad sus asesinos de volverlo a matar. Porque de rabia, de decepción, y de vergüenza, se suicidaría. Aunque, eso sí: creo que antes de irse otra vez acabaría con unos cuantos de estos políticos.

Ríe.

“Si Zapata resucitara y viera todas las cosas que se hacen invocando su nombre… sus asesinos no iban a tener necesidad de volverlo a matar. Se suicidaría”
*Artículo publicado originalmente en www.animalpolitico.com 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Sin tequila no hay mariachi:
¿El adiós a Garibaldi?


Mariachis y elementos de seguridad del DF 'conviven' en la plaza de Garibaldi tras la puesta en marcha del operativo 'Cero Tolerancia' contra el ambulantaje y la distribución de bebidas alcohólicas.

ASEGURA EL DICHO que “mariachi pagado toca mal son”. Sin embargo, desde que se instaurara el miércoles pasado el operativo Cero Tolerancia contra el ambulantaje y la venta de alcohol adulterado, muchos de los músicos de la plaza de Garibaldi se están preguntando cómo va a sobrevivir la tradición de la música popular mexicana en la llamada Catedral del Mariachi… si no hay clientes que la paguen.

“Mucha gente venía a Garibaldi a echarse dos o tres copitas aquí, en la plaza, y pedía música a los mariachis, a los grupos norteños, a los boleros, a los jaraneros… Y ahora, con esta medida de prohibir que la gente tome en la plaza esto ya no es así, porque no todos tienen dinero para entrar a los restaurantes o a los antros y pagar la música y el alcohol”, asegura el cantante de boleros José de Jesús, para añadir al respecto que, en su opinión, “Garibaldi lo que necesita es que le hagan publicidad” para recuperar la clientela de mejores tiempos.

“Hágase cuenta –señala mientras puntea con una afilada uña las cuerdas de una vieja guitarra que sujeta con delicadeza con ambos brazos- que un mariachi sin tequila, es como si en el callejón del beso la policía prohibiera que las parejas se besaran. Pues lo mismo pasa en la plaza Garibaldi: porque aquí la gente viene a disipar las penas y a ponerse alegre echándose unas copitas mientras escucha música. Y si les quitas eso, le estás quitando la tradición y el sabor a Garibaldi”.

“Sí, sí, claro que es una mala decisión”, opina en el mismo sentido Juan, otro cantante de boleros que tras escuchar de refilón las palabras de José de Jesús se anima a dar su postura sobre la nueva medida. “Porque parece que sólo los ricos tienen derecho a emborracharse y el pueblo no. Y esto nos afecta a todos –apunta con la barbilla a un grupo de seis policías que pasan caminando por delante de la cantina El Tenampa-, sólo los inconscientes dicen que no”.

-¿Y qué se puede proponer al respecto? –se le pregunta-.

“Si dicen que el vino que venden aquí está adulterado, pues que den la opción de que la gente se lo traiga de su casa. Porque aquí la tradición es esa, el tequilita y el mariachi. Por eso la canción dice ‘quién no llega a Garibaldi exigiendo su tequila y exigiendo su canción’, ¿no? –se carcajea tras cambiarle sutilmente la letra a la famosa canción Tu recuerdo y yo de José Alfredo Jiménez-”.

”Parece que sólo los ricos tienen derecho a emborracharse y el pueblo no”
“En mi opinión, creo que el problema se resolvería quitando a los botelleros, que son los que venden el vino adulterado”, propone también por su parte Alejandro, un joven mariachi que va vestido con un impecable traje negro de charro. “Eso, o que los pongan a vender pero vino registrado. Creo que así buena parte del problema quedaría resuelto”, afirma.

“Pero el problema es que todo es política aquí –interviene su compañero de grupo, también vestido con un imponente traje negro y ya listo para empezar a trabajar ante la llegada de los primeros turistas que pasean por las inmediaciones de la plaza con la caída de la noche sobre la capital de México-. Porque esa cosa que tienes ahí delante –señala con la trompeta que trae en la mano derecha al edificio del Museo del Tequila, de reciente inauguración- no se llena tanto como se esperaba después de tanta inversión que le metieron, y por eso tienen que hacer algo, para que la gente que no pueda tomar aquí, se vaya allí”.

”Está bien que lo hayan prohibido; ahora se ve todo mucho más limpio, más presentable”
No obstante, política aparte, parece que no a todos los músicos la decisión de prohibir el consumo de alcohol en la explanada de Garibaldi les ha parecido negativa, a pesar de que ésta tenga un innegable impacto en las ganancias al final de cada jornada.

UNO DE ESOS MÚSICOS es Felipe Ruiz, “mariachi de profesión” que lleva 30 años interpretando junto al mítico paseo de las estatuas de Pedro Infante y José Alfredo Jiménez, entre otros, temas como El Rey, Si nos dejan, Eufemia o Te solté la rienda.

“Está bien que hayan prohibido tomar aquí, porque ya vendían puro alcohol adulterado –comienza a hablar el mariachi con un tono de voz bajito pero recio mientras se acomoda el pañuelo que trae cuidadosamente anudado al cuello-. Y además, a partir de las doce en adelante, aquí ya ves a puro borracho que abusa, que forma bronca, que orina en cualquier sitio incluso en presencia de las damas… Pero ahora ya se ve todo mucho más limpio, más presentable. Creo que así se está dando una mejor imagen al turista, y por ese lado creo que sí está bien la medida”.

-¿Y por el otro lado? –se le cuestiona-.

“Por el otro lado, claro que esto nos pega. Pero ojalá los clientes se acostumbren a escuchar el mariachi en la plaza sin alcohol. Aunque, bueno… -hace una pausa, se toca el bigote que luce finamente recortado, muy a lo Chente Fernández, y añade con una sonrisa: la verdad es que eso de escuchar mariachi sin tomar va a estar muy difícil”.

“Sin alcohol no hay música, y sin música… no hay Garibaldi”
A unos pocos pasos de distancia, a un costado del Museo del Tequila, se encuentran tres de los miembros del grupo de música norteña Los Cañoneros. Para ellos, se mire por donde se mire, la iniciativa del gobierno capitalino tiene más inconvenientes que ventajas, y aseguran contundentes que los efectos negativos de la misma ya son notables en tan solo dos noches que van de operativo.

“Sí, claro que nos ha pegado mucho –afirma presto ante la pregunta Juan Pérez, uno de los componentes del grupo norteño que viste traje azul, y camisa, sombrero y botas picudas de color blanco-, porque aquí la gente viene a cenar, a tomar y a escuchar música. Y si la gente no se echa sus alcoholes, pues no anda contenta y tampoco escucha música. Porque la música sin tequila no se escucha bien –ríe-“.

“Mira, para ponértelo fácil –interviene otro de los integrantes que porta una guitarra con dibujos de alacranes-: Sin alcohol no hay música, y sin música… no hay Garibaldi. Así de sencillo”.

-Sí, pero otros compañeros alegan que la plaza está mucho más limpia y segura, ¿ustedes qué opinan?

“Bueno –retoma la palabra Juan Pérez-, si quieren hacer limpia, el gobierno debería empezar primero a quitar todos los indigentes que hay por toda esta zona; hay muchos mugrosos, mariguanos y viciosos que se quedan dormidos en las bancas. Deberían empezar a hacer limpia en toda la ciudad, y no sólo aquí”.

Lo mismo opinan Rodrigo y Montse, dos jóvenes capitalinos que pasean por la explanada en busca de pasar un buen rato escuchando música y tomar unos tragos en esta templada noche.

“Tú vienes a Garibaldi a estar aquí en la plaza, a disfrutar del ambiente, de la música, y no a estar metido dentro de un bar. Porque si quieres ir de antro te vas a otras zonas de la ciudad”, afirma Rodrigo para el que, a pesar de que “nunca falta un loco o un ebrio que forme la bronca” en Garibaldi, esto es algo que “también puede pasarte en cualquier antro o bar del DF”.

