jueves, 26 de diciembre de 2013

"Una madre nunca se cansa de esperar" (Crónica de la caravana de madres migrantes)



Manuela Jesús Franco busca a su hijo Juan Neftali Rodríguez Franco. 



NARCISA DEL SOCORRO Gómez no deja de sonreír a pesar del cansancio de los 4 mil kilómetros y 16 días de caravana recorriendo México. Se siente “bendecida y agradecida con Dios” por haber encontrado a su hijo con vida después de 10 años sin noticias de él, repite una y otra vez a los reporteros que se le acercan para conocer su historia. Sabe que su caso es excepcional, admite; una auténtica rareza en el país más peligroso del mundo para el tránsito de migrantes, en el que según un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos hay entre 70 mil y 120 mil centroamericanos desaparecidos. 

“Yo sabía que el camino es muy peligroso y por eso le insistí para que no saliera de Nicaragua -comienza a narrar la centroamericana durante el paso de la caravana de madres migrantes por La Patrona, en el estado de Veracruz-. Pero él es muy rebelde. No me hizo caso y se fue del país muy chiquito, con apenas 16 años”. Tras aquella advertencia, pasaron hasta 10 años para que Narcisa se reencontrara de nuevo con su hijo Eugenio Marcelino. En ese tiempo, el nicaragüense sí consiguió entrar a México y recorrer el país arriba del ferrocarril, aunque se quedó a las puertas del sueño americano. En concreto, en la ciudad fronteriza de Tijuana.


Desde allí, cuenta Narcisa con un ritmo de plática pausado, su hijo dio las primeras señales de vida. En el 2008, años después de su partida, éste le envió algunos correos electrónicos. Sin embargo, la comunicación se cortó de nuevo durante otro largo periodo. 


“México es el país más peligroso del mundo para el tránsito de migrantes; se estima que hay entre 70 mil y 120 mil desaparecidos”: Movimiento Migrante Mesoamericano

Tras 10 años de búsqueda, la nicaragüense Narcisa del Socorro encontró en Tijuana a su hijo. 

“En Tijuana otra vez perdí la comunicación con él. Pero llevé al Servicio Jesuita para Migrantes esos correos electrónicos, y eso fue lo que me ayudó mucho para encontrarlo”, cuenta la nicaragüense que, a continuación, explica que a partir de esos correos el voluntariado jesuita pudo contactar a través de Facebook a la exmujer de su hijo, que fue la que dio el número telefónico de Eugenio, propiciando el encuentro que se dio el pasado 7 de diciembre en Guadalajara, Jalisco.

“Para una madre es muy duro no saber si su hijo está vivo o muerto. Pero una madre nunca se cansa de esperar y cuando me llamaron diciéndome que lo habían encontrado… me sentí muy feliz y agradecida con Dios. Ahora ya lo tengo otra vez a mi lado y voy a seguir dándole consejos”, asegura Narcisa que pide al resto de madres de la caravana que mantengan la fe y continúen luchando en la búsqueda de sus seres queridos. “El Señor responde cuando Él quiere, no cuando nosotros queremos. Pero yo siempre les digo a las madres de esta caravana que no pierdan la fe. Que sigan buscando”.

El mismo consejo ofrece la salvadoreña Noemí Méndez, quien se reencontró con su hermana Sonia también en la ciudad de Guadalajara, tras 38 años de estar separadas. “Yo no conocía a mi hermana en persona, sólo nos habíamos hablado por teléfono en alguna ocasión. Fue gracias a esta caravana que yo pude localizarla y reunirme con ella después de tantos años”, asegura Noemí, que dice entender el sufrimiento de sus compañeras de viaje, porque ella también es madre de un hijo migrante. 

“Siempre les digo a las madres que vienen en la caravana que sí se puede, que tienen que seguir adelante y que la fe mueve montañas. Tarde o temprano sus hijos van a aparecer en algún lugar”, agrega la salvadoreña. 




La salvadoreña Noemí Méndez se reencontró con su hermana en Guadalajara, Jalisco, tras 38 años de no tener noticias suyas. 


Suman nueve reencuentros en este 2013; van 200 en 9 años 

Por su parte, Marta Sánchez, coordinadora del Movimiento Migrante Mesoamericano, confirmó a Animal Político que en la novena edición de la caravana que concluyó el miércoles 18 de diciembre en Chiapas, coincidiendo con el Día Internacional del Migrante, se dieron nueve casos de reencuentros de migrantes que estaban desaparecidos con sus familiares, “y se ha obtenido pistas del paradero de otros cuatro”. 

