HACE ALGÚN TIEMPO, creo que en el 2009, comencé a escribir como una especie de tradición en este blog un post sobre los libros que leo a lo largo de un año. Tradición, por cierto, que rompí el año pasado, y que ahora, en el inicio de este 2014 quiero retomar hablándoles de una novela sublime y que quisiera recomendarles, aunque aviso que este artículo lejos está de ser una reseña sesuda o una crítica literaria de rimbombantes conclusiones.
Hecho el aviso, les voy a hablar de Por quién doblan las campanas, obra del escritor estadounidense Ernest Hemingway.
Bien, supongo que al igual que les sucedió a muchos otros lectores noveles de Hemingway, el primer libro que completé de este autor fue El viejo y el mar, obra que ganó un Pulitzer en 1953 y de la que guardo recuerdos entrañables de noches de verano navegando con la única luz de las estrellas en aquel botecito junto a Santiago; el anciano pescador cubano que, en una lucha contra los elementos y la vida misma, trata de arrastrar hasta tierra un enorme pez, para así poner fin de una vez a su mala suerte.
Obra entrañable, como digo. Y de la que encontré en Youtube un corto animado con subtítulos en español, ideal para que los lectores más jóvenes se vayan adentrando en la literatura.
Sin embargo, si El viejo y el mar me pareció una novela corta hermosa y de excelente factura –creo que quien no ha leído a Hemingway tiene en esta novelita un excelente punto de partida-, Por quién doblan las campanas es una obra, sin duda, mayor. De esas que cuando la terminas la vuelves a colocar en la estantería y te dices que en un tiempo la volverás a leer y releer.
Novelón, en definitiva. Pero hablemos un poco más de qué trata Por quién doblan las campanas.
Las primeras páginas nos traslada a través del tiempo hasta un día de mayo de 1937 en la sierra de Guadarrama, en el frente de Aragón, donde se libra una de las muchas batallas de la Guerra Civil Española (1936-1939). La misión a partir de la cual va a girar toda la trama es, en apariencia, sencilla: el dinamitero Robert Jordan, personaje que, al parecer, se basa en el profesor norteamericano Robert Merriman, quien no sobrevivió a la guerra y al que Hemingway conoció en Valencia, debe volar un puente en la sierra de Guadarrama para asestar un duro golpe al bando nacionalista, y en la víspera convive con un grupo de gitanos y guerrilleros que luchan por la supervivencia de la República.
"Tanto se cuida la novela de no caer en la propaganda republicana, que Hemingway decide situar una de los capítulos más salvajes que jamás haya leído en el bando republicano"
A partir de ese punto, tal y como comenta Juan Villoro en el prólogo de la obra en la edición Debolsillo –la cual recomiendo-, Por quién dobla las campanas reconstruye el mural de la guerra civil a través de los afanes individuales de los guerrilleros –sus miedos, vicios, contradicciones, y motivos para seguir luchando-. Un mural, no obstante, que no cae en la simpleza de la novela propagandista, a pesar de que Hemingway era un apasionado de la causa republicana. De hecho, como resalta de nuevo Villoro, la novela “brinda uno de los primeros documentos sobre las traiciones y la inoperancia que liquidaron a quienes defendían el legítimo gobierno de España”.
Incluso, a lo largo de las páginas, el lector será testigo de la lenta transformación del protagonista, ya que Jordan pasará de ser un comunista convencido a un combatiente escéptico, “que atestigua dobleces y confusiones”.
Y tanto se cuida la novela de no caer en la propaganda republicana, que Hemingway decide situar una de los capítulos más salvajes que jamás haya leído –les aseguro que durante las más de 40 páginas del pasaje tuve la boca abierta, la respiración acelerada, y la garganta seca- en el bando republicano (los rojos) y no en el nacionalista.
Con una mirada adiestrada –relata Villoro acerca del episodio- en los encierros de toros en Pamplona y los hospitales de la primera guerra mundial, Hemingway crea en el capítulo 10 una escena goyesca donde los enemigos de los rojos son asesinados con instrumentos de labranza. Stanton y Thomas consideran que el suceso se basa en una masacre ocurrida en Ronda (sur de España). Al borde de un peñasco, los vecinos matan a gente que conocen de toda la vida, con una crueldad enfatizada por la falta de armas (unos mueren a palos, otros son despeñados)”.
La matanza es tan brutal que, incluso, quienes mandaron llevarla a cabo, no sobreviven a los efectos psicológicos de esa crueldad. De ahí que Pilar, republicana y verdadera líder del comando que debe volar el puente, ex amante de “tres de los toreros peor pagados del mundo”, y especialista en el arte de insultar, defina el horror de la siguiente manera: lo peor de la guerra “es lo que nosotros hemos hecho. No lo que han hecho otros”.
