jueves, 4 de agosto de 2011

Capitán 'Pancho Tequila' (Ferry a Cozumel, parte II)


La travesía es corta. Cuarenta minutos de leve balanceo, como mucho. Sobre la cubierta, el grupo de salsa que tocaba en directo con alegría y sabor caribeño la canción Amor de mis amores –tal vez para que algunos se olvidaran durante un rato de la incómoda sensación de mareo- recoge sus instrumentos y los van introduciendo en sus respectivos estuches en espera del siguiente Ferry que vaya de vuelta a Playa del Carmen, mientras tanto, los tripulantes comenzamos a descender por las escalerillas de metal en una ordenada fila.

En tierra firme lo primero que veo a varios metros en dirección al Este es un buque fondeado de considerables dimensiones de la naviera TransCaribe. Por algún motivo, el barco me llama la atención. Así que tomo la cámara, cambio como puedo el gran angular por el teleobjetivo de trescientos milímetros, abro ligeramente el obturador, clic, clic, selecciono el tiempo de exposición adecuado hasta equilibrar el nivel de luz en el exposímetro digital y le tiro un par de fotos estirando el zoom lo máximo posible. Flash, Flash, y listo. Me coloco de nuevo la Sony al hombro -la primera instantánea queda algo oscura pero la segunda es aceptable- y camino por el muelle haciéndome paso casi a empujones entre los diferentes stands y el gentío que me aborda ofreciéndome servicios turísticos hasta que, al fin, encuentro la compañía que contraté el día anterior en la Quinta Avenida, en un puestecito que hay cerca del embarcadero. Doy los buenos días, pago los veinticinco pesos mexicanos que el Parque Nacional de Arrecifes de Cozumel exige para poder bucear en sus aguas transparentes y me piden que, por favor, espere hasta que llegue la embarcación que, tras previo pago de trescientos cincuenta pesos regateados al máximo –incluye también viaje alrededor de la isla en una moto scooter- me llevará a explorar los fondos de tres hermosos arrecifes: Paraíso, Chankanaab y Palancar.

Don Francisco, o Pancho Tequila –así lo llama entre risas su segundo de a bordo- es el capitán al mando de La Tranca. Una embarcación de bandera mexicana con fondo de cristal de no más de diez metros de eslora, con los rótulos y matrícula ya desgastados de tanta batalla, y propulsada por un motor fueraborda Yamaha de cuatro tiempos y doscientos caballos de potencia, que se va abriendo paso lentamente por el mar en calma –pof, pof, pof- hasta llegar al pequeño muelle donde espero junto a otras ocho personas tomando el sol y observando curioso, como hacía cuando era niño, los nombres de otras embarcaciones –el Linda, el Wild Cat, el Oswaldo…- que permanecen casi inmóviles amarradas a tierra.

Ya estamos a bordo. Un total de tres españoles, cuatro mexicanos y una turista canadiense de unos cuarenta y tantos años largos que afirma sentirse "very nervous" porque va a ser la primera vez que se zambulla en mar abierto con unas aletas y gafas de buceo, formamos el grueso de la tripulación dirigida por aquel patrón de piel tostada hasta la planta de los pies y pelo negro algo rizado, que fuera hace años empleado de la petrolera Pemex allá en la plataforma de aguas cálidas de Coatzacoalcos, en el estado jarocho de Veracruz.

Son las once y cuarto de la mañana y, al parecer, todo está en orden. Don Pancho Tequila intercambia, con el microfonillo del radio pegado a la boca, un par de comentarios ininteligibles con alguien que probablemente esté dirigiendo las maniobras sobre suelo firme y se mueve con agilidad por la cubierta de La Tranca retirando las boyas protectoras de color naranja descolorido. "Tenemos luz verde y buena mar", afirma mirando a su segundo con esa sonrisa blanca acentuada por el contraste con el bronceado marino y la playera de una marca de cerveza que viste, mientras, muy despacio, comienza a virar todo a estribor para, en pocos minutos, ganar el mar abierto rumbo al arrecife 'Paraíso'. Ahora sí, "estamos listos para zarpar".


2 comentarios:

El Eskimal dijo...

Hola Manu, acá siguiendo un compromiso. Ya no hay excusas para no escribir y leer. Lo bueno es que el hombre con la cámara y quien subía al Bote no eras tu, je. Me gustan estas historias alegres, de admiración. Hay que hacer algo Manu, algún proyecto independiente, como llenar las calles del DF con cuentos o crónicas. Un abrazo.

Manu Ureste dijo...

Qué agradable sorpresa encontrarte por aquí! Estoy a la orden para cualquier proyecto independiente; el que mencionas de llenar las calles del DF con cuentos o crónicas me suena genial. Ahora solo falta que nos reunamos -de una vez- y discutamos el asunto con una buena cerveza. Seguro @NBenboetxea se apunta a la idea -y a la cerve-. Un abrazo!!
Pd: ya me hiciste los comentarios de la entrevista a 'El Famoso Gómez' que te envié??

Otro abrazo

Por cierto, buena novela de tu paisano Vásquez, aunque esperaba otra cosa...