Con estos nueve casos, resaltó la activista, suman un aproximado de 200 reencuentros de migrantes con sus familias desde que iniciara la caravana en al año 2006. No obstante, a pesar de este dato positivo que hace que las madres centroamericanas se regresen a sus respectivos países “muy esperanzadas”, Marta Sánchez denuncia que el número de desaparecidos en México, que según la CNDH oscila entre los 70 mil y los 120 mil, hace de este país “el más peligroso de tránsito en el mundo”. 

“Las madres denuncian, protestan, exigen y nos recuerdan que en México sus hijos son extorsionados, robados, golpeados, violados, arrojados al tren, secuestrados y depositados en fosas clandestinas en cantidades que obligan a definir esta tragedia como ‘masacre’, ‘genocidio’ o ‘exterminio’”, apunta el Movimiento Migrante Mesoamericano que, en voz de Marta Sánchez, critica que en México hay una falta de voluntad política para atender el problema de la migración. 

En este sentido, la activista señala que si bien se consiguió aprobar una ley de migración “casi perfecta”, el Ejecutivo optó por hacer una contrarreforma con el reglamento de ley, provocando un importante retroceso. 

“El Gobierno Federal está retrocediendo todo lo que se había avanzado en cuanto a los derechos de los migrantes. El problema no son las leyes. Es una cuestión de voluntad política y de política migratoria. Aún con la peor ley del mundo se pueden respetar los derechos humanos y no matar a más personas, pero -cuestiona Sánchez- ¿cuántos muertos más quieren para empezar a hacer algo”.


“Las madres nos recuerdan que en México sus hijos son arrojados al tren, secuestrados y depositados en fosas en cantidades que obligan a definir esta tragedia como ‘masacre’, ‘genocidio’ o ‘exterminio’”
Fotografías:



Hercilia Ayala busca a su hijo Juan Carlos Rivera Ayala


Priscila busca a su hija Yesenia Marleni Gaitán


Madres migrantes buscan a Jaqueline María Jirón Silva, Humberto Mayorga Silva (izq.); Johnson David Ríos Ortiz, Carlos Alberto Espinal Sáenz, y Gerald Antonio Martínez.


En la caravana de madres centroamericanas también había padres de familia. Él busca a Erik Fernando Salguero. 


En la novena edición, la caravana de madres centroamericanas recorrió más de 4 mil kilómetros en México, en busca de sus familiares desaparecidos. 


Según la CNDH, se estima que entre 70 y 120 mil personas de origen centroamericano se encuentran desaparecidas en México. 




martes, 10 de diciembre de 2013

La Patrona, la esperanza del migrante (2ª parte)



Doña Norma Romero (izq.), Doña Leónida, y Doña Julia son integrantes de 'Las Patronas'. //Click en la imagen para verla a tamaño completo. Foto: Manu Ureste



La Comisión Nacional de Derechos Humanos informó que "debido a su destacada trayectoria" a favor de los migrantes, el grupo de ayuda humanitaria 'Las Patronas' son las ganadoras del Premio Nacional de Derechos Humanos 2013. 

En esta entrada, y con motivo de este reconocimiento, recuerdo mi visita a La Patrona, en el estado de Veracruz, donde viví una de las experiencias que más me han marcado como periodista y como persona desde mi llegada a México. 

Aquí, la segunda parte de la crónica que publiqué en Animal Político, 'La Patrona, la esperanza del migrante'. 



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“¡POR DIOS, ayúdenos!”

Es media noche y una brisa helada se abre paso por los campos de la zona cañera de Córdoba.


Una mujer centroamericana fue a pedirme ayuda a mi casa junto a una compañera que trabajaba conmigo –Norma comienza a relatar qué fue lo que la motivó a dedicar su vida a la defensa de los indocumentados-. Me tocaron la puerta y me dijeron que había un muchacho que estaba muy enfermo en las vías”.

De inmediato, y sin reparar en las posibles consecuencias -en aquella época ayudar a un indocumentado era un delito-, Norma arranca la camioneta y toma el camino empedrado que la lleva hasta la vía del ferrocarril.

“Mi compañera se fue a su casa y me dejó con los muchachos –continúa-. Y, la verdad, cuando vi el tren que venía cargado con más de 500 personas, sí sentí miedo. Porque muchos se bajaron y me rodearon la camioneta, y no sabía si era para quitarme algo o para hacerme daño”.


Pero lo que aquellos hombres buscaban sólo era ayuda.