“Es que Garibaldi es esto –Montse señala a un grupo de mariachis que cantan a unos extranjeros el tema México lindo y querido-. Si la gente no puede tomar aquí mientras escucha música, esto ya no tiene chiste”. E incluso, hay quienes como David, otro joven que frecuenta la zona los fines de semana, van más allá y consideran que la prohibición supondrá el fin de la plaza. “Que en paz descanse Garibaldi”, afirma con ironía, empleando un tono lacónico.

En cambio, para Javier, que viene acompañado por su mujer y su hija, la nueva normativa ha generado que en la zona haya “mucha más higiene” y que todo “esté mucho más controlado y seguro para los que vienen aquí en familia”.


”Prohibir el alcohol en la plaza es una buena decisión; Garibaldi ya es familiar otra vez”
¿Y LOS ESTABLECIMIENTOS que hay por los alrededores de la plaza Garibaldi qué opinan? Fuera de grabadora algunos de los músicos consultados los apuntan como los grandes beneficiados de la nueva exigencia de las autoridades del gobierno que hasta la fecha preside Marcelo Ebrard. Sin embargo, al consultarles al respecto, los locales privados se encogen de hombros y no se dan por aludidos.

“A nosotros, como local, nos da igual la nueva medida –apunta de inmediato Sergio Valdés, que labora en El Rincón del Mariachi-. Porque no nos afecta en nada; la gente que entra a nuestro establecimiento sí puede echarse unas copas y escuchar mariachi, sin ningún problema. Es más –hace énfasis-, así la plaza está libre de toda esa mariguaneada que venía por aquí, por lo que me parece que es una buena decisión, porque la plaza Garibaldi ya es familiar otra vez. La gente puede venir de nuevo con sus familias, con sus niños chiquitos, escuchar dos o tres mariachis, y todo sin problema. Nos ha beneficiado a todos en Garibaldi”.

-Sí, ¿pero y la tradición de escuchar mariachi con unos tequilas? –se le incide al respecto-.

“La tradición en Garibaldi es el mariachi, no el alcohol –contesta Valdés como si ya esperara la pregunta-. No sé quién dijo que el alcohol era lo importante aquí”.

Por su parte, para Arturo Ramírez, capitán de meseros de la popular cantina El Tenampa –ahí donde los murales de las grandes figuras de la música tradicional mexicana acompañan a los comensales-, la prohibición de consumir alcohol en la plaza no pone en peligro la tradición del mariachi en Garibaldi, aunque concede que supondrá un duro golpe a las ganancias de los músicos.

“Tal vez podría ser que dejaran a algunas tiendas vender alcohol pero de manera legal –plantea-. No los botelleros, sino comercios que estuvieran regularizados. Así la gente podría tomar de nuevo en la plaza”. “No obstante- revira acto seguido mientras observa a los patrulleros dar sus rondines entre unos jaraneros que tocan alegremente el arpa y riman versos para una joven a petición de su pareja-, lo cierto es que ésta es una medida del gobierno, y ahí nada podemos hacer”.

Policías del DF custodian la entrada a la explanada de Garibaldi.

“La tradición en Garibaldi es el mariachi, no el alcohol”
SON CASI LAS DIEZ DE LA NOCHE y Garibaldi comienza a ser ese habitual hervidero de gente buscando pasar un buen rato mientras disfruta de la comida, el ambiente y la música popular mexicana. Junto a la entrada del estacionamiento, enfrente de la pequeña bahía donde, desde hace varios días, un par de grandes autobuses de la policía del DF impiden a los carros estacionarse para pedir un servicio de mariachi express, se encuentra don Víctor, un capitalino robusto, de 70 años de edad, y vestido completamente de charro con un traje blanco marfil con bordados en dorado.

“Floreros, chicleros, limosneros, botelleros… todos vienen a Garibaldi a hacer negocio a costa de los mariachis”
“Aquí antes todo estaba tranquilo, hasta que llegaron los botelleros –acusa el músico, que ha pasado los últimos cincuenta años de su vida en Garibaldi-. Incluso, los mariachis teníamos broncas con ellos porque no nos gustaba que llegaran a entorpecer nuestro trabajo. Pero se extendió tanto el asunto, que aquí ya ves botelleros de Morelos, de Puebla, de Tepito… ¡de donde sea! Parece que ahora se pretende acabar con eso, y ojala así fuera”.

-Pero, ¿prohibir que la gente se tome sus tequilas mientras escucha el mariachi en la plaza no pondrá en peligro la tradición de Garibaldi?

“No, porque la gente que festeja algo nos llama y, o bien vamos nosotros, o lo citamos en algún lugar para darle el servicio. No nos afecta en nada que prohíban tomar en la plaza. En nada”.

Tras la contestación, Don Víctor se ajusta con orgullo la chaqueta del traje de charro, observa durante unos segundos el Eje central que a esta hora va repleto de coches, autobuses y patrullas de policía, y tira ligeramente la espalda hacia atrás para completar su punto de vista:

“Mira, el trabajo de mariachi es un emblema nacional, y eso hay que cuidarlo. Es decir –se explica-, tenemos que cuidar nuestro prestigio, porque el mariachi se lo ha ganado a pulso, y eso no lo ve toda esa gente que se beneficia de nosotros. Floreros, chicleros, limosneros, botelleros… todos vienen a Garibaldi a hacer negocio a costa de nosotros. Y eso no puede ser”, concluye.

martes, 16 de octubre de 2012

“La curiosidad intelectual y las agallas son imprescindibles para el oficio de cronista”: Jon Lee Anderson


El periodista estadounidense Jon Lee Anderson durante la presentación de su último libro en la ciudad de México. //Foto: Manu Ureste

Escribe Juan Villoro en el prólogo del libro de perfiles El dictador, los demonios y otras crónicas que Jon Lee Anderson (Long Beach, California, 1957) domina el español “con la inquietante pericia de los agentes dobles” de las novelas de intrigas del inglés Graham Greene, su autor favorito. Aunque más que un pulcro y refinado acento anglosajón, este prolífico reportero insuperable en el arte de contar bien las malas noticias habla con una colorida y hasta simpática mezcla de acentos, palabras y giros del castellano –lo mismo usa expresiones colombianas, que corta el final de las palabras con gracia andaluza- producto de haber recorrido una larga lista de países de habla hispana para retratarlos a través de ese género que cambió para siempre Gabriel García Márquez y que hoy lo ha convertido en uno de los maestros del periodismo narrativo actual: la crónica.

Un género éste, que al igual que el genial escritor polaco Ryszard Kapuscinski, del cual la crítica lo considera su heredero –aunque más tarde el propio Anderson opinará al respecto que dicha comparación le parece “un poco demasiado”- lo ha llevado no solo de Cuba a España pasando por Centroamérica y Sudamérica, sino también a recorrer buena parte del planeta pisando múltiples territorios en pugna, como los que describe en los libros La tumba del león: partes de guerra desde Afganistán, La caída de Bagdad, Zonas de guerra, o más recientemente en La herencia colonial y otras maldiciones (editorial Sexto Piso), obra que presentó hace apenas unos días en la ciudad de México, y en la que por primera vez reúne diez crónicas publicadas de 1998 a 2012 en la prestigiosa revista The New Yorker sobre su labor periodística en países como Liberia -donde pasó un año de su adolescencia junto a un tío geólogo, tiempo que recuerda con nostalgia por aquellos viajes a la selva del interior en el que convivió con una comunidad tribal, los kpelle, quienes le dieron el nombre de Saki-; la Somalia donde ya nadie habla italiano de Sheij Sharif Sheij Ajmed -con el que pasó quince días en 2009 -”en aquel momento era probablemente el gobernante más débil del mundo”, asegura-; y por supuesto, la Libia de los últimos días de Muammar Gaddafi.

-En el prólogo de su nuevo libro, usted asegura que “en África, cuanto más cambian las cosas, más siguen estando igual que siempre” ¿A qué se refiere? –introduzco la primera cuestión mientras el veterano reportero aún se está acomodando como puede en una tarima, que usamos a modo de improvisada mesa de cafetería, en mitad del lobby del Museo de Antropología. Un impresionante escenario donde, en ya algo menos de veinte minutos, Martín Caparrós, Mario Jursich, Edgardo Rodríguez y Santiago Gamboa inaugurarán el primer coloquio abierto al público del encuentro Nuevos cronistas de Indias 2.