Y con esa lapidaria frase de Pilar, Hemingway resume la ética de toda la novela: lo más dañino de los brutales actos de guerra y de la barbarie es que son propios, nuestros. De ahí que el autor lograra en ese pasaje estremecedor construir un alegato contra la violencia, incluso, como dice Villoro, “de quienes tienen razones para luchar”.
No obstante, antes de terminar el comentario sobre esta obra de narrativa vertiginosa, que hace que sus más de 600 páginas se vayan como el viento, quisiera señalar que Por quién doblan las campanas no es, en mi opinión, un libro de guerra, como tal; es decir, todo transcurre en la Guerra Civil española, y sí hay acción bélica, pero no es una novela histórica sombre compañías y estrategias militares al estilo de Stalingrado o Berlin, del británico Antony Beevor. Obras, por cierto, ideales para adentrarse, casco y metralleta al hombro, y sin el riesgo de recibir una fatal esquirla de metralla en el cuello, por entre los cruentos pasajes de la Segunda Guerra Mundial.
"Lo peor de la guerra es lo que nosotros hemos hecho. No lo que han hecho otros”
Pero Por quién doblan las campanas es más bien un libro sobre lo contradictoria que puede ser la vida, especialmente en tiempos de guerra; sobre el amor apasionado que no tiene mañana –dos días antes de tener que volar el puente, Robert Jordan se enamora perdidamente de la joven María, a quien hace la promesa, a sabiendas de que no podrá cumplirla, de ir con ella a Madrid cuando acabe la misión-, y sobre la camaradería de hombres que saben que van a una muerte segura.
La historia, en definitiva, de hombres que, abandonados a su destino, ven pasar cuervos y aviones como presagios fatales, y que deben luchar por los otros hasta el fin. De ahí que Hemingway tomara el título Por quién doblan las campanas del poeta John Donne, quien en el siglo XVI escribió el poema Devotions Upon Emergent Occasions:
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
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Como curiosidad, agregar que Por quién doblan las campanas fue interpretada en el cine por la pareja estelar Gary Cooper e Ingrid Bergman, y que grupos como Metallica o Bee Gees compusieron dos de sus temas inspirados en la genial obra de Hemingway:
Los libros del 2013:
El caso Bourne, Robert Ludlum
El Karma de vivir al norte, Carlos Velázquez
La Fiesta del Chivo, Mario Vargas Llosa
La Cacería, Alejandro Paternain
Kanikosen (El pesquero), Takiji Kohayashi
El gaucho insufrible, Roberto Bolaño
Miedo y asco en Las Vegas, Hunter S. Thompson
El gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald
Tatuaje (Serie Pepe Carvalho), M.V. Montalbán
Nuestro hombre en La Habana, Graham Greene
Comandante: La Venezuela de Hugo Chávez, Rory Carroll
Chicas Kalashnikov, Alejandro Almazán
La Perla, Steinbeck
Ojos Azules, Arturo Pérez-Reverte
El hombre que fue jueves, G. K. Chesterton
El complot mongol, Rafael Bernal
Por quién doblas las campanas, Hemingway
La guerra del futbol, Kapuscinski
La vuelta al mundo en 80 días, Julio Verne
Los pájaros amarillos, Kevin Powers
El asesino de la carretera, James Ellroy
La parábola de Pablo, Alonso Salazar
De repente, un toquido, Etgar Keret
El viaje del Elefante, Saramago
Sueños de frontera, Antonio Collado
El fantasma de Canterville, Oscar Wilde
2 comentarios:
Me gustó tu reseña Manu. Sobre 'Por quién doblan las campanas' te puedo decir que yo tengo una edición que mi papá le dedicó a mi mamá. La guardo con mucho recelo pues es el único suspiro de amor que queda de ellos. Ahora casi, casi que se odian.
Me gusta hacer eso de la lista de libros leídos en el año, te copiaré la idea.
Abrazos.
Estimado Eskimal. Qué bueno que guardes como oro en paño ese ejemplar de 'Por quién doblan las campanas', aunque me gustaría que fuera por otros motivos.
Lo cierto es que, como apunté en el texto, he disfrutado mucho -y también sufrido- con las páginas de esta obra de Hemingway. Creo que le voy a dar seguimiento, y en breve compraré 'Adiós a las armas', que tengo entendido fue su primera gran obra.
Ahora estoy, por cierto, con otro título de Hemingway: 'París era una fiesta'. El cual también te recomiendo mucho.
Avisa cuando publiques tu lista de libros leídos.
Te mando un fuerte abrazo. Y muy feliz año, por cierto :D
Manu
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