“Cuando vi la manera en que me pedían socorro, fue algo que me tocó mucho –se lleva la mano derecha al pecho-. Ver a aquella mujer hincada de rodillas en mi puerta implorándome por ese muchacho moribundo… fue algo a lo que no me pude negar. Yo creo que eso… -Norma deja un espacio para el silencio mientras piensa cómo terminar la frase-, yo creo que hincarse en el suelo para suplicar ayuda, uno sólo debe hacerlo ante Dios”.

A partir de ese instante, y ante la imagen de aquel joven hondureño malherido sobre el acero de los rieles, la veracruzana asegura que sintió un llamado en su interior. “Ya me consideraba una mujer católica, y también ayudaba a repartir la comida entre los migrantes.  Sin embargo –concede-, no había sentido bien el llamado hasta que me pasó esta situación esa noche, en 1997. Aquello me hizo perder el miedo ante lo desconocido, y hasta hoy no lo tengo. Ahora siempre me digo que si me tiene que pasar algo ayudando a los migrantes, es porque Dios así lo ha decidido”.

Entorna ligeramente los ojos color miel y añade con una amplia sonrisa: “Y si es que esa fuera Su voluntad, pues así sería bien aceptada”.



Click en la imagen para verla a tamaño completo. //Foto: Manu Ureste



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En Córdoba, Veracruz,
Unas patronas muy hermosas,
Valientes mariposas,
Dan al migrante su luz…

(Canción en honor a la labor de Las Patronas incluida en el documental ‘El tren de las moscas, publicado por diario El País)


MUCHAS COSAS han cambiado desde que iniciaran con su labor hace ya casi dos décadas. Sin embargo, ellas aseguran que siguen siendo las mismas de siempre. Y que ni los incontables reportajes periodísticos realizados en torno a su labor solidaria, ni los documentales cinematográficos –varios de ellos premiados a nivel internacional-, ni las canciones o corridos en su honor, ha ocasionado que ninguna pierda de vista el sentido original con el que nació esta agrupación.

“Nosotras seguimos siendo las mismas –afirma rotunda Norma, luego de que el periodista le mencionara la canción expuesta unas líneas más arriba, y le hablara de la notoriedad adquirida por la labor del grupo en la red social Youtube-. Aquí somos todas sencillas, humildes, y nunca hemos perdido el piso”.

“Aunque, claro –añade y admite a continuación-: también ha habido cosas negativas y obstáculos en el camino. Porque nuestra tarea no se trata sólo de dar de comer a quien lo necesite, sino que también implica afrontar algunos problemas”.

¿”Amenazas del narco? Nuestro trabajo es la ayuda humanitaria, y que cada quien haga lo suyo. Las personas que se dedican a eso (a secuestrar migrantes) yo no las juzgo. Algo muy fuerte les debió de tocar vivir”

-¿Uno de esos problemas son las bandas criminales que, tal y como se ha denunciado en algunos casos, amenazan incluso a los albergues de migrantes?

La activista se mueve en la silla.

-Nuestro trabajo es la ayuda humanitaria, y que cada quien haga lo suyo –zanja-. Las personas que se dedican a eso (a secuestrar migrantes)… pues yo no las juzgo. Algo muy fuerte les debió de tocar vivir y se encontraron en esa situación.




Doña Norma repartiendo comida y agua entre los migrantes que van arriba de 'La Bestia'. //Foto: Manu Ureste





-Hablando con vecinos de localidades próximas a las vías del tren como Córdoba, Fortín, Orizaba, o Amatlán, hay quienes denuncian haber sido objeto de robos y otros delitos por parte de los indocumentados que se bajan del tren… ¿Tienen algún reporte de esta situación?

-Desgraciadamente, cuando no conocemos al verdadero migrante podemos echarle la culpa a cualquiera. En el caso de La Patrona sí ha habido gente que dice que los migrantes les robaron. Pero también hay que tener presente que existen falsos migrantes, que son los que vienen a hacer la maldad. Y claro, es más fácil echarle la culpa al migrante, porque no tiene tiempo ni recursos para poder defenderse. Por eso hay que aprender a diferenciarlos, porque unos hacen la maldad y otros muchos pagan la culpa.


-Por ese tipo de denuncias se cerró, precisamente, el albergue de migrantes de Orizaba…

-En Orizaba existe una gran indiferencia hacia los indocumentados. Estuve allí con la caravana de madres migrantes, y no miran tan bien la labor que hacemos. Pero debemos ponernos la mano en el corazón, porque todas esas mujeres que van en marcha… van por algo, no es por gusto. Y nosotras tampoco vamos a ayudar por gusto, o por lucimiento personal, sino para decirles a esas mujeres que estamos con ellas. Porque nosotras también somos madres, y consideramos que toda mujer que tiene un hijo perdido y que no sabe dónde está, es una vida que se está consumiendo poco a poco.


