lunes, 28 de diciembre de 2009

Los libros del 2009... y los que vienen

Manuel Ureste / VPC
Siempre me pasa. Lo de acabar la última página de la novela de turno y quedarme como con un escalofrío raro recorriéndome el cuerpo. De esos que no sabes muy bien si es de alegría porque ya todo llegó a su fin, o de tristeza... precisamente por lo mismo.
Me pasó hace apenas unas noches con el bueno de Santiago, en El Viejo y el Mar. Ese entrañable pescador cubano que llevaba 84 días sin pillar ni un resfriado, siendo objeto de burla en el pueblo por su desdicha, a excepción de un joven muchacho que siempre lo anima a seguir saliendo 'a la mar' (así la llaman los que la aman) en busca de ese gran pez que será el reto más grande de su vida. Entrañable novela de Hemingway.

E igualmente me pasó a principios de año con Josué Nadal en 'La voluntad y la fortuna'. Historia narrada en primera persona por una cabeza decapitada flotando a orillas del Atlántico, donde Carlos Fuentes hace un análisis de este México contemporáneo en el que vivimos a través de la enigmática relación entre Josué y Jericó (Castor y Pólux, Caín y Abel), y una compleja trama política donde, por supuesto, el poder y la corrupción serán el pan nuestro de cada día.
Buena y totalmente recomendable novela, especialmente para el lector 'extranjero', ya que en ella encontrará algunas de las claves para comprender la situación actual que vive México. No obstante, una advertencia: no será una lectura fácil, ni tampoco ágil. La mezcla de filosofía (San Agustín, Nietzsche, Maquiavelo...) con la política mexicana y el realismo mágico nos hará sentir desorientados por momentos y dar alguna que otra 'cabezada'. Aunque la espera valdrá la pena.

Y exactamente lo mismo me vino a suceder (con mayor o menor intensidad) con 'Buzón de tiempo', de Benedetti (otro grande que se nos fue); con el súperdetective de Los Ángeles, Nick Belane, en la novela de Bukowski, Pulp (gracias a Fredy); con el intrépido periodista 'Kale' Blomkvist en la primera parte de la trilogía 'Millenium', de Larsson; con el científico Aronnax y el capitán Nemo a bordo del maravilloso Nautilus recorriendo los mares en la fascinante obra '20 mil leguas de viaje submarino', clásico de la novela de aventuras del gran Julio Verne; con Maruja Pacho Villamizar, en 'Noticia de un secuestro' de Gabriel García Márquez, novela obligada para los periodistas; o, por ejemplo, con la mujer del médico en 'Ensayo sobre la ceguera' y el sargento de policía de 'Ensayo sobre la lucidez', ambas del gran José Saramago.

Ahora bien, si tuviera que quedarme con una historia, con un personaje, no tendría duda: la novela que más me marcó en este 2009 fue... 'La Reina del Sur' (aplausos por favor), del odiado por muchos e idolatrado por otros tantos (aquí me incluyo), Arturo Pérez Reverte. En cambio, no me gustó -o no colmó tal vez mis expectativas- la obra del periodista Julio Sherer dedicada a la vida de otra narcotraficante mexicana: Sandra Ávila Beltrán, La Reina del Pacífico. Obra con 'poca chicha' y que, en realidad, no deja de ser más que una entrevista publicada en varios capítulos y que poco o nada aporta nuevo a lo que en México ya todo el mundo sabe sobre la 'materia'.
Y ya que estamos en el apartado de 'decepciones', también incluiría a Gomorra. No porque me parezca una mala obra. De hecho, me parece más bien un reportaje largo para el que se necesita mucha valentía y algo más para poder escribirlo. Sin embargo, después de un fulgurante comienzo la obra de Saviano pierde 'fuelle' a medida en que las páginas van pasando. Aunque, a diferencia de 'La Reina del Pacífico', 'Gomorra' sí es una obra que aporta y que transporta al lector a un mundo donde El Padrino, sí existe.

En definitiva, ha sido un 2009 de noches en vela leyendo. Primero con frío y manta doble, luego con el ventilador para combatir el sofocante calor, y de nuevo vuelta al edredón y la manta. Siempre acompañado por una lamparita roja, el pegajoso olor a humedad, y esa lagartija besucona observándome, tan descarada ella, en la pared de enfrente...