-Me refiero a que en algunos aspectos aquella África de antaño sigue estando ahí -se explica-; ese mundo de miseria y de tribalismo sigue estando presente, y eso se nota inclusive en la política de muchos países. En África, la nación-estado como concepto tiene más desafíos que en aquellos países donde la tribalización ya quedó atrás, ya que en estos países han tenido que tragar de golpe, en un periodo de tiempo muy corto, con estructuras impuestas que se suponen eran muy benéficas, a la misma vez que no habían resuelto su propia convivencia tribal, y esto es algo que hemos visto desde hace cincuenta años en África. Es decir, creo que las cosas van cambiando en África, pero sigue arrastrando cosas del pasado, tanto buenas como malas.

-¿Cuáles son las buenas?

-A África le faltaba infraestructura propia, esto es, hospitales, carreteras… A mí me consta la diferencia desde que estuve allí por primera vez en los años setenta y ahora. Por una parte añoro la caminata de ocho horas para llegar a Balamah, la aldea donde bailé por primera vez en mi vida, en Liberia. Veintisiete años después, cuando regresé en el noventa y ocho como reportero, aquel trayecto era un viaje de cuarenta minutos en camioneta y había una carretera. Todavía no tenían electricidad y aún andaba por ahí el diablo del monte. Es más, en ese momento estaba suelto y el pueblo se mantenía en vilo. Seguía el terror, eso era algo que no había cambiado, pero ya tenían una carretera que los conectaba con el mundo externo.

A continuación, el periodista, que también en años anteriores fue guardia en una cárcel de Florida, cortó tabaco en Kentucky, y se empleó de machetero en Honduras, hace una pausa de uno, dos, y hasta tres segundos, y añade:

-Mira, cuando digo cosas buenas, positivas, lo hago para referirme a que no todo está mal allí: ya hay gente más educada y más africanos que velan por sí mismos. Poco a poco África se va africanizando, y para mí eso es muy positivo.

“Gaddafi cometió crímenes; pero terminar de esa forma… debe humillarnos a todos”
-Durante la plática que dio recientemente en la presentación de La herencia colonial y otras maldiciones –le recuerdo el contexto- usted hablaba de que la banalización del mal es algo común en todos los dictadores, independientemente de que sean africanos, latinoamericanos o europeos. ¿Tal vez por este motivo Muammar Gaddafi acabó de esa forma tan brutal en Libia?

-Creo que actuaron como perros con él –contesta de inmediato, muy solemne-. Es cierto que Gaddafi cometió sus crímenes, pero terminar así, de esa forma tan humillante, debe humillarnos a todos. Saddam, que era un hijo de puta, tuvo al menos la posibilidad de mantener una compostura recta antes de ser ahorcado, aunque él nunca quiso esto; es más, él pidió en su juicio que lo fusilaran, pero al menos pudo encontrar su muerte con valentía. Creo que al final hay que mostrar algo de misericordia, aunque lo estés ejecutando, como en el caso de Hussein.

"Para Libia hubiera sido mejor que ejecutaran a Gaddafi tras un juicio; la forma en que lo mataron fue un crimen encubierto por todos"
-¿Para la estabilidad de Libia, que como usted apunta en su libro parece que ahora camina a trompicones a través de su proceso de transición política, hubiera sido un mejor comienzo que el sátrapa fuera enjuiciado y posteriormente ejecutado tras una sentencia?

- Sí, sí, hubiera sido mucho mejor para Libia. La forma en que lo mataron fue un crimen encubierto por todos y esto debilita la posibilidad de crear una democracia plena, porque ya estás comenzando con un punto negro y con un acto que es un crimen. No quiero decir con esto que todo esté perdido en Libia, pero fue un muy mal comienzo. Habría sido mejor un juicio y que los libios terminaran de hacer lo que querían con Gaddafi, pero como gente civilizada y donde realmente se ventilara todo lo que éste hizo durante los cuarenta y dos años que estuvo en el poder.

El periodista de The New Yorker acaba de publicar el libro La herencia colonial y otras maldiciones, sobre sus crónicas en África. //Foto: Manu Ureste

-Reporteros que han cubierto conflictos armados aseguran que, en muchas ocasiones, el miedo les ha salvado la vida. Usted que ha escrito numerosas crónicas desde múltiples campos de batalla, ¿qué opina al respecto?

Jon Lee Anderson esboza una leve sonrisa que, por momentos, le deforma la perfecta barba grisácea de candado que le recorre, casi de manera imperceptible el labio inferior, las comisuras de la boca y la barbilla.

Bueno -afirma en un tono reflexivo mientras tira levemente la espalda hacia atrás y estira las piernas- con la experiencia, tú como reportero vas aprendiendo qué cosas te pueden poner o no en peligro. Tienes instinto, intuición, más cautela, y claro, a veces tienes miedo. Y eso es lo que te hace decir “no voy por ese camino donde hay una turba, no entro a esa casa, no voy a acudir a esa cita donde no conozco a la gente…”. Hay que agachar la cabeza cuando hay plomo.

-A su juicio, cuál es el peor enemigo que puede tener un…

-La falta de curiosidad -contesta sin dejar siquiera que acabe la pregunta-. Si no eres curioso por naturaleza, no puedes ser un buen cronista.

“La curiosidad intelectual y las agallas son imprescindibles para este oficio”
-Juan Villoro dice que “los viajes son su territorio” -le comento-. Y que entre junio y septiembre de 2005 cruzó el Atlántico dieciocho veces, “una cuota normal en su género de vida”. Imagino que, al contrario de Gabo, Cortázar, o Carlos Fuentes, usted no tendrá miedo al avión con semejante colección de sellos en el pasaporte, ¿no?

El staff writer de The New Yorker se ríe distendido y niega con la cabeza. “No, no, la verdad es que no me da miedo volar”.

-Pero, ¿si es imprescindible tener ese espíritu de aventura para ser un buen cronista? -agrego a raíz del comentario anterior-.

-Mira, hay de todo -señala ahora más serio-. Yo no puedo decir eso. Sí soy bastante aventurero, pero hay gente que lo son menos y son muy buenos cronistas. Es decir, no todos tienen que ir a la guerra. Tú puedes ser muy buen cronista y hacer una excelente crónica sobre… qué se yo, la cámara de comercio. Supongo -hace una pausa enfática de un par de segundos-. No sé si la leería –ríe de nuevo-, pero en general creo que las agallas y la curiosidad intelectual son muy importantes en este oficio.

"Soy bastante aventurero, pero hay quienes no lo son tanto y son buenos cronistas; no todos tienen que ir a la guerra"
-Y hablando precisamente de ‘oficio’, una palabra cada vez más en desuso para referirse a la labor informativa, ¿como se siente en este periodismo en el que Internet, las redes sociales, las tabletas, los smartphones, y el minuto a minuto están cada vez adquiriendo una mayor importancia? ¿Se considera, digamos, un clásico?

- Un clásico… -repite alzando un poco la vista al techo-. ¿En lugar de jurásico? –repregunta con una sonrisa dibujada desde que intuyó por dónde venían los tiros, o el plomo -como él mismo diría-, en la argumentación de la cuestión-.

-No sé. No me defino -titubea-. ¿Sabes? Yo también tengo iPhone, uso el tuiter, escribo en blogs… Yo asumo lo que puedo de todo, y tomo lo que considero importante de lo más reciente: no soy el primero en probarlo, pero tampoco el último. Y hay cosas que me sacan de quicio y otras que, en cambio, sí encuentro muy interesantes. En general, creo que todo esto hace que la vida se sienta muy agitada y carente de tiempo para reflexionar y digerir las cosas. Y eso para mí sí es algo molesto, aunque no tengo una solución por ahora. En cualquier caso sigo creyendo que la crónica larga es una forma de proceder, tal y como estamos hablando en este coloquio. Pero no sé si soy un clásico. Lo que sí soy es una generación mayor que los jóvenes cronistas de hoy, claro. En ese sentido sí soy más viejo, pero no sé si eso me haga clásico -ríe-.