“Algunas personas piensan que aquí se paga, pero cuando ven que no es así… se dan la vuelta y se marchan”
-De acuerdo con organismos como la CNDH, el estado de Veracruz tiene en localidades como Tierra Blanca, Coatzacoalcos, y Medias Aguas, múltiples focos rojos en cuanto al secuestro de indocumentados. ¿Cómo veracruzanas, qué sensación les deja esta situación?

-Es muy triste que nuestro estado salga en los medios por ser un foco rojo para los migrantes, claro. Es algo que nos entristece mucho, porque la mayoría de las personas aquí quieren la paz, pero es cierto que Veracruz ha sido muy golpeado por este tema.




Migrantes a su paso por La Patrona, en Veracruz. Click en la imagen para verla a tamaño completo. //Foto: Manu Ureste


-Precisamente, Las Patronas han sido un poco la excepción a tanta nota sobre robos, secuestros y asesinatos de indocumentados en Veracruz. De ahí que, incluso, se llame a la población ‘La Patrona, la esperanza’

-Bueno, ese es nuestro pago –deja fluir un largo silencio-. Mucha gente pregunta: ustedes están haciendo una labor sin recibir nada a cambio… ¿por qué lo hacen? Sin embargo, la remuneración más grande que nosotras podamos recibir es el reconocimiento de esa gente que se pregunta por qué hacemos esto sin recibir nada.


“Para nosotras el mejor pago son las bendiciones de los migrantes y de familias enteras que se acercan para agradecernos nuestra labor”

Norma da un respiro profundo, reflexivo. Se ajusta de nuevo el moño y busca con la mirada a Jeremías y Crisaldo, los dos jóvenes centroamericanos a los que ayudan para que puedan continuar con su camino hacia la frontera de Estados Unidos.

-El mejor pago también son las bendiciones de los migrantes y de familias enteras que se acercan hasta nosotras para agradecernos nuestra labor –continúa-. Cuando un migrante te da un abrazo y te dice: ‘madre, que Dios te bendiga’… es algo que no se puede pagar con nada. Porque, siendo los indocumentados los que realmente necesitan más el abrazo y la bendición, todavía son ellos los que te dicen gracias por todo lo que estás haciendo por mí. Claro –admite-, hay muchas personas que no ven esto como un pago y dicen: ah, un abrazo o una bendición para qué me sirve. Pero para ellos, un abrazo o unas simples palabras pueden decir mucho, aunque por desgracia muchos no lo entienden de esta manera.

Quizá por este motivo, concluye la activista, ningún hombre se ha querido integrar al grupo para ayudar.

-No sabemos por qué Dios decidió que fuéramos doce –como los Apóstoles- y todas mujeres, porque realmente sí hemos invitado a hombres a que nos ayuden, pero se acercan y no aguantan. Esa es la verdad. Algunas personas piensan que aquí se paga, pero cuando ven que no es así… se dan la vuelta y se marchan.



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-¿Seguro que tienes 18 años?

Crisaldo Edú no contesta de inmediato a las preguntas del periodista.

Sentado en una silla de plástico y con ambos codos apoyados sobre la tabla de madera que hace las veces de mesa de comedor, sonríe mientras juguetea con el teléfono celular entre sus manos.

-Tranquilo, aquí no hay policía ni tampoco está la migra –aclara el reportero-.

El hondureño, nacido en Comayagua, acentúa la sonrisa tímida ante la presencia de la grabadora a la que, curioso, mira de reojo con insistencia.

-Ya sé -murmulla y sigue jugando con el aparato sin levantar la mirada de ojos negros-.

-¿Cuánto tiempo hace que saliste de Honduras?

-Tengo dos meses fuera. Llegué a La Patrona hará cosa de un mes. Mis padres ya saben que estoy aquí.

-¿Cómo les dijiste que te ibas a los Estados Unidos?

-No me lo pensé dos veces –levanta ahora la barbilla y deja descansar, por fin, el celular sobre la mesa-. Les dije a mis padres que quería ser independiente y buscar una mejor forma de vida que la que tenía en Honduras. Porque allí no hay trabajo, ni nada de nada. Y con lo poquito que uno agarra… Así no se puede vivir.

-¿Qué te dijeron?

-Que no podían hacer nada –encoge los hombros con naturalidad-. Que era una decisión mía la de salir de mi país.

