La Antigua, Ver.- Hacía un calor húmedo. Sofocante y pegajoso. De esos que te pesan como el plomo y que no dejan que pares de sudar ni un segundo.
Atrás habían quedado los 150 kilómetros que separan Córdoba de Veracruz y nos disponiamos a tomar el desvío a Paso del Toro, en dirección a Xalapa. A continuación, a unos pocos kilómetros, pagamos un nuevo pasaje en la caseta de Tinajas y de ahí llegaríamos en unos minutos a La Antigua, un pueblo pequeñito de casas bajas y de calles empedradas con milenarios árboles de gigantes sombras.
Tras pasar un pequeño desvío mal señalizado, un modesto arco anuncia a los visitantes la llegada al pueblo. Lo sobrepasamos y miramos a uno y otro lado de la calzada buscando algo de información turística que nos llevara hasta la mismísima casa que Hernán Cortés construyó en Veracruz.
Pero no encontramos nada. Ni siquiera un minúsculo cartelito que anunciara como se merece la llegada a la que fuera la antiquísima ‘Villa Rica de la Vera Cruz’. El primer municipio del continente latinoamericano en tierra firme, donde Hernán Cortés y poco más de 400 soldados españoles estaban a punto de escribir uno de los capítulos de mayor trascendencia en la historia del Nuevo y Viejo Mundo: la historia de México.
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Tras cruzar un camino de tierra, un grupo de jóvenes se acerca corriendo a la camioneta. El más rápido fue Andrés. Un tipo moreno, pelón y de unos 25 años, que se ofrece a ser nuestro guía en este particular recorrido a través de los pasos de Cortés (obviamente, dándole a cambio lo que dicte nuestra voluntad).
La primera parada es la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje. Allí, como su nombre indica, está el Cristo del Buen Viaje, uno de los tres ‘Cristos viajeros’ que trajo Cortés en sus embarcaciones.
“Los españoles traían a bordo tres imágenes: el negro, el moreno y el güero. El negro está en el Puerto de Veracruz, el güero en Córdoba, y el moreno es este que tenemos aquí”, explica Andrés señalando la imagen del Cristo acostado y metido en una urna de cristal llena de cartas con peticiones de los fieles.
A continuación, a unos escasos metros, Andrés nos lleva hasta la Hermita del Rosario, construida, al igual que la casa de Cortés y el primer Ayuntamiento, entre 1523 y 1524. En la entrada un grabado en español antiguo nos recibe avisándonos de que, a nuestros pies, yacía el bachiller Juan de Padilla, ‘cura benefactor y vicario de esta ciudad vieja de la Vera-Cruz, del año 1604’. En efecto, tal y como nos confirmaría nuestro joven guía, estábamos “ante el primer cura y la primera hermita del llamado Nuevo Mundo”.
Ya en el interior, una refrescante sombra nos devuelve el aliento. Las pinturas originales en azul y rojo se conservan en perfecto estado a pesar del paso de más de quinientos años. “Es porque aquí no le da la humedad”, explica Andrés. A nuestra izquierda, se encuentra también intacta la pila bautismal donde los españoles bautizaron al llamado ‘niño colibrí’, el primer indígena que sería convertido al catolicismo en suelo firme bajo el nombre de Felipe.
La Casa de Cortés
El calor seguía implacable y la guayabera blanca se pegaba a la piel empapada en sudor. De vuelta por nuestros pasos, Andrés nos muestra el gigantesco árbol donde el conquistador extremeño amarraba sus embarcaciones. Es un árbol anciano, alto, robusto y con colosales ramificaciones que sobresalían del suelo. A unos pasos, varias barcazas cargaban a turistas para darles un paseo por el río Huitzilapan –o río de los Colibríes–, el afluente por el que los españoles llegaron a México.
