sábado, 17 de marzo de 2012

Esperando a 'La Bestia' con Jon Sistiaga (última entrega: Postales de Kosovo, la pérdida de la inocencia y el adiós a la exclusiva)


"Hace tiempo que se acabó la época de las exclusivas; siempre va a haber alguien con un Twitter que dé la noticia antes que tú"
A ESCASOS METROS de donde nos encontramos, un campesino de rostro sereno,  sombrero de ala ancha, camisa de faena arremangada hasta los codos, y largo –e intimidante- machete para cortar caña atado al cinturón, camina despacio y en silencio por un lateral de la vía vigilando muy de cerca a dos enormes bueyes que cargan sobre sus huesudos lomos dos alforjas repletas de leña seca. Enfrente, al otro extremo del sendero, un destartalado autobús Rápido del Sureste de los años setenta transita en solitario por un camino que se pierde entre los cañaverales soltando a su paso una espesa y negruzca bocanada de combustible quemado.

Solidaridad. La Patrona, una pedanía del municipio veracruzano de Amatlán, ha pasado en los últimos años a ser reconocido a nivel internacional debido a la labor altruista de un grupo de mujeres que prestan ayuda solidaria a los miles de indocumentados que transitan por estas vías. 

"¿Qué opinas de los viejos tiempos? –Levanto la barbilla y saludo al campesino de expresión seria y manos curtidas que lentamente se pierde junto a las dos bestias por un angosto camino de terracería, luego de haber cruzado un montículo de tierra que hace las veces de paso a desnivel-. Quiero decir –me explico-, periodistas como Arturo Pérez-Reverte, que además de ser un prestigioso escritor miembro de la Real Academia Española ha cubierto conflictos en medio mundo durante el último tercio del siglo pasado, consideran que el periodismo de guerra actual poco o nada tiene que ver con el que se hacía en su época de reportero. "El teléfono móvil, la conexión en directo y el ordenador portátil acabaron con los viejos reporteros", le cito de una de las últimas entrevistas que el académico dio a la emisora de radio RAC 1. Tras la explicación, Sistiaga se acaricia el mentón todavía bien afeitado y mantiene el mismo tono relajado y casi informal que emplea a lo largo de la entrevista, como si esta última cuestión realmente no fuera mucho con él. "Bueno, esa es una visión un poco romántica que también les gusta alimentar a algunos de aquella época –se arranca-. Es decir, hubo una generación de reporteros que vivían en una España donde había cuatro grandes periódicos y una sola cadena de televisión con el suficiente dinero para mandar reporteros a conflictos a lo largo y ancho del mundo pero con una falta de tecnología que hacía que las crónicas se enviaran dos o tres días después. Simplemente, la tecnología no estaba tan desarrollada para poder enviar el material en el momento en que estaban pasando, y eso les hacía, primero, únicos porque no había otros en España -sobre todo los que trabajaban en televisión, que se convirtieron en grandes mitos-, y segundo, les permitía algo que sí concedo: una cierta calidad literaria, porque había tiempo para escribir, no como sucede desde hace quince o diez años, donde todos tenemos que salir en directo dos o tres veces al día y además elaborar la información".

"Y otra gran diferencia de aquella época con esta -añade- es que hoy ya no existen las exclusivas en los conflictos. Esto lo entendí desde hace tiempo. Es decir, en Irak yo no me la jugaba para tener una exclusiva cuando tenía a otros diez periodistas españoles a mi lado… además de otros doscientos árabes, japoneses, chinos, o norteamericanos. Porque, al final, alguien siempre la va a tener antes que tú. Y si tenías la suerte de ser el primero, ¿de qué te valía si el segundo estaba al lado tuyo emitiendo?", se pregunta Sistiaga, para quien el periodismo vive tiempos donde "todos tenemos que hacer de todo" y en donde la "gran diferencia" estriba en "cómo contamos lo que sucede" en el mundo. "Se acabó la época de querer llegar el primero a una masacre, a un lugar donde nadie ha estado. Siempre va a haber alguien con un Twitter que va a dar a conocer primero el suceso y luego llegaremos los periodistas".
"Mi detención ilegal en Kosovo supuso una pérdida de la inocencia en cuanto a mi nombre y mi carácter como periodista"
Muy a lo lejos, un imperceptible rumor a los oídos empieza a hacerme cosquillas en la suela de las zapatillas deportivas. Sin embargo, a nuestro alrededor todo parece igual de inalterable: los niños corretean en los improvisados patios de las casas que hay junto a la vía del tren, el perro sigue recostado a un lado del riel, y Jon Sistiaga me mira atento con una sonrisa paciente mientras, a propósito de su última respuesta, me comenta que usa las redes sociales "poco" y "como herramienta profesional". "Estamos todavía aprendiendo lo que significa el Twitter. Entiendo que es una herramienta maravillosa para hacer contactos, para ver lo que cuenta la gente, para ver lo que cuentan de ti y para que tú cuentes. Pero hay que saber utilizarlo", advierte. "Porque, aunque Internet tiene muchas cosas buenas, entre las negativas también está ese anonimato en el que se amparan muchos descerebrados y muchos pobres de espíritu, que firmando de manera anónima te ponen a parir la mayoría de las veces sin razón, porque en pocas ocasiones se usan argumentos de calidad en la Red". No obstante –le quita hierro al asunto-, "que hablen bien o mal de uno… es algo que ya va incluido en el sueldo".