“¿La comparación con Kapuscinski? Me halaga, pero yo hago lo mío”
-Que lo comparen con Kapuscinski y que incluso digan que es usted su heredero, ¿le molesta, le halaga, o le es completamente indiferente?

-Decir que me molesta sería demasiado. Yo considero que Kapuscinski fue un gran escritor; me halaga, aunque creo que es un poco demasiado, ¿me entiendes? Porque considero que esto es un poco facilista; es como decir “él es como Kapuscinski, ah bueno, entonces ya no tienes que pensar más”. Hay esta tendencia de pensar muy rápido y poner etiquetas a las personas, y en general no me gusta ser cartonizado. Yo hago mi propia cosa. Yo no escribo ficción, y él sí lo hacía. Ahí mismo tienes la diferencia.

“Mientras haya impunidad y una falta de estado de derecho, no habrá solución al desamparo de los periodistas en México”
-Hablemos de México. Recientemente usted participó en el Hay Festival que se celebró en Xalapa, Veracruz. Un estado que, junto con el resto del país, ha sido noticia por el continuo asesinato de periodistas. ¿Cómo ve usted la situación?

-Mientras haya impunidad y una falta de Estado de Derecho en México, no habrá una solución al desamparo de los periodistas. No, no la hay –asegura para, a continuación, afirmar que va a escoger muy bien sus palabras para hablar de este asunto, y lanzar una pregunta tal vez incómoda, con una respuesta aún más incómoda-. ¿Y en dónde recae la responsabilidad de este asunto? Pues en el Estado. No han creado un Estado de Derecho en México; lo que han creado es un Estado donde se matan a los periodistas, además de a muchos otros ciudadanos, ya lo sabemos, y en el que nunca encuentran a los asesinos. Un Estado donde la narcopolitica ha minado fuertemente a ese mismo Estado, y esto es algo muy preocupante. Hace falta una reconfiguración al interior de la política mexicana, de la idiosincrasia de la política mexicana. Porque si no… -deja pasar unos puntos suspensivos y concluye-. Porque si no esto va a seguir.

¿La cobertura de la ‘guerra contra el narco’? No hay un reporterismo primario, todo es boletín informativo y crónica roja
-¿Qué se puede proponer para mejorar la situación?

-¿Solución para los periodistas? –se pregunta-. O se quedan callados y escriben diarios para luego un día escribir un libro de crónicas, o ayudan a un periodista extranjero para que ellos sean el portavoz de esa realidad que ellos quieren relatar. Porque los periodistas locales en tiempos de guerra… casi nunca pueden hacer nada. Casi siempre esta tarea recae en gente que pueden venir de afuera y despachar esa realidad, o lo publican a posteriori.

-¿Qué opina de la cobertura que hacen los medios de la llamada ‘guerra contra el narco’?

-No hay un reporterismo primario, todo es boletín informativo y luego crónica roja. Yo creo que todos estamos muy mal servidos en este sentido, aunque el terror es tanto que una comprende por qué.

-¿No le llama la atención México para escribir una de sus cartas?

-Sí, podría ser, pero hasta ahora no he visto una situación o personaje que me llame tanto la atención como para hacerlo.

"¿Perfilar a El Chapo Guzmán? ¿Acaso va a aceptar una entrevista conmigo?"
-¿Ni siquiera El Chapo, el narcotraficante más buscado?

-¿Y cómo voy a perfilar al Chapo? –contesta con una pregunta-. ¿Acaso va a aceptar una entrevista conmigo?… Y escribir sobre él sin verlo, a qué va eso. De hecho, yo tengo un colega en The New Yorker que más o menos ha estado reporteando en México y sería una intromisión por mi parte.

“Cuando leí Cien años de soledad fue una revelación; nunca había leído algo así antes”
Los veinte minutos pactados para la plática están muy próximos a concluir y en el salón del auditorio ya comienza a escucharse el murmullo del gran número de personas que acudieron a la inauguración de los coloquios abiertos organizados por Conaculta y la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Ante el paso del tiempo Jon Lee Anderson se remueve en la tarima un tanto incómodo aunque mantiene la cordialidad y la mirada azul fija en quien le lanza preguntas.

-Para terminar, escribe Juan Villoro que lo extraño de usted es que no sea un personaje de su autor favorito, Graham Greene… ¿Es este autor inglés su referente?

-Sí, es un referente, aunque no necesariamente mi fuente de inspiración inicial. Lo descubrí como a los dieciséis o dieciocho años y lo he seguido leyendo. Para mí es uno de los escritores más amenos para leer que he encontrado. No es que me guste toda su obra ni necesariamente participo de toda su política, pero más o menos. Era un hombre inglés de sangre azul, de izquierdas, y que cooperaba con el servicio secreto… En fin, había un poco de todo ahí, muy de otra generación. Pero yo lo admiré como escritor y me gustaba mucho su búsqueda de la moral en los márgenes de la misma moralidad, eso siempre me atrajo. El mundo es un lugar bastante gris… y él era un maestro de lo gris. Por eso me interesa tanto.

-¿Y García Márquez?

-Sí, sí, por supuesto que admiro a García Márquez. Su papel como padrino de la crónica latinoamericana y su gran obra de ficción lo hace, sin duda, muy querido. Cuando leí Cien años de soledad tenía como 19 años y fue una revelación, nunca había leído algo así antes. Y él realmente cambió la forma de percibir las cosas, así como Hemingway en su momento introdujo esa forma de escribir parsimoniosa, Gabo creó una nueva forma de ver el mundo, y eso hay que reconocerlo. Soy un gran admirador de él, y además como he tenido el privilegio de conocerlo me consta que es un buenazo, una persona muy generosa, ¿me entiendes? Es un tipo chévere.

Esta entrevista fue publicada originalmente en AnimalPolitico.com

miércoles, 19 de septiembre de 2012

“El cine mexicano le debe mucho a Juan Orol; fue un inventor de géneros”: Sebastián del Amo

El cineasta mexicano Sebastián del Amo llega con su ópera prima 'El fantástico mundo de Juan Orol' a las salas de cine mexicanas. Foto: Manu Ureste

Tan solo diez minutos después de la hora acordada, tiempo suficiente para darle un par de vueltas completas a esta plaza Río de Janeiro repleta de niños correteando y parejas que platican sentadas en las bancas de hierro entorno a la majestuosa fuente en la que se levanta la efigie del David de Miguel Ángel, aparece Sebastián del Amo atravesando lentamente la calle Orizaba donde se encuentra anclada una pintoresca Iglesia de estilo gótico y un coqueto café de nombre italiano en la esquina.

El cineasta viene sonriente, anoto. Con paso tranquilo, relajado y vestido de manera casual con unos pantalones algo desgastados, una camisa azul claro arremangada y por fuera, una boina estilo francés cubriéndole la frente, y unas botas tipo camperas. En la mano derecha, completo el perfil en la libreta, trae un diario en el interior de una bolsa de plástico de una de esas tiendas de autoservicio que tanto proliferan en la ciudad de México, y en la izquierda sujeta con fuerza una correa de la que tiran un hermoso e inquieto labrador que no para de ladrar y un xoloescuincle de aspecto exótico y simpático.

Tras varios minutos caminando absorto en sus pensamientos, Del Amo alza al fin la mirada y al percatarse de la cámara y de la mochila que traigo colgada al hombro me reconoce asintiendo levemente con la barbilla.

Nos saludamos con un apretón de manos –oye, ¿tú no eres de aquí, verdad?-, ata los perros en un hierro de la verja que protege el jardín y de inmediato comenzamos a platicar sobre El fantástico mundo de Juan Orol, su primer largometraje en el que participa "un elenco que tuvo mucha magia" –Roberto Sosa, Julio Bracho, Jesús Ochoa, Gabriela de la Garza, Marisa Saavedra…-, el cual se estrenó ayer (viernes 15 de septiembre) en las salas mexicanas tras obtener previamente numerosos reconocimientos en festivales de prestigio como el de Guadalajara, donde ganó el premio a la mejor ópera prima.

