jueves, 26 de enero de 2012

Los libros del 2011 (Letras para viajar)



Los Viajes de Marco Polo

Ahí está. En una de esas ferias del libro improvisadas –que, en realidad, son unos pocos puestecitos ambulantes ubicados uno junto a otro- que a veces se instalan por las calles desgastadas del casco antiguo de la ciudad de México. Se encuentra en mitad de una larga fila de títulos, ajeno al márquetin de las últimas novedades editoriales de las grandes ferias de talla internacional y escoltado a izquierda y derecha por The Cincinnati Kid, de Richard Jessup -obra que en 1965 dio lugar a la película El rey del juego, estelarizada por Steve McQueen y Edward G. Robinson-, y por una mini colección polvorienta de artículos periodísticos de Mariano José de Larra. Camino hasta él y lo pongo entre mis manos para abrirlo con sumo cuidado de no regar sus hojas por el suelo, ya que se trata de una edición vieja y amarillenta que desprende un fuerte olor a humedad, impresa nada menos que en 1967 por la casa editorial Bruguera en sus talleres de la carretera de Parets del Vallès, Barcelona. En su desgastada tapa de portada, aprecio tras acariciar el tacto rugoso de aquella pasta acartonado, aún se conservan las huellas negruzcas de otros dedos que en otro tiempo pasaron sus páginas, además de un pequeño grabado tipo cómic donde tres hombres vestidos con largas capas y pinta de Reyes Magos recorren a lomos de un caballo cargado de provisiones la ladera de una montaña nevada en dirección a un punto perdido en el infinito horizonte. Bajo la ilustración, el título impreso en letra mayúscula y color rojo reza: Los viajes de Marco Polo.

Leo el título, abro la primera página, y de inmediato, luego de completar las primeras líneas, me encuentro a mí mismo dentro de una de esas viñetas en blanco y negro ilustradas por Julio Vivas, recorriendo con las manos metidas en los bolsillos las húmedas aceras de las calles de la Venecia del lejano año de 1253. Casi sin darme cuenta me he trasladado a los tiempos en los que Roma, la ciudad de los Papas, "establecía su predominio espiritual", en España "los reyes luchaban contra los mahometanos", América "esperaba aún las carabelas de Colón", y en el resto del mundo cristiano, "innumerables reyes, barones, condes y duques, sostenían pequeñas guerras". Sigo leyendo y tras preguntar a las buenas gentes que me voy encontrando en los episodios marcados en números romanos, pronto hallo a orillas de ese viejo y hermoso Mar Mediterráneo que "abrazaba los países civilizados", el rótulo de una calle que dice: "Corte del Milione", muy cerca del Teatro Malibrán. Allí, me aseguraron, se levanta la casa del viajero probablemente más legendario que haya dado la Historia y con el que, a la postre, compartí un sinfín de aventuras a través de 255 páginas recorriendo los territorios de la siempre convulsa Europa, hasta cruzar vastos e inhóspitos desiertos y llegar a los lugares más recónditos de la misteriosa Asia por cuyas tierras se extendía el incontestable dominio del Gran Genghis Khan. Me encuentro, en efecto, ante la casa  "de un hombre maravilloso y legendario, cuyo nombre era Marco Polo".

De esta forma, embarcándome en una impresionante nao rumbo a un puerto del sur de Crimea, para luego continuar a lomos de un caballo hasta alcanzar territorios de la Gran Tartaria, comenzó mi año literario 2011. Un año que ha estado marcado por largas y continuas odiseas, como la vivida en Los Viajes de Marco Polo, en busca de nuevos amaneceres por ver, mares desconocidos que surcar, y largas carreteras que recorrer a bordo de un viejo Cadillac, como aquel en el que completé varias veces un 'coast-to-coast' junto al entrañable Sal Paradise en la obra En el camino. Y es que, si el pasado 2010 decíamos que se caracterizó por la lectura de novelas de corte más bien 'detectivesco' –algunos títulos fueron Trilogía de Nueva York, El Valle del Terror, o La Tabla de Flandes- el pasado 2011 se ha distinguido por ser un año en el que viajar a través de las letras de un lado a otro del planeta fue la constante en esas largas horas de blanco sobre negro, almohada y luz tenue alumbrando la medianoche.

(continuará)


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