Tras tomar un resfreco a la orilla del río, pasamos por la puerta del edificio del Cabildo donde Cortés nombró alcalde, regidores, alguaciles, tesorero y alférez, siendo considerado este acto como la fundación de la primera ciudad europea en América Continental. Sin embargo, a pesar de la incalculable trascendencia histórica, el edificio se mantiene en pie más con pena que gloria, llegándose incluso a confundir con los hogares humildes de la población de no ser por el hueco de una placa que fue arrancada, según nuestro guía, para ser trasladada a un museo del Puerto de Veracruz. “Así han hecho con muchas cosas acá”, se queja irritado.
Finalmente, llegamos al atractivo estrella de este pequeño pueblo también conocido como ‘Patria Antigua’: la casa de Cortés. Una construcción de tipo español-andaluz, levantada en entre 1522 y 1523 a base de piedra de río de cantera, piedra volcánica traída del cofre de Perote, teja plana –material que los españoles usaban como lastre para el peso de los barcos–; y coral.
Una vez dentro, el calor desaparece. Los árboles que, milagrosamente, han mantenido la estructura de la casa en pie, amortiguan la humedad.
En el interior, varias turistas nacionales se hacen fotos subidos al marco de las ventanas. Los niños juegan inocentes alrededor del horno de pan que se conserva en buen estado, mientras que una pareja de ‘gringos’ graban en video con admiración pasmosa el antiquísimo cañón “de hierro fundido hecho a martillazos y a fuego lento en Toledo de España” .
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Luego de más de una hora de recorrido, Andrés nos abandona entre bendiciones y nuestra voluntad metida en el bolsillo. Desde la ventana de la habitación del general Cortés el sol se ve en lo alto y en todo su apogeo. El silencio de los siglos muertos lo inunda ahora todo. Sin embargo, entre aquellas paredes desnudas y dejadas a la voluntad de la naturaleza, la historia sigue viva. En cada rincón. En cada esquina.
La Antigua, en imágenes
Vista de una de las habitaciones paralela a la de Cortés
Entrada a la habitación de Cortés
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En la presente imagen se pueden apreciar las conchas que los españoles usaban para apuntalar las paredes de la casa
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El cañón forjado a martillazos en Toledo (España) aún se conserva en el jardín de la edificación
El árbol milenario donde los españoles amarraban las embarcaciones
A través del río Huitzilapan –o río de los Colibríes–, Cortés y compañía entraron por primera vez a 'tierra firme' en América Latina
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El primer Ayuntamiento del Nuevo Mundo
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La Ermita del Rosario, la primera en tierra firme en América Latina
La pila donde se bautizó a 'Felipe', el primer niño indígena convertido a la religión católica (insisto, en tierra firme)
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Reportaje publicado en Diario El Mundo de Córdoba el domingo 11 de octubre, con motivo de la fiesta de la Hispanidad
Agradecimientos a Paco Pineda y José Limón, por su gran paciencia y por el diseño de la página.
Entrada a la habitación de Cortés
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En la presente imagen se pueden apreciar las conchas que los españoles usaban para apuntalar las paredes de la casa
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El cañón forjado a martillazos en Toledo (España) aún se conserva en el jardín de la edificación
El árbol milenario donde los españoles amarraban las embarcaciones
A través del río Huitzilapan –o río de los Colibríes–, Cortés y compañía entraron por primera vez a 'tierra firme' en América Latina
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El primer Ayuntamiento del Nuevo Mundo
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La Ermita del Rosario, la primera en tierra firme en América Latina
La pila donde se bautizó a 'Felipe', el primer niño indígena convertido a la religión católica (insisto, en tierra firme)
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Reportaje publicado en Diario El Mundo de Córdoba el domingo 11 de octubre, con motivo de la fiesta de la Hispanidad
Agradecimientos a Paco Pineda y José Limón, por su gran paciencia y por el diseño de la página.
1 comentario:
Qué curiosa la imagen de la casa de Cortés, comida por los árboles, a medio destruida... No sé, me hace pensar en algunas cosas... Buena crónica Manuel, y felicidades por la visita a este tipo de lugares. Un abrazo.
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