"A pesar de ser El Rey del churro, Orol es fundamental para entender la evolución de la industria cinematográfica mexicana"
“Comprenderás que la primera pregunta es obligada –le comento al cineasta de 41 años casi a modo de disculpa mientras aún va tomando asiento en una banca de piedra que hay en el interior del parquecillo-. ¿Por qué elegiste para tu ópera prima a un personaje como Juan Orol, considerado como ‘el peor cineasta mexicano de todos los tiempos’?

Sebastián se toca la nariz y dirige la mirada ligeramente hacia la copa de los árboles que nos protege del sol capitalino.

“Me pareció muy interesante que Juan Orol, a pesar de ser considerado como el peor director de la historia del cine mexicano -que eso ya le da un morbo especial- es un personaje absolutamente icónico y fundamental para entender la evolución de la industria cinematográfica en la época de oro y para entender al cine mexicano”, se arranca el cineasta, quien destaca al respecto que, a pesar de que la crítica de la época fue feroz con este realizador de origen gallego que dirigió cerca de 60 películas, entre ellas algunos títulos míticos como Gangsters contra Charros, Embrujo antillano o Madre querida, el cine nacional está en deuda con este “inventor de géneros” que gustaba de salir a la esquina a comprar el pan vestido con mucho garbo a lo Johnny Carmenta –"su personaje de toda vida", con traje cruzado a rayas, pajarita, zapatos impecables y sombrero de ala ancha.

“Sin duda se trata de un personaje muy singular –afirma Del Amo aguantando la carcajada tras contar que, en realidad, el Rey del Churro llegó al cine “porque básicamente le gustaban las actrices y en las películas salían tías buenas”-. Yo siempre lo comparo con un espontáneo que se avienta al ruedo a torear con una camisa –continúa-. Orol era así: un tipo que no se cuestionaba mucho las cosas en la vida. Por eso en su cine no vemos un planteamiento filosófico o artístico, aunque sí fue un inventor de géneros. Por lo que el cine mexicano le debe mucho temáticamente: porque al primero que se le ocurrió fotografiar a una de esas cubanas espectaculares –dibuja una silueta en el aire con las manos invocando a María Antonieta Pons-, sinuosas y caderonas que se movían de locura, fue a Juan Orol. Es decir, él es quien define la estética de Cabaré y el que inventó el género de las rumberas, el cual es el antecesor del cine de ficheras que más adelante, en los setentas, fue definitivo”.

"Mientras todos hacían cine de charros, Orol introdujo el género de gánsteres. Se creía el Humphrey Bogart mexicano"
Y además esto tiene aún más mérito, destaca el cineasta con los ojos azules muy abiertos tras los lentes con montura de pasta, porque lo hace en pleno apogeo de la época del cine de oro mexicano de Ismael Rodríguez, Pedro Infante, Luis Aguilar, Jorge Negrete, El Indio Fernández, Sarita García y compañía.

“Es decir, mientras todo el mundo en la época de oro hacía películas de charros, en las que se retrata un México de haciendas que ya para 1950 realmente no existía, Orol introduce una temática mucho más urbana y se inventa el género de gánsteres, ya que estaba absolutamente obsesionado con estos personajes. De hecho, él se consideraba el Humphrey Bogart mexicano”, cuenta divertido Sebastián, para añadir acto seguido que otro de los aspectos que le llamó poderosamente la atención de este ‘surrealista involuntario’ que estuvo a la sombra de Buñuel, y que antes de hacer cine, o eso cuenta al menos la leyenda, saltó al ruedo como torero, subió a un ring enfundado en unos guantes de box, bateó jonrones, fungió como corredor de coches, y hasta pateó la ciudad como investigador de la policía judicial, fue su enorme capacidad de producción y de salir adelante a pesar de la falta de recursos… y de las feroces críticas.

“A diferencia de las luminarias que hubo en el cine mexicano como El Indio Fernández o Ismael Rodríguez, que a pesar de que ganaron premios y palmas de oro tuvieron un periodo de inactividad muy largo al final de sus carreras, Juan Orol se mantuvo con su esquema de películas baratas hasta el fin de sus días”. “De hecho –llega a la conclusión-, de alguna manera Orol es el antecesor del esquema de producción de los video-home, que es un género que sigue absolutamente vigente en la actualidad con películas de narcotraficantes y de mafiosos”.

Cartel promocional de la película 'El fantástico mundo de Juan Orol'

Tras concluir la argumentación de por qué eligió para su ópera prima a este incansable cineasta que terminó sus días en 1984 en la más absoluta pobreza –"tanto, que tuvieron que pasar el sombrero en el edificio de productores para darle un entierro digno", con casi 94 años de edad, ¡y otra película! en ciernes que no llegó a concluir, Sebastián le echa un vistazo de soslayo al teléfono móvil que suena en estos momentos y se disculpa para contestar rápidamente la llamada durante unos segundos, tiempo que aprovecho para repasar algunas de las preguntas pendientes que hay anotadas a mano en una hoja de libreta sin cuadrículas.

"Bien –reiniciamos la conversación-, ya conocemos un poco más sobre quién fue Juan Orol… ¿Pero, qué va a encontrar el espectador cuando se siente en la butaca y vea en la gran pantalla a Roberto Sosa caracterizado como Orol y rodeado de hermosas rumberas?"

“La cinta es un homenaje en todos los sentidos –recalca-, desde la temática hasta la estética, la música… Aunque intentamos que fuera una película que, a diferencia del cine de Orol, que se caracterizaba por sus errores –por ejemplo, en uno de sus filmes el personaje entra vestido de traje negro, mata al malo, y en la siguiente escena sale vestido de blanco-, nosotros intentamos hacer una película muy bien cuidada en todos los aspectos, para no caer precisamente en el gazapo cinematográfico. Y el resultado es una cinta diferente, que vale mucho la pena. Se van a divertir mucho”.

"La idea con la película era no hacer una biografía formal de Juan Orol, sino una ficción biografiada"
"¿Cómo fue todo el proceso de gestación del proyecto y la documentación sobre el personaje? –cuestiono-. He leído que tardó hasta 12 años en concluirlo. ¿Por qué tardó tanto tiempo en darle forma a El fantástico mundo de Juan Orol?".

Sebastián suspira como si ya esperara esa pregunta, esboza una leve sonrisa, y se toca el mentón por el que aflora una barba de candado de la que brotan entremezclados vellos claros y grisáceos.

"Estuve seis años documentándome porque hay muy poca información alrededor de Juan Orol. Consulté absolutamente todo lo que hay publicado, que es poco realmente. La poca información que hay son entrevistas que Orol dio a una edad ya muy avanzada, y entre que confundía fechas, nombres, o que directamente se inventaba partes de su vida, la información que existe no es verificable; es como un salto de fe: te la crees o no. Entonces, en este sentido, la idea era no hacer una biografía formal del personaje, sino una biografía ficcionada, o una ficción biografiada.

Luego fueron otros seis años para la consolidación del proyecto –añade- porque se nos cayó la producción hasta cuatro veces y en diferentes etapas, aunque afortunadamente conseguimos levantarla en cinco y comenzamos a filmarla a finales de 2010".


"El fantástico mundo de Juan Orol es una película con mucho colorido, una oferta diferente de cine mexicano"
Y el resultado, asegura con un claro gesto de satisfacción en el rostro, "es una película con mucho colorido, una oferta diferente de cine mexicano" dirigida a cualquier tipo de espectador. "Porque a la gente que tiene cierta edad y que conoció aquel cine –hace hincapié- esta película le va a remitir a esa época y la va a disfrutar mucho porque revivirán ese México que ya se fue en mayor o menor medida; y a los chavos que no tienen esa referencia del personaje, les va a permitir descubrir parte de la historia del cine mexicano, y creo que este es uno de los aciertos de la película".

"Roberto Sosa no era nuestra primera opción para el personaje de Orol. Pero viéndolo en retrospectiva... fue la mejor elección. Su trabajo es brutal"
"Sin duda, otro de los aciertos –pregunto al hilo aprovechando la última contestación y casi sin darle tiempo a recuperar el aliento-, fue la actuación de Roberto Sosa en el papel de El Rey del Churro, al menos según la crítica. ¿Cómo fue el proceso de selección del actor para el rol principal de la película?".