-¿Venías solo en el tren?

-Sí, yo solo. Estuve un mes viajando en el ferrocarril y también hice camino a pie.

-¿Sabías de los riesgos de atravesar México?

-Sí, pero no tuve miedo –afirma sin titubear, como si ya esperara la pregunta-. Me dijeron de los peligros que hay en México, y que el camino está plagado de maras, zetas, y asaltantes, pero me da igual. En todo el mundo hay personas buenas y personas malas, no sólo en México. También hay maleantes en Honduras, Guatemala, El Salvador… y también en los Estados Unidos. Al final… en todas partes es lo mismo.

-¿Cómo llegaste a La Patrona?

-Ya me habían platicado en Honduras sobre Las Patronas. Por eso cuando pasó el tren por aquí me bajé para pedir ayuda. Les dije que venía de indocumentado y que si me podían apoyar aunque fuera con un taco para comer. La verdad es que lo que hacen por nosotros es algo… –traga saliva y piensa unos segundos en las palabras adecuadas-, lo que hacen es algo excelente –acierta a decir-. Debemos estar muy agradecidos con ellas.


“No tuve miedo a salir de Honduras. En todo el mundo hay personas buenas y malas, no sólo en México. También en EU hay maleantes”

-Cuando ves a tus connacionales ahí arriba del tren… ¿Qué sientes?

-Lo único que puedo hacer por ellos es encomendarlos mucho a Dios para que puedan llegar hasta donde quieran, pero no puedo hacer nada más. Porque, aunque quisiera hacer algo para cambiar esta situación, la realidad es que no se puede.

Son más de las tres de la tarde, y en el ambiente comienza a sentirse que el tren puede pasar en cualquier momento luego de una tregua de varias horas. Crisaldo, que hace unos minutos interrumpió la plática para ayudar con las tareas de la cocina, camina ahora algo cabizbajo por la vía que pasa muy cerca de la casa y se sienta sobre un riel con los codos apoyados en las rodillas.

-¿Te arrepientes de haber emprendido el viaje?

El hondureño contesta de nuevo con un silencio.

Sonríe, tímido.

Baja la vista y lanza una piedra a ninguna parte.





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LA COCINA se queda en silencio.

Sobre los fogones, unas enormes ollas de acero inoxidable hierven a fuego lento un par de kilos de frijoles negros y arroz blanco, y una brisa de aire húmedo mece lánguidamente varias decenas de bolsas repletas de pan que se amontonan en bandejas de plástico.

La Bestia ruge.

Una.

Dos.

Y hasta tres veces.

Ante el alarido del silbato que anuncia la llegada del ferrocarril, La Patrona se estremece.

Doña Leónida, que ya tiene los oídos “diestros” y los pies sensibles al temblor que origina la llegada del convoy, abandona sus quehaceres y en una maniobra automatizada, agarra con fuerza a pesar de sus 75 años una carretilla con botellas de coca-cola llenas de agua.

Tras ella, su hija Norma y una hilera de voluntarias enfilan el camino de tierra arcillosa que lleva hasta el cruce donde una señal en forma de equis ya corroída por el paso del tiempo, advierte a los oxidados autobuses de línea que van con dirección a Córdoba que tengan Cuidado con el tren.

Sobre la vía, allá donde el sendero ocre se quiebra a poca distancia de la densa neblina que rodea las fértiles laderas del cerro Motzorongo, el ferrocarril dobla la última curva pronunciada y enfila, agónico, una recta de varios kilómetros de piedras, rieles y durmientes, que disecciona de un tajo limpio en dos la localidad.

-¡Bájale tantito, bájale!

Norma respira con la boca entreabierta por el esfuerzo.

En la mano izquierda sostiene un par de botellas de agua unidas por una delgada cuerda; y con la derecha sujeta dos bolsas que contienen varias raciones de pan, arroz, frijol, atún y algo de fruta que una cadena de supermercados donó recientemente. Ante la proximidad del convoy, la líder de Las Patronas deja las bolsas en el suelo junto a otro montón y agita los brazos al viento una y otra vez tratando de llamar la atención del operario de Ferrosur para que éste reduzca la velocidad, y poder repartir las provisiones sin poner en peligro sus vidas, ni la de los cientos de indocumentados que vienen abrazados a los hierros de La Bestia.

Pero el tren no aminora la marcha.

Y el interminable amasijo de acero y hierros pasa ante ellas a toda velocidad, levantando a su paso una ráfaga de aire con olor a tierra mojada.



