martes, 23 de diciembre de 2008

Ya es Navidad

Manuel Ureste / Vivir para contarlo

Achis, achis, los mariachis! Joder tú, que ya es Navidad primo. Y yo con estos pelos...
Y no. No es que aquí en esta Córdoba mexicana no se lleve lo de cantar pero mira cómo beben los peces en el río, Belén, campanas de Belén, ande, ande, la marimorena, saca la bota María que me voy a emborrachar, y todo el rollo.

Pero no sé compadre. Supongo que tengo que admitir que, de vez en cuando, sí que me pega la melancolía. Aunque eso sí, un machín nunca llora ¿eh? Bueno... igual un poco sí.

Como te decía compare, la verdad es que nunca fui un grinch, como dicen por allá en el norte, ni uno de esos tipos medio amargadones en estas fechas, que odia la navidad por sistema y porque en realidad, seamos honestos, hace mucho que perdió gran parte de su valor original en detrimento de los corte ingleses, palacios de hierros o de las plazas de las américas de turno.

No sé, canijo. Qué quieres que te diga a estas alturas del chiste. Pues que imagino que la Navidad en el fondo es algo muy personal de cada uno, ¿no?

Pero ya que me preguntas te diré que para mí hablar de la Navidad es hablar de aquellos veintidos de diciembres cargando las maletas en el coche de madrugada, con un frío que corta la respiración, con mi padre quejándose todo el rato, vamos Tere que se hace tarde, Mónica no cabe nada más en el maletero, ¿es que no lo ves hijica mía?, y la radio a todo volumen desde primera hora escuchando, a ver si este año hay suerte, el sorteo del gordo navideño.

Y bueno, ríete lo que quieras, pero la verdad es que aunque nunca nos tocó ni una peseta, ni un duro, ni un euro, ni siquiera un pesito, vaya, con los bocadillos de tortilla con tomate restregao, y con el cafetico en el termo, quién carajos los necesitaba.

Ay sí, wey. Ya sé que suena ñoño y que la chingada, pero es que era así. No necesitábamos más para tirar millas hasta llegar, después de siete horas (más o menos) a la casa de los abuelos de Badajoz, como mi hermana y yo (la Moca) les llamábamos desde que nos peleábamos por el mando a distancia de la televisión cada mediodía.
En fin nene, déjame decirte, puesto que tú me has preguntado, ahora te chingas y me escuchas el discurso, que para mí la Navidad tiene mucho más que ver con los besos, los abrazos, los qué grande estás hijo mío, y tú qué guapa abuela, ay qué va a ser, que sí, que te lo digo yo que soy tu nieto, que con cualquier otra cosa.

Es más, no me lo creas si no quieres, pero en realidad lo demás me valió siempre un poco madres. Ya sabes, me refiero a lo de salir de fiesta en Nochebuena o Nochevieja, y a las macrofiestas de paga 150 euros y te sirvo matarratas con coca lola. Ni modo.

Quizá sea porque desde bien pequeño me acostumbré a esperar al abuelo en sus tardes de alterne con mi fanta de limón en una mano, y en la otra pinchando del plato de la botana, al menor despiste del personal. “Chaaacho, qué boquita tiene el niño, y con qué velocidad traga el joío”, le decía a sus amigotes en sus pláticas de política, caza y pesca, ahí, apoyado con chulería -genio y figura hasta la sepultura- en su sitio de la esquina del Bar ‘Chico’, como él lo llamaba, y lo llama.

Y fíjate wey, lo que son las cosas. Trece años después de aquella Navidad pasada por quirófano, en la que le hice pasar un trago amargo a la familia con una operación en pleno 24 de diciembre, ahora escucho villancicos, oh blanca navidad, en los taxis de Córdoba a ritmo de rancheras y duranguense que, parece que no, pero oye, tiene su gracia.

Es por eso, y con esto termino chamaco, por lo que te digo que la Navidad en el fondo no es tan diferente en uno y otro sitio. Sino que más bien son muy igualitas a ambos lados del charco, aunque con sus particularidades locales, claro. Es decir, todas tienen sus Santa Clauses diciendo lo de jo, jo, jouuu, sus niños Jesusitos en el pesebre con San José y la Virgen María a cada lado, y sus felices pascuas y próspero año nuevo.

Vamos, que es más de lo mismo. Lo que en realidad la hace diferente es el siginificado que tú le des canijo. Yo, ya te platiqué el mío. Ahora cuéntame si quieres el tuyo. No hay prisa compadre. Tenemos vino, candela en la hoguera, recuerdos que contar, y toda la Noche Buena por delante.


Postdata: aprovecho estas líneas para mandar un fuerte abrazo a mis padres, a mi hermana, a mis abuelos y a toda la gran familia que formamos. Feliz Navidad para todos desde México. Agradezco de paso también, toooodo el apoyo recibido por mis amigos/as de Córdoba, que en todo momento me han abierto las puertas de su hogar para pasar una Noche Buena lo menos extraña posible. Gracias a todos. Y ya está, que parece que voy a dar el discurso del Rey!!!

Feliz Navidad!!

2 comentarios:

Fernando dijo...

Feliz Navidad, Manuel.

Anónimo dijo...

Menudo harton a llorar me he dado con este artículo, me has tocado la fibra Manu. Me debes una Desperados en Contrastes para reponerlas! Besos, Victoria
PD: Saludos de mi madre, que tambien te lee!