"Roberto no fue nuestra primera opción –revela-, aunque sí lo invité a que interpretara otro papel desde una etapa muy inicial del proyecto", afirma Del Amo, que explica al respecto que conoce al intérprete mexicano –que ha participado en más de 90 largometrajes en los que ha estado bajo la dirección de leyendas del celuloide como Oliver Stone- desde su época universitaria. "Pero el proyecto se nos hundió cuatro veces y a la quinta pensé por qué no ofrecerle el protagónico a él… Y viéndolo en retrospectiva, me parece que fue la mejor opción; estoy muy agradecido con su trabajo porque fue brutal. Envejece al personaje en cuadro 60 años de una manera impactante –el proceso de envejecimiento, enfatiza, lo hizo Roberto Ortiz y la caracterización general de toda la película Mari Paz Robles-. Realmente, me parece uno de los mejores actores de México y no un 'cebollazo' gratuito".

"¿La cicatriz de Sosa, que no concuerda con el personaje de Orol, no fue un inconveniente?".

"Evidentemente, una de mis preocupaciones de inicio era el tema de la cicatriz que tiene Roberto, que efectivamente no coincide con el personaje –admite-. Pero ya en el proceso dije… bueno, pues al diablo, más bien hagamos que Roberto sea Juan Orol, así que hice una cicatriz a Orol de una manera ficticia; fue algo que me saqué de la manga".

"Que comparen El fantástico mundo de Juan Orol con Ed Wood es un subidón para el ego importante"
"En las redes sociales y en tráiler de la película que hay en Youtube se pueden leer numerosos comentarios que comparan, al menos desde el punto de vista de la estética, a El fantástico mundo de Juan Orol con películas de la talla de la oscarizada The Artist o con Ed Wood, la cinta que protagonizó Johnny Depp dirigido por Tim Burton sobre el cineasta estadounidense al que, como Orol, se le considera el peor director de su época. ¿Te gusta que comparen tu filme con estas películas?"

El cineasta Sebastián del Amo ya se encuentra trabajando en un nuevo proyecto: "El complot mongol". Foto: Manu Ureste

"Que comparen la película de El fantástico mundo de Juan Orol con Ed Wood, la cual está considerada una película de culto es, evidentemente, un subidón para el ego importante, no te voy a mentir –afirma con los brazos cruzados, arqueando levemente la ceja izquierda por encima de los lentes, y con una sonrisilla de modestia-. Pero más allá de eso, la comparación, aunque es obligatoria, me parece poco acertada, porque a pesar de que ambos personajes tienen el título poco honorable de ser los peores directores de su época, la diferencia radica en que Orol hizo 57 películas en 60 años, y Ed Wood 5 o 6 en un periodo relativamente corto. Entonces, mi planteamiento es que, por más que sus películas hayan sido consideradas como malas, pues ningún tonto logra hacer 57 filmes en un periodo de tiempo tan largo. Eso indica que había un público que las consumía y que eso fue lo que convirtió a Orol en un ícono más allá de lo absurdo o lo surrealista involuntario".

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Ya van a dar las dos de la tarde, observo por mi reloj. El cielo, hace apenas diez minutos libre de nubes y con un sol imponente radiando encima de nuestras cabezas, es ahora un manto grisáceo y espeso que amenaza con una de esas típicas tormentas vespertinas que descargan en minutos sobre la ciudad de México miles de litros de agua, granizo e intimidantes relámpagos.

"Un par de preguntas más y terminamos" –prometo mientras abandonamos la banca de piedra cobijada por la sombra de frondosos árboles y buscamos un lugar de la plaza con más luz para tomar las fotografías-.

Sebastián amarra de nuevo los perros, se acomoda la camisa que lleva ligeramente abierta, y asiente en un gesto casi imperceptible de infinita paciencia. "Claro, adelante".

"La época del cine de oro mexicano ya parece más una carga que una característica gloriosa de nuestra industria"
"Tal y como comentaste anteriormente, tu película es un homenaje a un personaje cuyo ciclo de mayor éxito y declive coincide con aquella legendaria época del cine de oro mexicano. En este sentido, mi pregunta es doble: Primero, ¿crees que en México sigue habiendo una especie de nostalgia por aquellos días?; y segundo: ¿qué puede aprender el cine actual del de aquella época?"

"Bueno –se encoje ligeramente de hombros-, creo que la época del cine de oro mexicano ya parece más una carga que una característica gloriosa de nuestra industria. Pero si algo tuvo de dorado aquella época es que el cine nacional se consumía masivamente y tenía un público, cosa que ahora no sucede desgraciadamente. Y además nuestro cine se exportaba a Argentina, Venezuela, España… ", deja unos puntos suspensivos en el aire, para a continuación evocar al espíritu de Orol como una forma de sacar adelante a la industria y volver a "enganchar" al público con los filmes mexicanos.

"Los cineastas mexicanos debemos ser un poco como Orol; él tenía todo en contra y a pesar de todo realizaba sus películas con mucho desparpajo"
"Es importante revalorizar a un personaje como Juan Orol, porque él tenía todo en contra: la crítica, el dinero… Y a pesar de todo realizaba sus películas con mucha cara, con desparpajo. Creo que todos los cineastas mexicanos debemos ser un poco así, porque las condiciones hoy no están dadas. Es decir, debemos recuperar esa habilidad para traer de vuelta al público que sí va al cine. Porque, por ejemplo –se explica-, el año pasado millones de espectadores llenaron las salas de México, sin embargo el 95% admitió no haber visto una sola película mexicana. Claramente ahí radica la enorme desgracia en la que está sumido el cine nacional, y nuestra responsabilidad como realizadores es proveer siempre de mejores contenidos y de tener al público en cuenta y buscar recuperarlo, y claro –llama la atención-, pelear por mejores condiciones para que se exhiba y se vea el trabajo que vale mucho la pena. Porque el cine mexicano tiene mucho más que un simple tema cultural".

"¿Te refieres con esto último al tema del narcotráfico, el cual en los últimos años parece haber ocupado gran parte de la temática del cine mexicano?"

"De unos años para acá, no es que la única temática en México sea únicamente el narcotráfico –afirma-, sino que parece que la vida en México se está convirtiendo en uno de los video home de los hermanos Almada; sin duda esto es algo preocupante, porque este tipo de películas retratan un mundo muy sórdido".

"El complot mongol", nuevo proyecto

Tras la última contestación es hora de cumplir lo prometido y poner fin a la entrevista con este joven cineasta que se define como "un obsesionado de la temática de las novelas históricas". Una fijación, me comenta ya casi a modo de despedida y mientras trata de calmar los ladridos del labrador que quiere continuar con su paseo interrumpido por un tipo que no para de hacer preguntas, por la que su próximo proyecto será una película basada en la novela El complot mongol, una historia de espías de la KGB, la CIA y la policía judicial mexicana que tiene lugar en el barrio chino de la calle Dolores del DF en plena Guerra Fría, y para la que contará de nuevo con Roberto Sosa –en la piel del detective mexicano- como actor principal y con gran parte de ese "maravilloso elenco" que participó en su ópera prima que se estrenó ayer.

"La idea –me dice Sebastián mientras apretamos las manos- es repetir el equipo de trabajo, pero no la fórmula. Porque eso sí era algo muy del cine de Juan Orol". Ríe y se marcha por donde vino, de nuevo con paso relajado a pesar de la amenaza inminente de lluvia, y con la correa de la que tiran los dos perros y la bolsa con el periódico ocupándole ambas manos.

Checa aquí el video de la entrevista con Sebastián del Amo:

 

*Esta entrevista fue publicada originalmente en Animal Político. 

lunes, 27 de agosto de 2012

La conquista de Marte: ¿Ciencia Ficción o realidad?


A Marte también se le conoce como 'El Planeta Rojo' por el característico color rojizo de la superficie marciana. 