Doña Leónida Vázquez, 'la patrona abuela', observa el paso de 'La Bestia'. Click en la imagen para verla a tamaño completo. //Foto: Manu Ureste


“Cuando no puedes darle a todos, te quedas con una sensación amarga“, lamenta Doña Leónida con la mano oprimiendo el pecho y respirando todavía algo agitada por el esfuerzo y la emoción.

“Desafortunadamente, a todos no les toca”, corrobora por su parte Julia Ramírez, quien lleva diez años ayudando a Las Patronas.

“Hay veces que los maquinistas le bajan la velocidad –explica-, pero casi preferimos que no lo hagan, porque cuando los migrantes se bajan den marcha es un riesgo muy grande para ellos”.

A lo lejos, Norma vuelve caminando por entre los durmientes de la vía para reunirse con el resto del grupo.

Viene con el gesto exhausto, un ligero destello de sudor en la frente y los pómulos, y una leve sonrisa desgastada en los labios.

“Siempre pido que los muchachos puedan agarrar las bolsas –dice con la respiración todavía algo entrecortada-. Porque cuando, al menos, algunos de ellos reciben algo, siento mucha tranquilidad, mucha paz. No sé, es algo que no se puede explicar. Los veo y pienso: hoy van a poder comer algo –concluye con los ojos puestos en la estela del último vagón que se funde lentamente con el paisaje de montañas y campos de caña-.  Y ya mañana… Dios dirá”.


Esta crónica fue publicada originalmente en el portal de noticias mexicano Animal Político.com. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Patrona, la esperanza (la historia de las ganadoras del Premio Nacional de DH)



Norma Romero, coordinadora de Las Patronas, reparte comida y agua a los migrantes que van arriba de 'La Bestia'. Click en la imagen para verla a tamaño completo //Foto: Manu Ureste



La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) informó el pasado domingo 17 de noviembre que debido "a su destacada trayectoria" a favor de los migrantes, el grupo humanitario Las Patronas son las ganadores del Premio Nacional de Derechos Humanos 2013, el cual les será entregado el próximo 10 de diciembre.

En esta entrada, y con motivo de este reconocimiento, recuerdo mi visita a La Patrona, en Córdoba (Veracruz), donde viví una de las experiencias más enriquecedoras como persona y periodista desde mi llegada a México.

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“¿MIEDO a que me secuestren en las vías?”

Jeremías sostiene la mirada con los ojos negros muy abiertos. “No, no… –encoge los hombros, como si no entendiera el por qué de la pregunta-.

Aquí en la Tierra todos somos seres humanos: los que vamos ahí arriba del tren, los que se dedican a secuestrar, los delincuentes, los agentes de la migra… Todos somos de carne y hueso. Entonces -se palpa con los dedos la vena que le nace a borbotones de la articulación del codo y se ramifica por el antebrazo hasta llegar en minúsculos afluentes a la muñeca-, ¿por qué voy a tener miedo de una persona que está hecha de lo mismo que yo?”



El centroamericano esboza una sonrisa cansada. Apoya la espalda en la silla de plástico, tira la cabeza hacia atrás, y guarda silencio con los brazos cruzados.

“Miedo hay que tenerle a Dios –en sus ojos aniñados se dibuja una expresión fría, dura, como si más que una afirmación estuviera haciendo una advertencia-. Pero estando bien con Él… no tienes nada que temer. Por eso hago mi camino tranquilo: porque sé que Dios está conmigo”.


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Jeremías tiene dieciocho años y la madurez forzada de un joven adolescente que hace ocho meses abandonó el hogar de sus padres en Honduras, para tratar de cruzar los tres mil kilómetros que separan la frontera sur de México con Estados Unidos.

Tras el intercambio inicial de preguntas y respuestas, el hondureño se sienta a la mesa. Le sirven un plato de frijoles, arroz blanco y un par de tortillas,  y comienza a contar con un ritmo de plática melodioso que tras cruzar de Guatemala a Chiapas por el Paso del Coyote prefirió tomar un autobús rumbo al estado de Oaxaca “para evitar a los pandilleros” de la Mara Salvatrucha y, sobre todo, a los grupos del crimen organizado que, de acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), secuestran en promedio a unos 20 mil indocumentados al año en México.

“Al comienzo del viaje todo estuvo bien -explica mientras se atusa la camiseta del Barça que lleva con el número diez de Leo Messi a la espalda-. Los problemas -contrapone apesadumbrado-, surgieron "cuando el dinero comenzó a faltar”, y no tuvo más remedio que treparse a ese tren de mercancías al que los migrantes llaman La Bestia, para llegar hasta Medias Aguas, en Veracruz; estado que tiene en ciudades como Tierra Blanca, Coatzacoalcos, Orizaba, o la propia Medias Aguas, preocupantes focos rojos por secuestro de ilegales. 

