lunes, 10 de junio de 2013

#Fotografía: París desde el cielo


Pocas ciudades hay que resistan tan bien el paso del tiempo como París. Y en esta serie fotográfica, tomada a cientos de escaleras del nivel del suelo, desde lo alto de la mayúscula Torre Eiffel, la capital francesa se muestra ante la cámara elegante y nostálgica a partes iguales, y con toda la magia cinematográfica de sus laberínticas calles repletas de pequeños brasseries, bistrots y cafés con aroma a tiempo pasado...    

Click en la imagen para verlas a tamaño real. 




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Pd: Las fotografías están protegidas por copy right. Si alguien quiere usarlas, ponerse en contacto con el autor del blog (@ManuVPC)

sábado, 1 de junio de 2013

Recordando a José Miguel (Feliz Cumpleaños)


La noche está fría y el viento del mes de febrero se mueve a sus anchas por entre los matorrales que crecieron sin control por lo que un día, hace ya bastantes años, fue una cancha de futbol.

Deambulo por el centro del campo con los ojos clavados en la tierra. Respiro hondo y doy una patada a una afilada piedra que al chocar con el poste de la portería –clank- hace un sonido metálico. “Cómo han cambiado las cosas”, me digo tanto tiempo después de aquel encuentro, en este mismo lugar que ahora piso. “Cómo han cambiado, Jose…”. 

Doy otra bocanada de aire frío y camino cinco, seis pasos más, hasta apoyarme en el poste corroído de lo que queda de la alargada portería.  Las estrellas plateadas, alzo ahora la vista, se expanden, como pinceladas paranoicas, por todo el cielo que cubre la noche. Miro de nuevo lentamente a todo mí alrededor, como queriendo desatar todos los recuerdos que esta brisa húmeda me trae a la memoria –aquellos partidos épicos bajo la lluvia, los goles con el número siete a tu espalda, los gritos de alegría, los abrazos, las bromas…- y sin darme cuenta me encuentro esperando a que, de un momento a otro, aparezcas tan campante, como hiciste el día de nuestra despedida, y subas, alegre y lleno de energía, el pequeño montículo que separa la cancha de la fachada de tu casa.  

“¡Eh, gordo!”, me solías decir, ¿te acuerdas? Llegabas a mi lado con la respiración algo agitada, te encendías con parsimonia ceremoniosa un pitillo, y te subías hasta el cuello la cremallera del plumas para abrigarte. Luego, tras intercambiar algún que otro diálogo sobre la anécdota del entrenamiento de la tarde en el Poli, o sobre el último examen de Matemáticas –siempre envidié lo bien que se te daban los números-, los dos nos quedábamos allí como estoy ahora: serenos, en un largo silencio relajado, y sintiendo el aire recorrer la soledad de este campo de fútbol, mientras ambos esperábamos a que la pastor alemán apareciera de nuevo, galopando, por entre los matorrales, para luego despedirnos hasta la mañana siguiente en que pasabas por mi casa para ir al instituto. 


“Qué te puedo decir”, digo en voz baja con los ojos acristalados, y puestos en la ventana de la que era tu habitación. “Pues que aún hoy no me hago a la idea de que ya no estás. Pensé que al volver –te intento explicar-, y viniendo de tan lejos y tanto tiempo después… creí que tal vez todo se borraría. Que todo volvería a ser como era antes. Y que volveríamos a chocar las manos –al estilo zona norte, je!-, y a escuchar hip hop en tu habitación… Ya sabes, moviendo la cabeza al ritmo de Kriss Kross, Frank T, o los Violadores del Verso, con el gorro de los Knicks y la gorra de los Bulls, y dibujando paranoias en la última página de la libreta. ¿Qué absurdo, no?”. 


 “Pero no, no regresaste”, me lamento entre dientes de camino de vuelta a casa, mientras atravieso estas laberínticas calles en silencio, y compruebo con pesar que los graffitis y las traviesas firmas del Sore ya no decoran como antes las paredes de este barrio que, como todos por acá abajo, ha ido cambiando con el transcurrir del tiempo. 

Y sin embargo… -detengo el paso bajo la luz de una farola y oteo otra vez a lo lejos la ventana por la que asomabas para decirnos que tenías un balón nuevo-, y sin embargo aquí estás, primo. Tan presente en nuestros corazones como esta brisa que todo lo abarca en esta noche de febrero, y que se eleva, muy lentamente, hasta esconderse detrás de las estrellas.  

Feliz cumpleaños José Miguel (Descanse en paz)
Pd: nos seguimos viendo en los sueños primo. Gracias por cuidarme allá donde voy.

¿Te acuerdas cuando escuchábamos este tema? Va para ti.