¿Es posible que el hombre ponga sus pies en Marte? En entrevista para Animal Político Mario De Leo Winkler, candidato a Doctor de Astrofísica en la UNAM, analiza el por qué de la fascinación sobre este planeta, las similitudes que guarda con La Tierra, y cuáles son los grandes retos del ser humano para una -tal vez no tan ficticia- colonización de El Planeta Rojo.


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En 1950, doce años antes de que la sonda soviética Mars 1 fuera la primera en volar a una distancia de 11 mil kilómetros de Marte y tomara fotos de su superficie para posteriormente mandar información a La Tierra sobre la radiación cósmica y el campo magnético de El Planeta Rojo, Ray Bradbury publicó la icónica obra Crónicas Marcianas. En ella, el escritor estadounidense narra la llegada y la colonización del cuarto planeta del Sistema Solar por parte de los humanos –con la consiguiente caída de la civilización marciana y la extinción de sus habitantes- y materializa a través de las palabras uno de los sueños más inalcanzables del hombre desde que en tiempos antiguos éste miraba al cielo apuntando hacia un lejano punto rojizo que flotaba en el infinito cosmos: la conquista de Marte.

“Existen muchas condiciones mitológicas, históricas y científicas que nos llevan a Marte como un punto de interés esencial”
“La fascinación por El Planeta Rojo viene desde tiempos antiguos”, apunta en  entrevista para Animal Político Mario De Leo Winkler, maestro en Ciencias y candidato a Doctor de Astrofísica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien se remonta a la época de Roma y Grecia para explicar que fue en aquellos lejanos días cuando se comenzó a relacionar a este planeta con Marte, el Dios de la Guerra, debido al característico color rojizo de su superficie dominada por el óxido de hierro. “Lo cierto es que siempre fue un planeta muy sanguinario”, bromea el académico al inicio de la conversación telefónica para, a continuación, explicar ya más serio que existen “muchas condiciones mitológicas, históricas y científicas” que nos lleva a poner la mira del telescopio en dirección a las coordenadas del enigmático planeta donde se levanta el Monte Olimpo, “como un punto de interés esencial para el futuro de la humanidad”.

Pero, ¿qué es lo que nos fascina tanto de Marte? Ya desde finales del siglo XIX, cuando el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli afirmó haber visto canales por todo el planeta –incluso años después el estadounidense Percival Lowell sugirió que estos presuntos canales eran en realidad un sistema de irrigación creado por seres inteligentes-, la imaginación del hombre no ha parado de orbitar, como si de una sonda Vikingo se tratara, en busca de civilizaciones, seres extraterrestres, o estructuras alienígenas que prueben que películas como Misión a Marte, Mars Attacks, o La Guerra de los Mundos estaban en lo cierto y que, en efecto, no estamos solos en el Universo. Sin embargo, las imágenes que envió el robot Curiosity a La Tierra caerían probablemente como un jarro de agua fría a Bradbury y a tantos autores de ciencia ficción que hicieron despegar nuestra mente, pues en ellas se puede apreciar un hermoso paisaje marciano… pero completamente desierto y desolado.

Entonces, ¿por qué la fascinación?

Hombrecitos verdes al margen, comienza a explicar el astrónomo al otro lado del hilo telefónico, “Marte despierta tanto nuestro interés porque es el más similar a La Tierra en cuestiones como temperatura, que durante el verano marciano puede llegar a 20 grados centígrados en zonas ecuatoriales, la cual es ideal para la vida humana, y la duración del día que es también aproximadamente de 24 horas”, aunque el tamaño sí es diferente, precisa, pues el diámetro de El Planeta Rojo es un medio del de nuestro planeta, “por lo que la gravedad allí es mucho menor”.

No obstante, enfatiza Winkler, además de la temperatura y la duración del día, lo que más aproxima a los dos planetas es la posibilidad de que Marte albergue bajo su superficie nuestro vital líquido terrestre: el agua. “Las sondas que actualmente orbitan alrededor del planeta han localizado existencia de agua en estado congelado debajo de la superficie, y aunque no se sabe de qué tamaño son los depósitos, cuanto más perfectos son los instrumentos que enviamos encontramos mayor evidencia de agua”. Por tanto –añade-, “como sabemos que en la Tierra se generó la vida a través del agua, suponemos que se pueden dar las condiciones para que ésta se genere en otros puntos del Sistema Solar, y por eso Marte genera tanto interés: porque la existencia de agua lo pone muy cerca de nuestro planeta”.

Imagen del Curiosity sobre la superficie marciana. //Foto: tomada de 360 cities

Ahora bien, la existencia de agua, ¿qué supondría?: ¿que hubo vida? ¿que todavía hay? ¿que podría darse en un futuro?

“Bueno –el astrónomo deja espacio a unos puntos suspensivos para, a continuación, contestar con la habitual prudencia de una persona de ciencias-, la ignorancia del ser humano es tal que sólo conocemos la vida que se generó en La Tierra. Es decir, sabemos que, de acuerdo con los descubrimientos más recientes, la vida aquí se generó a partir de chimeneas submarinas que sacaron a los oceanos elementos químicos muy ricos, y siempre queremos extrapolar esto al resto del Universo: porque no sabemos si la vida puede darse de otra forma.

“Encontrar la existencia de agua subterránea –continúa, expedito- y evidencia de agua líquida en la superficie del planeta, nos hace pensar que posiblemente exista algún rasgo de vida pasada, ya sean fósiles, que es lo que está buscando Curiosity, o la existencia de vida presente en Marte, aunque yo me atrevería a decir que esto sería más probable que se diera de manera subterránea, no en la superficie”.

“Si encontramos vida en Marte… los planes del ser humano hacia el Planeta Rojo cambiarían por completo”
Recopilemos un momento: temperaturas en determinadas zonas y durante el verano marciano ideales para la vida humana; una duración del día muy similar a la nuestra de 24 horas, existen diferentes estaciones, como en La Tierra; es el planeta más cercano al nuestro, y además es probable la existencia de agua. ¿Para cuándo –cuestiono, emocionado- mandamos la primera expedición humana a colonizar Marte y hacemos realidad el sueño de Bradbury.

De Leo Winkler contiene la risa. Hay varios inconvenientes, me trae de vuelta al suelo de la redacción. Varios de ellos tienen que ver, precisamente, con el Curiosity, el cual está equipado para realizar sobre el terreno experimentos y estudios sobre las condiciones climatológicas de Marte, y en particular con el estudio de la cantidad de irradiación que llega al suelo marciano.

El escritor estadounidense Ray Bradbury es el autor de la icónica obra 'Crónicas Marcianas'

“Marte tiene una atmósfera muy tenue –inicia, paciente, la explicación el astrónomo de la UNAM-, es de un centésimo de la densidad de la atmósfera terrestre. Eso quiere decir que si caen rocas del espacio, es muy probable que impacten contra la superficie, lo cual pondría en peligro posibles misiones humanas en el futuro. Esto es algo que se deberá estudiar muy bien –enfatiza-“.

Otro gran inconveniente, apunta como consecuencia de esa atmósfera tan endeble, es el de la radiación solar, la cual, a diferencia de nuestro Planeta Azul, impacta de manera casi directa sobre la superficie. “Este tema es de gran interés porque, como es sabido, si nosotros nos exponemos mucho tiempo a la radiación pueden surgir diferentes tipos de cáncer. Entonces, si estamos planeando, como ha dicho la NASA, mandar una misión tripulada a Marte para el año 2035, es muy importante saber a cuánta radiación estaríamos expuestos y qué efectos en la salud puede generar en los primeros humanos que lleguen al Planeta Rojo”.

Por último, señala, el gran obstáculo para que el hombre pose sus pies sobre Marte tiene que ver, paradójicamente, con el origen de nuestro mayor anhelo: la búsqueda de vida extraterrestre.

“Si encontramos algún organismo que esté vivo, bajo las definiciones del ser humano de vivo, eso sí sería un problema para una posible colonización de Marte. Porque no conocemos que se haya dado vida en otras partes del Universo, y al encontrar el primer ejemplo, si es que lo logramos, la prioridad sería estudiar cómo se dio la evolución de esa vida, y no podemos llegar a contaminar ese ecosistema”. “Se trata, por tanto, -continúa ante mi silencio- de una navaja de doble filo: estamos buscando vida, pero si la encontramos… los planes del ser humano hacia el Planeta Rojo cambiarían por completo”.

