jueves, 18 de agosto de 2011

Buceando en el silencio (Ferry a Cozumel, parte III)


Allá abajo todo es silencio. Un silencio hermético, sordo. Que provoca durante los primeros instantes que te sumerges una incómoda –pero controlable- sensación de claustrofobia que, poco a poco, en la medida que vas ganando confianza en un hábitat que no es el tuyo, se diluye con la misma rapidez que un cubo de hielo hace aguas en una copa de Captain Morgan para dar paso a una hermosa sensación de paz, tranquilidad, y de conexión contigo mismo y la colorida vida submarina que te rodea.

Pero dar el paso, o mejor dicho el salto –sobre todo si eres novato- no es tan sencillo como pareciera. En mi caso, estaba sentado sobre la borda de La Tranca, mirando hacia las aguas del arrecife Paraíso, cuando comencé a tragar saliva y a sentir una sensación de escalofrío acechándome, sigilosa, por la espalda. Al percatarse de la escena, Pancho Tequila, que gobierna con una mano el timón para mantener la embarcación a buena distancia de los submarinistas, sonríe y menea la cabeza. "Ya no le piense más, güero", me anima. "Aquí no hay mucha profundidad. Además –ahora la sonrisilla da paso a una sonora carcajada - piense que por estas aguas los tiburones solo comen tortilla de harina".

La broma me hace reír sin gana. Claro, je, je. Así que tiburones que comen tortilla, mascullo en voz baja llevándome la boca de la botellita de cerveza a los labios –el tour incluye hasta cuarenta 'ampolletas', además de aguas y refrescos- para apurarla de una vez, dejar el embase sobre la tapadera azul de la nevera dando un ligero golpe, y no posponer más la decisión de lo inevitable. "Está bueno don Pancho", le contesto con las aletas del cuarenta y cuatro ya calzadas, y las gafas con el tubo sobre la cabeza. "Voy a bajar". Así que, envalentonado por el trago recio de cerveza, le echo un último vistazo a la distancia que me separa del mar y pongo las dos piernas, ahora sí, fuera de la borda. Respiro hondo un par de veces, apoyo los antebrazos con fuerza, tomo impulso para no caer debajo del barco, y… fluashh. Me lanzo.

Abajo, sobre la superficie marina, nado con cierta torpeza hasta el pequeño grupo donde se encuentra el guía, Carlos, y la turista canadiense que a pesar de los nervios iniciales se desenvuelve bastante bien con las aletas. Como puedo, me coloco las gafas ajustándome el elástico por detrás de la cabeza y muevo las piernas y los pies para mantenerme a flote. Al principio, la sensación me agobia. De manera instintiva respiro profundo por la nariz y nada de aire llega a mis pulmones. Me sofoco. Abro la boca y trago aire. En mi pecho las pulsaciones aumentan con cada segundo que pasa. Coloco el tubo de plástico entre los incisivos e intento relajarme haciendo la señal de okey a Carlos para restarle tensión al asunto. "Ahora sí", me digo. Doy una larga brazada y me hundo despacio. El agua me inunda los oídos y ante mis ojos todo adquiere un color azul verdoso. Estoy viendo el fondo marino.

4 comentarios:

LyzM dijo...

Me encanta!!!!, me llevaste de nuevo a esa escena,
Y a final de cuantas ya estabas en las profundidades...
disfrutando, que ya no querias salir de esas aguas color turquesa !!!!!!

Te amo mi vidaaaa!!!
Mi escritor Favorito!!!!!!

Manu Ureste dijo...

Siiii jajaja ya no quería salir!!! Me dio algo de miedo por la falta de costumbre, pero al final estuvo muy bien la experiencia. Espero convencerte para la próxima, eh???

Te amo!!!!!!

El Eskimal dijo...

No sé cómo será nadar con aletas, supongo, por no saber, claro, que difícil. Pensé, Manu, que ibas a contar algo de "caray, preferiría no tener estas aletas para moverme mejor" De todas maneras ya está bueno, era hora. Y el punto final de la crónica le da un aire de comic, cómo aquí se queda y continuará. Eso espero...Lo de los tiburones y las tortillas de harina, genial, pero nos te creas Manu, Tortilla de harina, para unos tacos de carne. Saludos. Ya ando leyendo tu crónica, el lunes te digo algo, lo que pasa es que me dieron más trabajo en el lugar que laboro y pues también sigo buscando otro para pasarme, ojalá en un periódico salga.

Manu Ureste dijo...

Qué bueno verte de nuevo por estas latitudes Eskimal. ¿Qué cómo es nadar con aletas? No sabría describirlo muy bien... solo te diré que me sentía un bicho raro dando zambullidas en medio del mar caribe jeje. En fin tío, te mando un gran abrazo. Nos seguimos escribiendo. Suerte con la chamba!