Los libros del 2009

- La voluntad y la fortuna, Carlos Fuentes - Buzón de tiempo, Mario Benedetti - El amor, las mujeres y la vida, Mario Benedetti - Aura, Carlos Fuentes - Pulp, Bukowski - Todos los fuegos el fuego, Julio Cortázar - El Principito, Antoine de Saint-Exupéry - Ensayo sobre la ceguera, José Saramago - Ensayo sobre la lucidez, José Saramago - La Reina del Sur, Arturo Pérez Reverte - La Reina del Pacífico, Julio Sherer - Gomorra, Roberto Saviano - Noticia de un secuestro, Gabriel García Márquez - Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson - 20 mil leguas de viaje submarino, Julio Verne - El Viejo y el Mar, Ernest Hemingway

Los que vendrán en el 2010

- Retrato de Dorian Grey, Oscar Wilde - El Príncipe, Maquiavelo - Adán en Edén, Carlos Fuentes - Caín, José Saramago - El Muro de la Vergüenza, Miguel Escobar Valdez ...

lunes, 21 de diciembre de 2009

'No soy un grinch'

No se crean. Yo nunca fui, lo que se dice, el clásico 'grinch'. Ya saben, el típico amargadón que odia la Navidad porque es, con diferencia, la fiesta más hipócrita de todas. Ésa en la que todo el mundo fuerza la sonrisa un poquito de medio lado y te desea 'marri crismas' y 'japy niu year' mientras, por dentro, piensa que eres un pendejo y que tu regalo del Amigo Invisible apesta, pinche cabrón.
Ni tampoco fui nunca el típico que odia la navidad porque es, junto al día de enamorados, el máximo exponente del consumismo más tonto que te puedas echar a la cara con todos esos papanoeles de alquiler, rellenos de cojines, barbas postizas y sus jo, jo, jó! diciéndote ¡compra! ¡compra! ¡compraaa!...
Ná. Yo no. Más bien, estando a tantos kilómetros de casa, siento algo de indiferencia. Aunque una indiferencia forzada como mecanismo de defensa, tal vez. Porque hubo un momento en que sí la aprecié. La saboreé y la viví.
Ahora, en cambio, me limito a recordarla en un cierto tono sepia. Con esos 22 de diciembres con la 'moka' tapada hasta las cejas en el asiento de atrás, mi madre corriendo con las maletas, y el 'viejo' cargando el coche en la madrugada de camino a Badajoz. La "tierra de Dios", que diría él. Esa en la que, misteriosamente, siempre "se acuesta uno y nacen dos".
Pero, como les decía, no soy un 'grinch'. Y no podría serlo aunque quisiera. Porque para mí la navidad siempre tendrá el sabor de un plato de cocido extremeño puesto en la mesa a las dos de la tarde. El olor a candela en la azotea, las chuleticas de cordero asadas, la bota de vino en Nochebuena, el sonido de los niños de San Ildefonso cantando 'el gordo' por la radio, el beso de mi madre en año nuevo, los paseos por la calle Menacho con los primos y 'la Cana', las lágrimas de mi abuela al vernos entrar y salir por la puerta, y una dirección: calle Doctor Fleming, en el barrio de San Roque. El hogar donde la navidad significa, sencillamente, estar juntos. En familia. Todos acumulando calorías con el turrón en un sofá kilómetrico, con el perro de turno siempre pegado al brasero, los ronquidos del abuelo poniendo la banda sonora a la comparsa, y viendo las fotos en blanco y negro del 'tito Pepe', ese galanazo, chulo, chulo, pero chulo de los buenos. Todo un Clark Gable de barrio, de pelo engominao y pañuelo rojo anudado al cuello que siempre ponía las palmas animando el cotarro. Un figura.
Y eso es, resumiendo, para mí la dichosa Navidad: la imagen de Don Manué apoyado eternamente en su esquinita del 'Bar Chico' en la carretera de la Corte. Bien flamenco él con su chambergo de cuero. Y con su vinito de pitarra que quita el sentío, su pestorejo y su nieto. Ése que ha ido, navidad tras navidad, creciendo sentado a su lado en una silla. Primero con mil fantas de limón y luego echándose alguna que otra cerveza. Escuchando. Aprendiendo... Y, sobre todo, queriéndolo.

Así que señores 'grinchs', disfruten la Navidad. Porque hoy la nostalgia huele a cocido.

Felices fiestas.

Posdata: Este post va dedicado a mi familia que, tal vez por el simple curso de la vida, hoy no puede estar al completo celebrando la Navidad como todos quisiéramos. Os mando millones de besos desde México. Os quiero muchísimo.
También va dedicado para Lyz y mi 'familia mexicana', que siempre me ha abierto las puertas de su casa haciéndome sentir uno más entre ellos y brindándome lo mejor.
Va para mis amigos, en especial a aquel lejano 'cuarteto de la Habana' al que echo mucho de menos.
Y por último, está dedicado a los que ya no están presentes y, sin embargo, siguen formando parte de nuestro recuerdo y nuestro sentimiento... Va por vosotros.