“Poco después nos agarró la migración. Nos tuvieron dos horas retenidos, pero nos soltaron de volada y hasta suerte tuvimos porque no nos pidieron dinero. Aunque, de todas formas –se le dibuja una expresión divertida en el rostro, como quien confiesa una travesura-, sólo me quedaban doscientos pesos que traía escondidos en los tenis, así que tampoco me hubieran robado mucho”.

Ríe a carcajadas.


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Click en la imagen para verla a tamaño completo. //Foto: Manu Ureste

De vuelta a La Bestia el hondureño pasó la noche arriba de un vagón que transportaba cemento junto a otros paisanos y un grupo de salvadoreños. Así, hasta que ya bien avanzado el día siguiente el tren se detuvo para hacer el cambio de vía.

“Eran más de las ocho de la noche cuando empezó a llover muy fuerte –recuerda con el gesto sombrío, taciturno, como si aún sintiera la fina lluvia empaparle la cabeza y los hombros-. Entonces, me bajé para ponerme a resguardo y comencé a caminar y a preguntar a la gente que me iba encontrando que quién ayudaba por aquí a los migrantes. Llevaba dos días enteros sin comer”.

Con aquel recuerdo de días y noches sin nada para alimentarse, Jeremías se lleva un pedazo de tortilla caliente enrollada y repleta de frijoles a la boca. Lo mastica con la mirada puesta en el mantel de plástico adornado con flores y, a continuación, levanta de nuevo la cabeza para apuntar con la barbilla hacia la cocina donde las ollas hierven a fuego lento desde primera hora de la mañana.

“Y ahí fue –recupera la sonrisa cansada del inicio de la plática- cuando me hablaron por primera vez de ellas, de mis Patronas”.



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Doña Leónida Vázquez, 'La Patrona abuela'




"Madre, danos pan que tenemos hambre".

Doña Leónida Vázquez, de 75 años y a la que llaman La Patrona Abuela, asegura que lo recuerda con claridad.

Era una de esas mañanas húmedas y calurosas que habitualmente transcurren en La Patrona; una ranchería –cuyo nombre oficial es Guadalupe- de poco más de tres mil habitantes perteneciente al municipio de Amatlán, en la zona centro del estado de Veracruz, donde el cultivo de café era rentable en otra época, y por la que altísimos cañaverales aún se extienden hasta perderse a la vista por los alrededores del viejo ingenio azucarero San Miguel.

Aquel día varios de esos migrantes de las estadísticas, procedentes en su mayoría de Honduras, Guatemala, El Salvador, y Nicaragua, bajaron del tren aprovechando un cambio de vía rutinario. Caminaron varios cientos de metros a lo largo de la extensa línea recta que disecciona en dos esta población por la que, se calcula, transitan más de 150 mil indocumentados al año, y se encontraron con Rosa y Bernarda Romero.

“Mandé a mis hijas a que fueran por una bolsa de pan a la tienda –cuenta Doña Leónida mientras limpia los frijoles negros de un cubo amarillo de plástico-. Cuando regresaban vieron que el tren venía cargado de gente. En ese momento se detuvieron frente a ellos y los migrantes les pidieron que les dieran la bolsa de pan porque traían mucha hambre. De regreso a casa recuerdo que se me quedaron viendo muy serias. Les pregunté que si es que no había pan en la tienda, y ellas me dijeron que el tren venía con mucha gente y que les suplicaron un poco de comida. 

En ese momento yo las abracé muy fuerte –hace una pausa, recuerda, y mira al vacío-. Les dije que estaba bien, que no se preocuparan porque habían actuado correctamente. Y fue así –concluye con ambas manos hundidas en el barreño- cómo empezó la ayuda a los migrantes en La Patrona".


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Click en la imagen para verla a tamaño completo. //Foto: Manu Ureste


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DE AQUELLA MAÑANA húmeda y calurosa han pasado dieciocho años.

Tiempo en el que el ferrocarril no ha dejado de pasar ni un solo día cargado con cientos de personas aferradas a sus hierros, aún a sabiendas de que el zigzagueante camino encima de los vagones les depara un infierno de robos, secuestros, violaciones, asesinatos impunes, y reclutamiento por parte de grupos del crimen organizado, así como abusos por parte de las autoridades.

