Manuel Ureste / Cancún
Blogueros! En mi cumpleaños tuve la oportunidad de ir a Playa del Carmen, Cancún, en el estado de Quintana Roo. Y lo cierto es que si ya de por sí el tiempo pasa rápido, en el paraíso os aseguro que aún más :-) Bueno, a continuación exponemos –a modo de diario de abordo– la crónica de tres días de viaje por este paraíso de origen maya (denominado antiguamente como Xaman Há), y en cuyas proximidades se localizan hoy día más de 200 estructuras de diversas dimensiones, así como testigos de piedra que evidencian la relevancia y el misticismo de otros tiempos...
Día 1: el viaje
El equipaje no era abundante. Nada de grandes bultos pesados: apenas una bolsa de mano con dos bañadores, toalla sustraída de un hotel, playera amarilla ‘Jungle Fever’, unas chanclas de dedo y un boleto de avión (ida y vuelta por mil 680 pesos) para Playa del Carmen, Cancún, en el caribeño estado de Quintana Roo.
En realidad no era necesario más. El viaje no sería largo. Unos tres días para conocer el paraíso.
En el morral, una revista de esas que al final nunca lees, y una hoja de ruta con mil tachones y varios itinerarios a elegir. Finalmente, entre todas las posibilidades (volar Veracruz-Cancún con escala en México, o hacer un viaje en autobús de 24 horas de duración) el plan de vuelo quedó confeccionado de la siguiente manera: a las 23,30 horas –atención, ADO ha suprimido (por motivos desconocidos) los viajes de las doce de la madrugada directos al aeropuerto capitalino–, viajamos desde Córdoba hasta la terminal de la Tapo en el DF (258 pesos). De allí, tras unas cinco horas de trayecto, un ‘taxi-seguro’ nos llevaría por 105 pesos hasta el internacional Benito Juárez. Eran las cinco de la madrugada y el vuelo a Cancún salía a las ocho.
Tras un largo mocaccino en una de las cafeterías que permanecen abiertas día y noche en la zona de salidas nacionales, nos dirigimos con pasaporte en mano a facturar el equipaje con destino hacia el paraíso quintanarroense.
El vuelo es corto. Apenas dos horas de duración y unas cuantas turbulencias separan la jungla de acero y asfalto que es Ciudad de México de las playas de arena blanca de Cancún.
Allá arriba, a varios miles de pies de altura, degustamos uno de esos sándwiches embasados al vacío que te ofrece como cortesía de la compañía aérea para arribar a la hora prevista al Internacional de Cancún, un aeropuerto pequeño comparado con el gigante Juárez, pero en el que no tienes que hacer largas colas en espera de tu equipaje.
De hecho, en menos de diez minutos ya teníamos las maletas de nuevo en nuestro poder.
Nos dirigimos hacia la puerta de salida y una vez que la cruzas... las ofertas se te multiplican: taxis de todos los colores, vans, limusinas, excursiones a Chichen Itza, Cozumel, o incluso a Cuba, vuelos privados... Todo menos, obviamente, la opción más rentable: el autobús. De hecho, para encontrar la mini terminal del ADO hay que estar bien atento, porque la oleada de gente ofreciéndote todo tipo de servicios no deja ver que se encuentra casi escondida entre tanta oferta. Una vez allí, compramos el boleto y por 90 pesos y otra hora de viaje llegas a la misma terminal de Playa del Carmen, en la concurridísima ‘Quinta Avenida’.
A las 12 del medio día alcanzamos nuestro destino. Una vez que dejamos las pertenencias a buen recaudo, comenzamos a ‘turistear’ por una mini-ciudad que en pocos metros cuadrados te ofrece todo un amplio abanico de diversión y relax.
La primera parada es obligada: el Paseo del Carmen Shopping Mall, una plaza comercial al aire libre donde aparte de poder comprar los souvenirs de toda la vida (tequilas, calendarios mayas, cervezas Corona, ponchos ‘tipical mexican’ de los Pitsburgh Steelers, Dallas Cowboys...) dirigidos especialmente al turismo estadounidense, también hay tiendas de moda (Berska, Pull and Bear, etc.), boutiques, y buenos restaurantes y cafeterías para pasar un rato de plática agradable disfrutando del sol en compañía de un libro.
