"Tenemos algo en común
le dijo un presidente a un embustero..."
Lírico, de Doble V
Manuel Ureste / VPC
Es que se me salta la lágrima, oiga. Vamos, que lloro a moco suelto -snif, snif- con solo de verlo. O mejor dicho, de verlos. Ya saben, a esos políticos y políticas, humildes y humildas, que van por el mundo sin corbata y con las mangas subidas hasta los codos; ensuciándose los zapatos Martinelli de mil euros en el barrizal; saludando de abrazo -¡quiobo compadre!- a los campesinos y a los pobres indígenas de la sierra; sudando la gota gorda con el atuendo típico de la zona que corresponda; caminando por esos caminos llenos de baches y en pésimas condiciones que otros no quisieron arreglar -los muy canallas-; y con las sobaqueras de las finísimas camisas de Burberry manchadas por el tremendo esfuerzo que lleva consigo la lucha estóica y heróica por el voto. Guau.
Pues sí. Es para echar la lágrima -y el moco-. Porque, mires donde mires, ahí los tienes. Lo mismo los ves en un espectacular gigante, bien peinaditos con la raya a un lado y retocados a base de fotoshopazo, que te los encuentras en el centro histórico de la ciudad repartiendo apoyos a dos manos, o ayudando a un pobre abuelito indefenso a cruzar la calle. Angelitos.
Y es que así son: una raza de seres superiores. Incansables. Incombustibles. Inagotables. Con una moral blindada y a prueba de mordidas. Que van tocando puerta por puerta. Convenciendo al contribuyente como debe ser: con ideas. Con trabajo. Con esfuerzo. Con honestidad. Con las manos limpias y sin mirar el bolsillo. Con propuestas. Con iniciativas. Con planes que combatan al subdesarrollo de las zonas más marginadas. Con proyectos integrales de infraestructura para que todos avancemos una cosa mala y en tiempo récord. Y con estrategias que reducirán a la mitad el número de ladronzuelos de poca monta que ensucian nuestras calles. -Y la otra mitad, para el otro trienio. Que tampoco es cuestión de arreglarlo todo el primer día-.
En efecto. Por si no lo había notado, estamos en campaña. El momento de la paz social, la democracia y la solidaridad -¿quién dijo que había que esperar hasta Nochebuena?-. El momento de dar sin esperar nada a cambio; de poner la mano, ding, ding, ding, y a ver qué cae. Porque ahora usted no es un simple ciudadano. No. Ahora, estimado votante, usted es un amigo. Un cuate. Un cuais. Un carnal. Un hermano. Una persona con necesidades, con ilusiones, con miedos, con frustraciones y obsesiones, a la que les interesa muchísimo escuchar. Porque ellos -aunque no lo parezca- también son humanos. Como cualquier hijo de vecino que se preste. Son gente normal y corriente a la que el poder nunca cambiará. Ni el dineral que ganan y los carros descapotables que manejan. Ni tampoco los jets "privados" en los que viajan bebiendo champán con sus impuestos "públicos". Qué va.
Porque ellos son los buenos. No le quepa duda. Son los elegidos. Los líderes que asumirán, llegado el momento, el peso de la responsabilidad. Los hombres de bien en los que puede confiar a ojo cerrado. Los oradores ajenos a la demagogia más barata y al populismo ramplón. Los gestores implacables que limpiarán el Gobierno de rateros y corruptos. Y todo por vocación. Faltaría más. Por el bien del país. Por la Patria. Por el Águila y la Serpiente a punto de ser devorada. Y por lo que sea necesario, oiga. Por algo -juran- son su mejor opción de futuro. Y por algo, cómo no, quieren su voto. A como dé lugar.
1 comentario:
son unas ratototas! es lo que son! ratotas! te quedó muy bien jefe! cuando sea grande quiero ser como tú! huhuhuhuuhu
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