“Cuando éramos pequeñas lo llamábamos El tren de las moscas porque veíamos que venía mucha gente pegada a los fierros del ferrocarril”, recuerda Bernarda hoy con 48 años de edad, la mayor de las hermanas Clementina, Rosa y Norma Romero, todas amas de casa, y a las que poco a poco se les fueron uniendo voluntarias hasta sumar 12 mujeres que conforman Las Patronas; un grupo de ayuda humanitaria, cuya labor diaria de preparar comida y repartirla en las vías del tren ha ido trascendiendo con el paso del tiempo más allá de las fronteras, tal y como lo demuestra el abultado libro de firmas donde periodistas de Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, y hasta del lejano Japón, dejaron constancia de su paso.

“A lo largo de estos años hemos tenido que experimentar muchas cosas y evolucionar -toma la palabra Norma Romero, de 41 años, y líder del grupo-. Nosotros iniciamos en el año noventa y cinco preparando comida, pero hoy día lo que hacemos también implica ir a cursos, asistir a talleres, y tener pláticas con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Migración, dependencias de Gobierno, y organizaciones de atención al migrante”.

Estas nuevas tareas, admite la veracruzana con gesto de satisfacción, han traído avances a la labor humanitaria del grupo.

Precisamente, uno de esos avances se encuentra a escasos metros de la cocina. Donde un pequeño albergue ecológico construido con suelo de cemento y paredes de bambú, y que una fundación en Francia aportó como “un granito de arena”, tiene las puertas abiertas para estudiantes que quieran realizar una labor social, y para los migrantes que van de paso y que, “en caso de emergencia”, requieran primeros auxilios.

Sin embargo, las donaciones provenientes de asociaciones civiles, universidades y comercios locales, así como la organización de las tareas como un trabajo -en una de las paredes de la cocina cuelga una pizarra con un calendario de actividades-, la cobertura que los medios de comunicación están dando a Las Patronas, y la instalación del pequeño albergue, también ha provocado que las suspicacias afloren en torno a ellas.





“Algunas personas dicen que estamos ganando con esto que hacemos, pero nosotras no trabajamos con dinero, sino con ayuda de fundaciones –ataja la líder del grupo-. Es decir, no es un dinero que nos están dando y que lo estemos administrando. Por este motivo queremos que la fundación que está haciendo estas habitaciones ecológicas venga a inaugurarlas, para que la gente conozca quién las hizo y cuál fue el motivo. Porque, desafortunadamente, siempre hay quien está con esa idea de que es muy extraño que, alguien que da de comer a otras personas, no gane dinero a cambio. Por eso abrimos la puerta a todo aquel que quiera conocer el trabajo; para que se vea que aquí no hay lucro con nada: ni con los migrantes, ni con la gente que viene a ver nuestra tarea”.


Otro de los efectos negativos de la notoriedad adquirida por Las Patronas debido a su labor de ayuda al migrante, la cual ha supuesto una de las pocas buenas noticias en el México de los más de 70 mil muertos por el combate al narcotráfico y los 70 mil indocumentados desparecidos durante el sexenio de Felipe Calderón (según cifras del Movimiento Migrante Mesoamericano)es la rapiña de terceros que intentan sacar beneficio de la solidaridad.

En este sentido, Norma explica que a pesar de que aún no se han conformado como una Asociación Civil (AC), tuvieron que reconocer una página web para que nadie suplante su identidad y pida dinero o apoyos en su nombre. Algo que, denuncian, ya ha sucedido en varias ocasiones.



Miembros de Las Patronas preparando comida para repartir entre los migrantes


“Hay veces que nos dicen que ciertas personas fueron a recoger ayuda humanitaria a nombre de unas patronas, cuando nosotros nunca supimos nada de esa ayuda. Es decir, se están haciendo pasar por nosotras, y por eso debemos tener mucho cuidado”, señala Norma recogiéndose el pelo castaño en un moño, para agregar al respecto que recientemente hubo otro caso en el municipio de Fortín de las Flores (muy próximo a la vecina Córdoba y a unos 20 kilómetros de Amatlán), donde solicitaron una cocina completamente equipada a nombre del grupo.

“No nos gustaría que nuestro trabajo, que hasta ahora lo hemos mantenido muy limpio, lo vaya a ensuciar cualquier persona que se pase de lista –añade muy seria-. Por eso hemos publicado una página web para que la gente sepa quiénes somos, quiénes integran el grupo de ayuda humanitaria Las Patronas, y qué es lo que hacemos para ayudar al migrante”.

*En breve, la 2ª parte

Crónica publicada originalmente el 30 de marzo de 2013, en el portal Animal Político.com