“Que pisemos Marte es muy complicado, pero no Ciencia Ficción. Tenemos los medios”
¿Significa esto, entonces, que a pesar de los avances científicos y tecnológicos, la colonización de Marte sigue siendo algo más cercano a los filmes de Hollywood y a los cómics de John Carter, el Warlord of Mars, que a la realidad?

“Para mí el año 2035 que propuso la NASA para que una misión tripulada llegue a Marte, me parece bastante optimista –dice de inmediato el maestro en Ciencias-. Creo que nos vamos a tardar mucho más en dado caso de que no encontremos vida allí –remata la opinión, guarda un breve silencio para reflexionar lo que a continuación va a exponer, y se arranca un par de segundos después con los motivos del por qué de su escepticismo-.

“Es muy caro llegar a Marte, y es muy complicado en varias cuestiones científicas y tecnológicas. Hay que tener presente que el tiempo de traslado depende mucho de la posición de nuestros planetas: puede ir desde 3 meses hasta más de un año. Y esto presenta muchos problemas sobre cómo sostener psicológicamente, y médicamente a seres humanos que viajarían a través del espacio en una cápsula por tanto tiempo. Es muy complicado. Además, todavía nos falta mucha información sobre el planeta: una misión que vaya para allá… es muy difícil que regrese”. Aunque –parece revirar dejando una puerta abierta- no me atrevería a decir que es ciencia ficción; porque sí tenemos los medios. No está fuera de nuestro alcance económico y creo que tampoco del tecnológico. Pero es cierto que estaríamos mandando a seres humanos sin ser muy conscientes de la condición en que llegarían”. 

“El futuro del ser humano está en las estrellas”
Volvamos a La Tierra, propongo tras la última contestación del candidato a doctor de Astronomía de la UNAM. Es innegable, que los avances tecnológicos y científicos del hombre han sido sobresalientes, expongo. En muy poco tiempo hemos conseguidos mandar un gran número de sondas –desde el programa soviético Marsnik, en 1960, hasta la llegada del Curiosity hace apenas unos días, pasando por las sondas Mariner (1964), Vikings (70’s), y Mars Pathfinder (1997), entre otras-, que nos han proporcionado una gran cantidad de información sobre El Planeta Rojo. Ahora bien, lanzo una reflexión para rematar con una pregunta, hay gente que se cuestiona por qué enviamos tantos robots a Marte… cuando aquí, en La Tierra, estamos destruyendo la capa de ozono a un ritmo vertiginoso. ¿Qué nos puede enseñar un planeta localizado a millones de kilómetros del nuestro? ¿Por qué merece la pena ir hasta allá?

Tras mi extensa argumentación, De Leo Winkler asiente con un leve suspiro en el  auricular del teléfono, como si ya esperara que le cuestionaran algo en esta dirección. “Primero de todo –advierte en un tono que no deja de ser cordial- si quisiera dejar claro que estamos acabando con el planeta. Por lo que en algún momento, vamos a estar escasos de recursos”. Y algunos de esos recursos, explica, son aquellos llamados ‘tierras raras’, que se usan para generar “muchas de las cuestiones electrónicas a las que tan habituados estamos”, los cuales se estima que en 80 años estarían agotándose en nuestro planeta, “por lo que habría que buscar otro lugar del que extraer muchos de los elementos que hacen de nuestra vida cotidiana lo que es hoy”.

“Saber por qué se dio un cataclismo en Marte, puede prepararnos para afrontar algo similar en La Tierra”
Además, en Marte existió algún tipo de cataclismo que acabó con el agua que hubo en la superficie hace miles de millones de años. “Y conocer por qué sucedió eso puede prepararnos para afrontar un cataclismo igual, si es que se da esa eventualidad. No está de más conocer qué riesgos afrontamos en el Sistema Solar”.

Por último, zanja el académico, “creo que el futuro del ser humano está en las estrellas. Ya estamos acabando con los recursos de La Tierra y estamos sobrepoblando el planeta, así que tarde o temprano vamos a tener que emigrar del nido. Por lo que las investigaciones en la Luna, en Marte, como en cualquier ciencia básica que se haga aquí, es de vital importancia para el ser humano”.

'La cara de Marte' fue fotografiada por primera vez el 25 de julio de 1976 por la sonda espacial Viking; esta imagen causó una gran polémica, pues fueron muchos los que consideraron que se trataba de una construcción extraterrestre -incluso, hay teorías de que las pirámides de Egipto estarían alineadas con esta 'estructura'-. Sin embargo, la comunidad científica desechó tal posibilidad. En este sentido De Leo Winkler considera que la también llamada 'Cara de Sidonia' "resultó ser una fotografía que dependió mucho del momento, el lugar y la resolución con la que se tomó. Sería mucha casualidad que alguien dejara en Marte una cara labrada para nosotros".

“Ya estamos acabando con los recursos de La Tierra; tarde o temprano vamos a tener que emigrar”
El contador digital de la grabadora advierte que ya pasaron más de treinta minutos desde que inició la conversación. Tiempo más que prudente, me digo, para ir concluyendo la entrevista. “Una pregunta más y terminamos”, prometo. A lo que el académico no pone inconveniente.

A diferencia de otras sondas –planteo-, Curiosity está transmitiendo una gran cantidad de imágenes de alta definición a La Tierra, a las que podemos acceder fácilmente con un solo click desde una computadora sentados cómodamente en una cafetería, en un parque, o en nuestro escritorio. ¿Provocará esto que el misterioso Planeta Rojo deje de serlo? ¿Acabará el Curiosity, valga la redundancia, con la curiosidad del hombre y con esas crónicas marcianas con las que tantas noches estrelladas soñamos?

“Creo que sí nos pone más los pies en La Tierra”, afirma de inmediato De Leo Winkler, “aunque estas imágenes de alta resolución también son una navaja de doble filo: por un lado, nos dicen que, en efecto, es difícil que encontremos vida en Marte, que es un planeta muy inhóspito, que a primera vista y según las imágenes que ha mandado Curiosity y las anteriores que ya conocíamos, es un planeta desierto. Y por otro lado, tal y como ya descubrieron las sondas Spirit y Opportunity, estas imágenes de alta resolución también nos han permitido volar la imaginación un poco más, porque una de estas dos misiones encontraron lo que los científicos llamaron ‘moras azules’, que son unas pequeñas esferitas que en la Tierra se forman solo cuando cierto tipo de materiales entran en contacto con el agua. Y ahí sí, voló la imaginación”.

“Es maravilloso cuánto puede volar la imaginación humana y cómo ésta se puede traducir en ciencia de verdad”
Así que esto va en dos sentidos, argumenta al hilo: “Por un lado, no debemos de adelantarnos tanto como para pensar en hombrecitos verdes y en un Marte con selvas en el pasado, y por otro, debemos ser conscientes de que las imágenes del Curiosity nos van a permitir tener herramientas científicas para hacer análisis mucho más serios y reproducir experimentos aquí, en la Tierra, lo cual nos proporcionará datos mucho más concretos”.

No obstante, concede, “es bueno que el ser humano imagine. Porque gracias a la ciencia ficción y a los escritores que han abierto su imaginación, hemos obtenido muchos avances tecnológicos”, y menciona algunos: desde satélites geosíncronos –que son aquellos que ven siempre la misma cara de La Tierra, ideados en el papel por el autor de la novela ‘2001: Odisea en el espacio’-, hasta los teléfonos celulares con video o la teletransportación, a escalas atómicas.

“Las novelas que hablan sobre Marte han logrado no solamente que la imaginación literaria nos llegue como entretenimiento, sino que también ha influido en que muchos científicos, gracias a la ciencia ficción, estudiaran una ciencia dura, como es mi caso”. Por lo que, concluye Winkler dando por finalizada la entrevista, “es maravilloso cuánto puede volar la imaginación humana y cómo ésta se puede traducir en ciencia de verdad. Realmente maravilloso…”.

Esta entrevista se publicó originalmente en AnimalPolitico.com