Un sendero incierto. A pesar de los graves peligros a los que se enfrentarán en un incierto y peligroso camino, cientos de miles de indocumentados tienen en 'La Bestia' su única esperanza de futuro. 



ESTAMOS PRÓXIMOS a la media hora de entrevista y, por tercera vez, me disculpo con Jon y le aseguro que, aunque sea doble, "ésta sí es la última pregunta".
"¿Qué recuerdos guardas de tu secuestro en Kosovo, y cuáles son tus planes de futuro? -concluyo haciendo una rápida retrospectiva desde aquel suceso hasta su cobertura en Irak, pasando por algunos de sus reportajes-. ¿Qué te queda por hacer?".

"Bueno, yo no lo llamaría secuestro –corrige una vez más-, más bien se trató de una detención ilegal ya que nadie pidió un rescate.  Dicho esto, aquella detención durante seis días, aparte de lo que profesionalmente supuso por lo que luego pude contar y por todas las experiencias que tuve durante aquellos días como único periodista español en Pristina (aunque estaba detenido), lo que significó fue una pérdida de la inocencia en cuanto a mi nombre y mi carácter como periodista", recuerda el que fue ganador del premio Reporteros Sin Fronteras en 1999, cuyo nombre y rostro comenzaron a ser muy reconocidos a partir de aquella crisis, con la responsabilidad que esto conlleva. "Una de las cosas más complicadas para un periodista es gestionar su popularidad. De repente, te conviertes en un alguien popular y todo el mundo te para por la calle. Y eso hay que saber gestionarlo muy bien –dice circunspecto-. Porque has pasado a otro estadio del periodismo, queriéndolo o no, valiéndolo o no, mereciéndolo o no. Y porque ya no eres un tipo que puedas hacerte pasar en un reportaje por alguien que, por ejemplo, busca niñas para un documental de trata de blancas. Porque te van a ver y te van a decir: joder tío… ¡pero si tú eres el Sistiaga!".  

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Aquel rumor apenas perceptible para los oídos de hace tan solo unas líneas es ahora una certeza inminente. Tanto, que en mitad de la respuesta y justo antes de abordar qué proyectos tiene para su futuro profesional, Jon Sistiaga corta en seco su explicación y me mira con los ojos muy abiertos.

- "Tío… -gira la vista hasta alcanzar ese punto imaginario en el horizonte donde el verde intenso del cerro y el color óxido anaranjado de los durmientes se funden en uno solo-. ¿Tú también oyes eso?".
Los pájaros vuelan en desbandada; un largo y gutural rugido con acento metálico los ha espantado. En el suelo, las piedras tintinean sutilmente. Y a lo lejos, allá donde el sendero de hierro se quiebra en una pronunciada curva hacia la izquierda, un enorme foco de luz amanece poderoso como si fuera el sol de la mañana que todo lo alumbra.

-"Sí…, sí que lo oigo", le contesto y guardo de inmediato la grabadora en uno de los bolsillos del abrigo, para –tal vez siguiendo ese "olfato permanentemente activado" del que hablaba el periodista al principio de esta conversación-, hacer click en el on de la cámara de fotos que traigo en la mochila.
Sin embargo, advierto, Jon ya no está frente a mí. Se encuentra inmerso junto al camarógrafo Mario Lastra en una carrera eléctrica por atrincherarse a un costado de la vía y conseguir una buena toma de lo que está por venir.

La espera, me digo alargando al máximo el zoom del teleobjetivo, ha terminado.
La Bestia está aquí.

1 comentario:

El Eskimal dijo...

Muy pero muy buena esta entrevista. Las descripciones, la manera como reacciona Sistiaga a las preguntas. El hacerla esperando el tren por esa tierra veracruzana que tanto reporteamos. Esa especie de ansiedad me gustó, de que llega o no llega y mientras salen las peguntas. Es como un pequeño manual, tópicos para re-pensar el periodismo y más con el Sistiaga. Más que una historia de como un periodista renombrado hace su trabajo, te salió una serie de rigores que motivan a ser investigados, a darle más profundidad Manu. Volví a los blogs, con temblor en el D.F. y un genial curso de periodismo por Sistiaga. Gracias. Me dijo Nacho que ya andas en Ciudad de México, espero todo vaya bien.