Llega la hora de comer y nos dirigimos a la playa. A escasos metros de los castillos de arena, encuentras restaurantes de todas las clases... y precios. Nuestra elección fue al azar: Bar ‘No Limits’. Allí nos sentamos y pedimos el mojito cubano por excelencia (55$) y un ron Malibú con jugo de piña (60$) para abrir el apetito. Como platillo principal la recomendación del mesero fue tacos de camarón (100$ por persona) acompañados de chile habanero. Los encargamos y como postre disfrutamos de un atardecer paradisiaco con otro mojito en las tumbonas que te ofrece el mismo restaurante por 20$ (a partir de las cinco de la tarde es gratis) mientras una banda de Latin Jazz tocaba en vivo creando una atmósfera inmejorable.
Día 2: el descubrimiento
Al día siguiente regresamos al paseo marítimo. El clima amaneció algo inestable: lluvia y sol se intercalaban en periodos de tiempo de apenas diez minutos con fuertes rachas de viento. Decidimos entonces refugiarnos en otro de esos restaurantes a la orilla de la playa. Esta vez el azar nos llevó a descubrir una grata sorpresa para el paladar... y el bolsillo. El local no era nada del otro mundo. En realidad se trataba del típico bar de playa emulando el interior de un barco pirata de segunda clase. Su nombre: ‘La Tarraya’.
Nos ofrecen la carta y nuestra cara de asombro hace que el mesero pre gunte si todo está okey.
-¿Oiga, los precios están en pesos mexicanos o en US dólars?, preguntamos ciertamente impresionados.
El tipo sonríe y confirma que sí, que son en moneda nacional, aunque gustosamente aceptarían que pagáramos en dólares o euros: según nos plazca.
Todos reímos y pasamos a ordenar los platillos. El menú para dos personas fue el siguiente: de beber, una cerveza clara y una limonada (servida en copa generosa); como entrantes, un coctel de camarón y calamar, y un platillo de pulpo a la mexicana acompañado de arroz y tortillas de maíz; como platillo fuerte, dos róbalos a ‘la tarraya’ (con jitomate, ajo, cebolla, pimiento morrón, y silantro) acompañados también de arroz y tortillas; y como postre, un flan de la casa. Precio total: 265 pesos, a pagar entre dos personas. En definitiva, una ganga en medio del paraíso.
Al anochecer, los restaurantes se convierten en amplias terrazas con vistas al mar. Cientos de antorchas y velas aromáticas propician, junto a la música jazz caribeña en directo, un ambiente onírico. En una de esas terrazas, ordenamos unas cervezas, las cuales también llevan incluidas en el precio el lujo de observar la belleza del mar en la oscuridad de la noche: 45$ por cada una.
Finalmente, para concluir la madrugada, visitamos la discoteca Coco Maya (nos desaconsejaron la Coco Bongo por sus elevados precios). Al ser lunes, la entrada era gratuita. Y lo cierto es que mereció la pena, porque, aparte de los éxitos ‘reguetoneros’ (algunos ya anticuados, por cierto) que tanto gustan al turista estadounidense, la Coco Maya ofrece también terrazas-lounge con música house-chill out y vistas al mar... desde una cama con grandes almohadas y una mesera particular. El precio del mojito: asequible (50$).
Día 3: el regreso
Pero el tiempo pasa y no de largo. Así que, con las mismas chanclas de dedo y la bolsa de mano al hombro, nos plantamos de nuevo en la estación del ADO de Playa del Carmen para, en una hora, llegar a la Terminal de Cancún, y en otras cuatro (dos de espera y dos de vuelo), divisar entre turbulencias y con el sandwich cortesía de Aviacsa en la boca, la belleza de una ciudad monstruosa como es Ciudad de México.
El aterrizaje, algo brusco pero seguro, pone fin a los tres días de puente en Playa del Carmen. Un viaje corto pero intenso: tal y como son los paraísos...
2 comentarios:
Estaba leyendo con entusiasmo tu relato,digamos que tus palabras me resultaban muy graficas,pero todo se potencio cuando hablas del descubrimiento.El 24 de abril voy a estar arribando a Playa del Carmen y lo primero que pienso hacer(la culpa es tuya)es ir a "La Tarraya"!.
Muy bueno el blog,abrazo!
Ché Miguel!
muchas gracias por tu comentario, y me alegro de que te haya servido como ilustración de lo que puedes encontrar en playa del carmen. Cualquier cosa en la que te pueda ayudar desde Veracruz, aquí tienes mi blog y mi mail.
Saludos compañero, y suerte!
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